Ya durante el asedio de Sevilla, Fernando III prometió a la
Orden de San Juan –la Religión, como la llamaban sus freires– la concesión de
un espacio físico y unos importantes privilegios una vez fuera conquistada la
ciudad, todo lo cual fue ratificado luego por Alfonso X en la persona del prior
Fernando Rodríguez.
En el repartimiento de Sevilla, se concedió a la Orden un
islote (así se llamaron los lugares cerrados que se concedieron), junto a la
muralla, en el ángulo noroeste, en el barrio conocido como de la Abadía, según
se cree, por haber residido allí los abadíes. Todas las órdenes se colocaron
junto a la muralla, por razones militares obvias.
Siguiendo el croquis propuesto por José González Carballo (1), basado en el plano de Olavide, según se entraba por la Puerta de San Juan (1 en el plano), a la que diera nombre Garci Pérez de Vargas, se accedía al compás hospitalario dejando a la derecha la plaza de Santiago de la Espada, de la Orden de Santiago (5 en el plano), de la que ya hablaremos. El compás, de doscientos pasos de largo y ciento cincuenta de ancho (de traviesa, según Ladero) (2), tenía los siguientes límites: al sur por la calle de la Estrella (hoy Guadalquivir y Puerta de San Juan de Acre); al este por la calle Real del Arquillo (hoy final de Santa Clara), en la que había un acceso controlado, frente a los islotes de Don Fadrique y de Santa Clara (4 en el plano); al norte por la calle Husillo (hoy final de Lumbreras), tras la que estaban las huertas de San Clemente; y al oeste por la propia muralla. Dentro del compás estaba la plazuela de San Juan (hoy calles Mendigorria y Pizarro), y las calles Mozas (hoy Álvaro de Bazán) y Franquillos (hoy Clavijo).
El priorato se dedicó a San Juan de Acre, en homenaje a la
que entonces, ya perdida Jerusalén, era sede principal de la Orden, en Tierra
Santa; pertenecía a la collación de San Lorenzo, pero tenía independencia
territorial, inmunidad, autonomía jurisdiccional, libertad de toda carga y exención
de las autoridades real y episcopal. A cargo del prior estaban dieciséis
capellanías, entre las que destacaba la de Tocina.Siguiendo el croquis propuesto por José González Carballo (1), basado en el plano de Olavide, según se entraba por la Puerta de San Juan (1 en el plano), a la que diera nombre Garci Pérez de Vargas, se accedía al compás hospitalario dejando a la derecha la plaza de Santiago de la Espada, de la Orden de Santiago (5 en el plano), de la que ya hablaremos. El compás, de doscientos pasos de largo y ciento cincuenta de ancho (de traviesa, según Ladero) (2), tenía los siguientes límites: al sur por la calle de la Estrella (hoy Guadalquivir y Puerta de San Juan de Acre); al este por la calle Real del Arquillo (hoy final de Santa Clara), en la que había un acceso controlado, frente a los islotes de Don Fadrique y de Santa Clara (4 en el plano); al norte por la calle Husillo (hoy final de Lumbreras), tras la que estaban las huertas de San Clemente; y al oeste por la propia muralla. Dentro del compás estaba la plazuela de San Juan (hoy calles Mendigorria y Pizarro), y las calles Mozas (hoy Álvaro de Bazán) y Franquillos (hoy Clavijo).
La jurisdicción de San Juan de Acre tuvo, desde principios
del siglo XV, una iglesia parroquial de Santa Ana (3 en el plano), que tenía un
encantador altar revestido de azulejos con un retablo de lienzo dedicado a San
Juan, a Santa Ana y a la Virgen María, y otros altares del Desamparo de la Cruz
y de la Columna y la Verónica. Había también en el compás una capilla de la Virgen
de la Estrella (2 en el plano), donde hoy solo hay casas bajas, en la calle del
mismo nombre.
A raíz del repartimiento del alfoz de Sevilla (3), los
hospitalarios montaron una importante bailía en torno a Lora del Río, que
incluía Peñaflor y Tocina, y recibieron también Aznalfarache (Hoy San Juan de
Aznalfarache), Robaina (hoy Pilas), Las Cabezas de San Juan (tampoco el nombre
aquí es casualidad), e incluso Aroche, Serpa y Moura, estas dos últimas
pertenecientes hoy a Portugal. Basten como ejemplos los escudos de San Juan de Aznalfarache, Lora del Río y Tocina.
A finales del siglo XV, la presencia de la Orden creció y se consolidó en Sevilla, gracias a la fundación del Convento de Santa Isabel que sería la sede de la rama hospitalaria femenina, que será el argumento de la próxima entrega. Luego la Orden decayó. Mencionaremos aquí, dentro del sentido caballeresco de la entrega de hoy, dos detalles más:
Uno, que la que la iglesia de San Juan de Acre, definida ya por Félix González de León (4) como “sumamente mezquina y pobre”, acogió en 1593 a una hermandad que había sido fundada en 1480 en el Hospital de San Antonio, en la collación de Omnium Sanctorum (por cierto, junto a la calle Cruz Verde), dedicada al culto de la Sangre de Cristo (5), que estuvo también unida a la de Montesión y que desde su implantación en la Barqueta se llamó del Santísimo Cristo de la Sangre, San Juan Bautista y María Santísima de la Candelaria. Esta cofradía tuvo como escudo una cruz de San Juan en campo de sable (negro), similar a la que llevan hoy en el antifaz los cofrades de la Soledad de San Lorenzo, hermandad que en 1601 se trasladó a la iglesia de los Mínimos de San Francisco de Paula (hoy del Sagrado Corazón), en la calle de las Palmas (hoy Jesús del Gran Poder).
Y dos, que la Orden, que pervive hoy como Soberana Orden Militar y Hospitalaria de San Juan de Jerusalén de Rodas y de Malta, tiene en funcionamiento desde fecha muy reciente, y prácticamente en el mismo lugar que ocupara la iglesia prioral, un comedor social al que acuden diariamente cerca de 150 personas, y que responde al mismo glorioso nombre de San Juan de Acre.
(1) González Carballo, José. La Orden de San Juan en Sevilla (Siglos XIII-XVI)
(2) Ladero Quesada, Miguel Ángel. Historia de Sevilla: la
Ciudad medieval (1248-1492)
(3) González González, Julio. Repartimiento de Sevilla
(4) González de León, Félix. Noticias Artísticas de
Sevilla...
(5) Carrero Rodríguez, Juan. Anales de las Cofradías
Sevillanas
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