lunes, 24 de septiembre de 2018

LA MERCED Y LAS MERCEDES, LA GRACIA Y LAS GRACIAS

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La Orden Real y Militar de Nuestra Señora de la Merced y la Redención de Cautivos (...) fue fundada en 1218 en Barcelona a raíz de la aparición milagrosa de la Virgen a san Pedro Nolasco, al dominico san Raimundo de Peñafort y al rey Jaime I de Aragón, el Conquistador, el monarca de la estirpe griálica de Alfonso I el Batallador formado en el castillo templario de Monzón, que fue considerado predestinado como cabeza visible del proyecto sinárquico de la Cristiandad. Los monjes y caballeros mercedarios vistieron hábito blanco con el escudo de la orden, en el que, sobre las barras de sangre de Wifredo el Velloso, está la cruz octogonal y patada de plata en campo de gules, en una plasmación inversa del distintivo de las capas de los templarios. Jaime I, aunque lo intentó, no pudo llevar a cabo su cruzada, pero la advocación de la Merced se pro­pagó por todo el mundo, cumpliendo, al menos en parte, el proyecto universal del rey aragonés.
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Paso de Nuestra Madre y Señora
de la Merced
El 24 de septiembre, Sevilla celebra la fiesta de la gloriosa Virgen de la Merced, de la Misericordia y de las Mercedes, como la vemos en la Puerta Real, convirtiendo en devoción mariana la coherente acción de gracias por todo lo hecho y lo recibido. Porque una merced es una buena acción, una gracia, que no espera nada a cambio, y es también un agradecimiento.
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Todo el ciclo anual —todo un mundo— está en los pasos de palio de nuestra Semana Santa.
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Es curioso el caso de Nuestra Madre y Señora de la Merced, la Virgen del equinoccio de primavera que tiene un título del equinoccio de otoño, porque, al ir con san Juan Evangelista coronado por la cruz originaria del Bautista, lleva también los dos solsti­cios en el paso.
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Del libro de Antonio Hernández Lázaro El paso de palio: la búsqueda, Editorial Almuzara, 2018, pp. 50-51, 250, 251 y 253.


miércoles, 12 de septiembre de 2018

MARÍA DOLOROSA: LA DULZURA DE UN NOMBRE Y LA AMARGURA DE UN CAMINO

María Santísima del Dulce Nombre
 y san Juan Evangelista
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Sevilla es única. La dulzura y el amargor son aquí compatibles. Porque, si el Evangelista acompaña a la Virgen que, como Noemí, quiso tener nombre de Amargura, también asiste a la que luce su Dulce Nombre. Después de todo, el camino de la Pasión ya empezó con la comparecencia de Jesús ante Anás.
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Pero (...) la Dolorosa en Sevilla está en pie, firme, y su fortaleza hace que exprese su dolor (...) con dulzura, (...) sin teatralidad, sin aspavientos…, sin derrumbarse, sin desplomarse, sin excesivo dramatismo, sin el pasmo del evangelio apócrifo.
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Del libro de Antonio Hernández Lázaro El paso de palio: la búsqueda, Editorial Almuzara, 2018, pp. 72-73, y 133.

sábado, 8 de septiembre de 2018

EL NACIMIENTO DE LA VIRGINIDAD FÉRTIL

María Santísima de Regla Coronada
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También es este el sentido de la espiga que lleva en su mano izquierda María Santísima de Regla, porque, como canta su Salve, reconocemos en Ella, la reina de los Panaderos, la tahona en que se amasó el Pan divino, «el hombre y el mismo Dios». Aunque verdaderamente el simbolismo de esta espiga es múltiple. En efecto, la espiga de la Virgen de Regla la proclama como patrona del gremio de la panadería, recordándonos que solo debemos pedir a Dios «el pan nuestro de cada día», sin acumular, de la misma forma que no estaba permitido a los israelitas acumular maná excediendo el tamaño del ómer, la cantidad para el consumo diario por cabeza (Éxodo 16:16). Y también hay una tercera significación, seguramente no intencionada, pero cierta, porque la espiga nos remite a Spica, la Alfa Virginis, la estrella binaria blanca, la más brillante, la principal de la constelación de Virgo, que los antiguos simbolizaban como una espiga de trigo en la mano izquierda de una doncella divina, la Aristae Puella. Los primeros agricultores, que relacionaban la constelación de Virgo con las diosas de la fertilidad y los distintos nombres de la diosa madre, ya observaron que Spica desaparecía en el horizonte el 15 de agosto tras la siega del trigo seco y maduro, y volvía a aparecer el 8 de septiembre coincidiendo con el momento de la siembra del trigo de invierno, y asociaron a Spica con el ciclo agrícola de una naturaleza, que es madre siempre fértil y fecunda porque es siempre virgen, pura, inocente, y no tiene capacidad para concebir el mal. Los antiguos egipcios asociaban a Spica con la diosa Isis de la fertilidad, y le tenían tal veneración que hasta los templos de Akhenaton, hoy en ruinas, estaban alineados hacia el punto del horizonte en el que Spica hacía su aparición, saludando así a su estrella. (...) Y recordemos que el 8 de septiembre es el día de la Natividad de la Virgen María. Pues bien, he aquí que la festividad de la Virgen de Regla, que lleva a la Asunción en su palio, es precisamente el 8 de septiembre. En la espiga de María Santísima de Regla están, por tanto, su propia Natividad y la Navidad del Hijo.
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Del libro de Antonio Hernández Lázaro El paso de palio: la búsqueda, Editorial Almuzara, 2018, pp. 184 y 185.