martes, 26 de noviembre de 2013

LA CASA DE LA PAJERÍA Y SUS CIRCUNSTANCIAS (11: UNA CAPILLA NEOCLÁSICA EN LAS VÍSPERAS DE RUPTURAS HISTÓRICAS)

Afortunadamente, cuando Olavide tuvo que marcharse, la urbanización de la vieja Mancebía ya estaba en marcha.

Sobre la base del ensanche de la Tonelería se trazó una plaza regular que se llamó “Compás de la Laguna”, recordando (¡aún!) el enclave de jurisdicción propia de la Orden del Temple. Molviedro construyó en sus inmediaciones un palenque para vender pan, carne, bacalao, pescado, hortalizas y demás comestibles, por lo que la plaza y la calle aledaña (hoy Doña Guiomar) fueron llamadas del Palenque. La antigua y pequeña ermita que había, quién sabe si sobre la anterior capilla templaria, fue derruida. En 1782 se fundó la nueva capilla neoclásica de Nuestra Señora del Mayor Dolor, cuyo proyecto parece ser que realizó Pedro de San Martín, maestro mayor de la ciudad. Preside su retablo la castellana Virgen del Mayor Dolor, flanqueada por san Fernando, el conquistador de Sevilla, y san Miguel, el conquistador de los cielos. Había frente a la ermita una cruz con una cerca, que seguramente se retiró a comienzos del siglo XIX (1). Por fortuna, se ha colocado una cruz en el centro de la plaza, en recuerdo de la anterior.

A la espalda de nuestra casa, la calle Piñones (hoy Padre Marchena), también fue mejorada, suprimiéndose sus revueltas. Se construyó el Husillo de La Laguna, al final de la actual calle Gamazo. Las estatuas y cruces desplazadas fueron objeto de una presentación muy cuidada (2), como ocurrió con una pila de agua bendita, de piedra, en medio de una calle, que se adosó a una fachada.

Tras la caída de Olavide, el ayuntamiento cambió su nombre a la calle principal del nuevo barrio y la llamó Nueva de la Laguna; luego se llamó simplemente Laguna y hoy es la calle Castelar.

El siglo XIX fue una centuria de grandes cambios, como es bien sabido. En 1834 fue abolida definitivamente la Inquisición, reinando Isabel II, aunque la abolición llevaba aprobada desde las Cortes de Cádiz de 1812.

En esos años todo se volvió –también– en contra de la Garduña: tres floreadores violaron a una sirena y el capataz los mató a los tres. La Garduña fue –por fin– investigada y en 1822 su hermano mayor Francisco Cortina y dieciséis capataces fueron ahorcados (3).

La calle de Pajería mantuvo este nombre hasta 1845, en que se tituló de Zaragoza, como homenaje a la heroica resistencia (4). Hubo en ella varios ensanches y rectificaciones de líneas durante el siglo XIX. Hasta bien avanzado el siglo desembocaba en ella el callejón de San Buenaventura, después taponado. Y nuestra casa pasó de tener el número 66 al 60. De los Maestre, el último que vivió en la Pajería fue Juan Antonio Maestre Maestre, regidor del Ayuntamiento y teniente de hermano mayor de la Maestranza, hasta su muerte en 1865. Tuvo tiempo de vivir cambios sustanciales, unos felices y otros desgraciados.

Entre 1848 y 1852 se construyó el Puente de Triana. Por el contrario, en 1864, diez años después de restaurada, fue demolida la Puerta del Arenal, por orden del alcalde Juan José García de Vinuesa, que vivía en sus proximidades. La vieja calle de la Mar lleva hoy el nombre de ese alcalde.

Cada cambio social implicaba una ruptura con los poderes anteriores. Así cayó también en el revolucionario año de 1868 la Puerta de Triana, donde se iniciaba la calle de Pajería. Era una puerta renacentista monumental, con tres arcos, construida a finales del XVI según proyecto de Juan de Herrera (5). En su interior estaba el habitáculo, llamado “el Castillo”, que funcionaba como calabozo de reos de alcurnia (6). En definitiva, la puerta fue derribada porque se quería olvidar a Felipe II.

Quien salió ganando, junto con sus herederos, fue Manuel Prudencio de Molviedro y Ángel, el ingeniero militar navarro que había desarrollado técnicamente la idea de Olavide, que era fundamentalmente un proyecto de mejora social del compás. Molviedro habitó su palacio en la nueva y magnífica calle, donde hoy están los números 15, 17 y 19, hasta que se mudó a la calle Levíes, al palacio que había pertenecido a Miguel Mañara. La plaza del compás se llamó de Molviedro y, con el tiempo, en 1869, incluso la capilla del Mayor Dolor, tras la restauración de 1862, pasó a ser propiedad del biznieto de Molviedro, Fernando Rodríguez de Rivas, conde de Castilleja de Guzmán (7).



(1) Falcón Márquez, Teodoro. Una arquitectura para el culto. Sevilla Penitente, Tomo I
(2) Defourneaux, Marcelin. Pablo de Olavide, el afrancesado
(3) Álvarez Benavides, Alfonso. Curiosidades sevillanas. Los floreadores eran los ladrones, las sirenas eran las prostitutas y las sirvientas delatoras, el capataz era la autoridad provincial. Se recomienda la lectura del capítulo 7 de esta serie.
(4) VV.AA. Consejería de Obras Públicas y Transportes. Excmo. Ayuntamiento de Sevilla. Diccionario histórico de las calles de Sevilla
(5) González de León, Félix. Noticia histórica de los nombres de las calles de esta M.N.M.L.Y M.H. Ciudad de Sevilla
(6) Mena y Calvo, José María de. Tradiciones y leyendas sevillanas. El edificio es el que ha ocupado más recientemente la Escuela de Artes Aplicadas y Oficios Artísticos, estando hoy pendiente de nuevo uso, tras la restauración.
(7) Ibid. 1


viernes, 15 de noviembre de 2013

LA CASA DE LA PAJERÍA Y SUS CIRCUNSTANCIAS (10: LA CRUZ EN TRIUNFO)

En 1767 fue nombrado intendente de Andalucía y asistente de la ciudad de Sevilla Pablo de Olavide y Jáuregui.

Había nacido en Lima, importante metrópoli del Virreinato del Perú, en 1725. De formación jesuita, ya era doctor en Teología con dieciocho años. Su juventud fue tumultuosa, llegando a ser encarcelado y sus bienes confiscados (1). Pero se vino a España y enderezó su vida, Hizo un matrimonio muy afortunado con Isabel de los Ríos, que le donó sus bienes en vida, lo que además le permitió ingresar en la Orden de Santiago. Viajó por Europa. En París fue amigo y huésped de Voltaire en su finca “Les Délices” (2). Olavide y Voltaire se admiraron mutuamente. Voltaire, el filósofo más importante y significativo de la Ilustración francesa, que es tanto como decir de la Ilustración universal, fue quien resucitó la memoria de los templarios en el capítulo 66 de su Historia Universal, llamado Du suplice des templiers et de l’extincion de cette ordre. Cuando el Temple fue liquidado, los papas y los reyes de Francia intentaron también liquidar su memoria, y durante cuatro siglos lo consiguieron, hasta que Voltaire se atrevió a tratar el tema.

Pablo de Olavide prosperó en la corte y en el gobierno de Carlos III porque destacaba por su formación ilustrada. Su mejor amigo en España fue Pedro Rodríguez Campomanes, que lo recomendó al conde de Aranda, primer ministro tras el motín de Esquilache (3). Campomanes fue un brillante político ilustrado que, por cierto, había recibido formación básica en Sevilla, y que escribió en 1747 las Dissertaciones históricas del orden y cavallería de los templarios, espléndida y pionera obra que supuso la resurrección de la memoria del Temple en España.

¿Puede extrañarnos que Olavide sintiera admiración y respeto por los caballeros del Temple, a despecho de los pronunciamientos oficiales? Además, se rumoreaba que tanto él como el conde de Aranda eran masones.

Olavide, perseguido y todo, hacía gala de una personalidad fascinante. En Madrid dirigió el Hospicio de San Fernando y fue síndico personero (4), llegando a ser aclamado por los barrios.

Al estrenar sus cargos en Sevilla, trajo a su residencia del Alcázar un verdadero cargamento de libros prohibidos, lo que provocó más recelo de la Inquisición (5). En la Sevilla de los 3.500 religiosos, según el censo del conde de Aranda, Olavide se enfrentó a todo lo que hiciera falta: a las injusticias, a las escaseces y a la relajación de los conventos, y consiguientemente a los munícipes, a los gremios y a las jerarquías eclesiásticas. Quiso regular los toros y las cofradías. Amó a Sevilla –era nieto del capitán sevillano Agustín de Jáuregui– e hizo gala aquí de una rectitud que no había tenido en su juventud peruana.


El afrancesado Olavide renovó la vieja Sevilla, organizándola en cinco cuarteles (quarteles, a imitación de los quartiers de París), con ocho barrios cada uno y manzanas dentro de estos. A él le debe la ciudad su primer plano, en 1771. Hizo colocar los característicos azulejos que son hoy un verdadero tesoro no suficientemente valorado; todos presididos por una pequeña cruz, que responde (¡qué casualidad!) al formato de la cruz templaria, la cruz que los freires franceses llamaron pattée porque parece tener pies en sus extremos, la cruz patada otorgada como emblema a la Orden por el papa cisterciense Eugenio III, el mismo que requirió a su maestro, Bernardo de Claraval, que predicara la Segunda Cruzada. Y en la Catedral de Sevilla, de acuerdo con su importancia, se colocó una lápida señalando cuartel, barrio y manzana, con su correspondiente cruz.


Entre las misiones de Olavide estaban la reforma universitaria, con planes de estudios progresistas y fomento de la ciencia y el enciclopedismo, y la liquidación de los bienes de los expulsados jesuitas (6). Así que este fiel ejecutor de los deseos de Carlos III unificó y centralizó los estudios universitarios, hasta entonces dispersos y en poder de los eclesiásticos, y la universidad hispalense se fundó precisamente en el edificio rehabilitado de la antigua Casa Profesa de los Jesuitas. Respetó el nombre de la calle, que siguió siendo de la Compañía, seguramente en recuerdo grato de su formación juvenil. Y el Cristo jesuita de la Buena Muerte pasó a ser el Cristo de la Universidad.

En la antigua cripta jesuita montó el Panteón de Sevillanos Ilustres, siguiendo –también– el modelo de París. Hoy, el Panteón acoge, en lugar principal, los mausoleos de dos prohombres de la Orden de Santiago: Lorenzo Suárez de Figueroa, maestre y promotor del convento de Santiago de la Espada de la calle San Vicente, y el teólogo, humanista y bibliógrafo Benito Arias Montano, un sevillano nacido en la templaria Fregenal de la Sierra, que también había estado enterrado en el templo sevillano de los caballeros santiaguistas.

En homenaje a Voltaire, el asistente Olavide urbanizó en la finca Bellaflor, junto al río, el primer espacio verde de la ciudad, los jardines de Las Delicias, y hasta hizo una plaza. Los jardines merecieron a su vez, ya en XIX, el homenaje del asistente Arjona, quien los enriqueció con estatuas procedentes de la residencia estival al modo romano que tenían los cardenales de Sevilla en Umbrete (7)..

Y se empeñó en adecentar, regularizar y recuperar definitivamente la “malsana e inmoral barriada de la laguna”, “un sitio yermo, convertido en muladar, con barrancos cenagosos”. Decretó la demolición de la mancebía y la construcción de una magnífica zona residencial de nueva planta, con el apoyo técnico de Manuel Prudencio de  Molviedro, aunque para ello tuvo que superar algunas dificultades como las que surgieron por “unas casillas que están contra la muralla”, que eran de un “santo clérigo” (8), el cual pedía “un disparate”. El viejo compás se integró como barrio 2º en el cuartel A.

Se dio forma a la nueva calle sobre la antigua laguna, que podría “lucir en cualquiera Corte”, con un trazado rectilíneo que incluso sorprende en el plano de 1771, y a la que se le dio el nombre de Olavide por iniciativa de los colaboradores del asistente (9). La calle se dotó de “casas magníficas”, incluida la Capitanía General de la Provincia (10).

Y el asistente mandó poner en invierno faroles o linternas en los balcones, porque no quería en Sevilla un nuevo motín de Esquilache.

Pero Olavide se tuvo que ir precipitadamente a Madrid en 1776 para responder ante el Santo Oficio (¡tercera persecución inquisitorial que ronda la Pajería!), porque lo denunció el capuchino alemán fray Romualdo de Friburgo, elemento incordiante en la tarea de Olavide de repoblador de Sierra Morena, celoso del poder de este como intendente de las Nuevas Poblaciones, lo que además hizo que el peruano tuviera que pasar largas temporadas en su palacio de La Carolina, en detrimento, sin duda, de su actividad en Sevilla. Lo acusaron de iluminado, cuando en realidad era un ilustrado, que no es lo mismo. Fue condenado por hereje, infame y miembro podrido de la religión. Como los templarios. En Sevilla, tras su caída se prohibieron muchas de las actividades promovidas por el asistente, como el teatro.

Después de un cautiverio un tanto peculiar, huyó a Francia, donde revivió los elogios de Voltaire y de otros filósofos, vivió la Revolución, fue nombrado “Ciudadano de Honor” y luego fue perseguido como extranjero sospechoso y encarcelado en el castillo de Cheverny, donde escribió El Evangelio en triunfo buscando que “todos estuvieran persuadidos por convencimiento íntimo de que la religión viene de Dios” (11), y hasta trabajó en un proyecto de idioma universal, antes del esperanto (¡como los templarios, que lo intentaron de forma esotérica en su proyecto de sinarquía mundial!).

Gracias al éxito de su libro volvió a España con permiso de Carlos IV y finalmente se retiró a Baeza, donde murió en 1803. Se le enterró en la iglesia de San Pablo pero sus restos, los restos del que creó el Panteón de Sevillanos Ilustres, no están localizados.

Hoy lleva su nombre la segunda universidad de la ciudad de Sevilla.



(1) Defourneax, Marcelin. Pablo de Olavide, el afrancesado
(2) Ibid. 1
(3) Campomanes fue admirador y biógrafo del benedictino Feijoo, autor de Ensayo sobre la causa de los templarios.
(4) Ibid. 1. El síndico personero era una especie de defensor del pueblo.
(5) Ibid. 1
(6) Ibid. 1
(7) Romero Murube, Joaquín. Los jardines de Sevilla (Casas y calles de Sevilla).
(8) Carta de Molviedro. A.H.N. Inquisición 3606
(9) Matute y Gaviria, Justino. Anales eclesiásticos y seculares de la Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Sevilla. Tomo II.
(10) González de León, Félix. Noticia histórica de los nombres de las calles de esta M.N.M.L.Y M.H. Ciudad de Sevilla
(11) Olavide y Jáuregui, Pablo de. El Evangelio en triunfo
www.wikipedia.org


martes, 12 de noviembre de 2013

LA CASA DE LA PAJERÍA Y SUS CIRCUNSTANCIAS (9: ARISTOCRACIA Y DECADENCIA)

La ciudad convento que era Sevilla convivió con la prostitución, porque la prostitución resistió. Después de todo, los alquileres de la Pajería ayudaban a abrir y sostener casas de arrepentidas, como fue el caso de las casas del Hospital del Espíritu Santo, que el inquieto y fogoso arzobispo Palafox abrió en 1691 en la calle del Rosario (1), a medio camino entre la Pajería, en la collación de San Clemente y del Sagrario, y la iglesia mudéjar de Santa María Magdalena, paradigma de la mujer arrepentida.

La calle de la Pajería conservaba su trazado medieval: no era muy derecha, ancha por unos sitios y angosta por otros (2). En ella se distinguía a principios del XVIII la casa número 46, de los Maestre Tous de Monsalve, con una bonita portada de mármoles blancos. ¿Era nuestra casa? ¿Se correspondía el número 46 con el actual 60? ¿Se había edificado algún otro palacio en la calle durante el barroco?

El caballero veinticuatro Francisco José Maestre Mahuiz, nacido en 1702 en la collación de San Isidoro, descendiente de los Meester de Flandes, se instaló en la Pajería cuando se casó, sin que conste que comprara la casa. Su hijo Juan Antonio contrajo matrimonio con Narcisa Tous de Monsalve, hija del marqués de Tous y nieta del conde de Benagiar, Alonso Antonio Tous de Monsalve, alcalde mayor perpetuo de Sevilla, gentilhombre y caballero de la Orden de Santiago.

Los Maestre no perdieron sus raíces en la parroquia de San Isidoro, que conserva orgullosa la capilla sepulcral de la familia, decorada con preciosos azulejos sevillanos del siglo XVII, donde una lápida ostenta el escudo de la casa y otra acredita el enterramiento y el patrocinio. El escudo corona también la severa reja.

El apellido Tous había entrado en Sevilla de la mano de la Virgen de la Hiniesta. En 1380 llegó mosén Per de Tous (3) con la imagen gótica que declaraba su origen: “Soy de Sevilla...”. Era, muy probablemente, hijo bastardo del religioso Pedro (o Pere) de Tous, tercer maestre de la Orden de Montesa, fallecido en 1374. Nos contó que había encontrado la imagen en un arbusto de la mediterránea genista, la amarilla hiniesta llamada la retama de los tintoreros. A propósito, no olvidemos que tras la disolución del Temple en 1312, Jaime II de Aragón, después de que el papa le denegara la fundación de una orden nueva solo con los bienes del Temple, fundó su orden en 1317 y la llamó como el castillo otrora templario de la localidad valenciana donde instaló su centro: Montesa. En la orden, dependiente de Calatrava, se integraron bienes de los templarios y de los hospitalarios de San Juan.

Per de Tous fue aquí  nombrado veinticuatro y alcaide de los Reales Alcázares y de las Atarazanas y aquí fundó el linaje Tous-Monsalve al casarse con María de Monsalve (4). La estirpe Monsalve procede de uno de los doscientos caballeros de linaje, de naturaleza zamorana, que conquistaron Sevilla con Fernando III (5). Del hijo de ambos, Juan Tous de Monsalve, se decía que en realidad era hijo de Juan II. En todo caso, la familia mejoró su posición en las cortes de Enrique IV y los Reyes Católicos. Un segundo Juan Tous de Monsalve, hijo del primero, fundó en 1499 una capellanía y un altar en la iglesia de San Julián.

En 1709 empezó un periodo desastroso en Sevilla, con la Guerra de Sucesión, seguida de una hambruna y una epidemia. El remate vino en 1717, cuando la Casa de Contratación y el Consulado Marítimo pasaron a Cádiz, quedando la Lonja sevillana vacía. Sevilla dependía de la agricultura, en poder de la nobleza, y de las Reales Fábricas, con lo que la aristocracia sevillana acrecentaba su posición frente a una creciente desigualdad social. La situación era contradictoria, porque mientras la ciudad era ejemplo de pobreza y mendicidad, seguía siendo el mayor contribuyente a las arcas del Estado.

Era muy importante el peso de la aristocracia sevillana. La Real Maestranza de Caballería, proveniente de la cofradía caballeresca de los acompañantes de Fernando III en la conquista de Sevilla, obtuvo autorización para tener su plaza de toros permanente en el monte del Malbaratillo. En 1730 levantó la primera plaza de toros, de madera y rectangular, y en 1761 comenzó la construcción por ochavas de la actual.

La familia Maestre y Tous de Monsalve habitó su casa de la Pajería durante varias generaciones. En 1766 nació Nicolás Maestre y Tous de Monsalve, que fue doctor en Teología; pronunció el sermón de bienvenida a José I y fue compromisario para las elecciones a Cortes extraordinarias, y luego fue capellán de la Maestranza, rector de la Universidad, consejero de Carlos III y obispo electo de Tarazona.

Otro miembro de la amplia familia, Alonso de Solís Tous de Monsalve, marqués de Rianzuela y hermano mayor de la Caridad, fue enterrado en la iglesia de San Bartolomé de la templaria Jerez de los Caballeros, donde había reparado la torre al estilo de la Giralda.

Sevilla era ya una ciudad de contrastes. En el compás de la Laguna existió entre 1756 y 1760 una hermandad de la Santa Cruz que, además de atender a sus difuntos, celebraba la fiesta de la Exaltación en mayo con fuegos artificiales, y en cuaresma celebraba la fiesta de los sermones. Eran los recuerdos de las antiguas misiones, con signos de muerte pero con explosión de vida en mayo. (6)

Europa estaba ya en el siglo de las luces y en el enciclopedismo, pero la decadente Sevilla se iba haciendo progresivamente más cerrada y más barroca en su religiosidad y en su aristocracia. Hasta que llegó Olavide.



(1) Vázquez García, Francisco y Moreno Mengíbar, Andrés. Poder y prostitución en Sevilla, Siglos XIV al XX. Tomo I: La Edad  Moderna
(2) González de León, Félix. Noticia histórica de los nombres de las calles de esta M.N.M.L.Y M.H Ciudad de Sevilla
(3) En la corona de Aragón, el título de mosén se aplicaba a religiosos, pero también a nobles de categoría secundaria.
(4) Rivarola y Pineda, Juan Félix Francisco de. Monarquía Española, blasón de su nobleza (Volumen 2)
(5) Mena y Calvo, José María de. Apellidos y escudos sevillanos y cordobeses que pasaron a Indias
(6) Romero Mensaque, Carlos José. La religiosidad marginal de Sevilla durante los siglos XVII y XVIII. Artículos de investigación (www.rosario en sevilla.org)
www.espanaeterna.blogspot.com.es