¿Pasaron las casas del compás templario de Sevilla a
pertenecer al Cabildo a la extinción de la Orden del Temple? ¿Pasaron algunas a
pertenecer a personas relacionadas con el Cabildo?
En los últimos años del XIV y
primeros del XV vivió doña Guiomar Manuel, dama ilustre de la aristocracia
sevillana, descendiente de san Fernando y emparentada con doña Juana Manuel,
esposa de Enrique II. Podemos pensar –¿por qué no?– que la calle Pajería y
otras del antiguo compás se enladrillaron, como tantas en Sevilla, gracias a la
generosidad de doña Guiomar, que murió en 1426, muy sentida por los sevillanos.
La calle que va desde Pajería a la Laguna, es decir, de Zaragoza a la Plaza de
Molviedro, lleva su nombre.
Cerca de la Puerta de Triana, en la primera casa a la
izquierda, estuvo el hospital de San Cristóbal, en el que se fundara el
convento de monjas de Madre de Dios, visitadas con frecuencia por Isabel la
Católica, hasta que se mudaron en 1486, por culpa de una avenida del río,
cediendo la casa a tributo a la hermandad de Santas Justa y Rufina. El peso de esta
tradición hizo que la calle de casas adosadas a la muralla por
fuera, tras el arco que daba entrada a la Cestería, se llamara Vírgenes, y hoy
se llame Santas Patronas (1).
Desde 1481, la calle de Pajería era además paso institucionalizado de las comitivas de la Inquisición que, procedentes del castillo de San Jorge, se dirigían a la plaza de San Francisco para los autos de fe.
Desde 1481, la calle de Pajería era además paso institucionalizado de las comitivas de la Inquisición que, procedentes del castillo de San Jorge, se dirigían a la plaza de San Francisco para los autos de fe.
El salto cualitativo de la ciudad
vino con el siglo XVI, gracias al Descubrimiento de América y al subsiguiente
tráfico con las Indias. España –ya puede hablarse de España– había pasado a ser
el centro del mundo, y Sevilla era su capital comercial, porque ofrecía la
mejor continuidad de las rutas marítimas con las terrestres y la mejor
logística. Así, la vieja Híspalis se convirtió en puerto universal, su
población pasó de 50.000 habitantes a principios de siglo a 150.000 al
fin de la centuria (2) y sus riquezas aumentaron considerablemente. Era el
Imperio.
Pero en medio de esta opulencia, también había en Sevilla
ladrones, pícaros y, por supuesto, rameras. Hay que tener en cuenta que la
Puerta del Arenal, que conectaba el puerto con los centros de poder de la
ciudad, a través del barrio de la Mar, estaba rodeada de bodegones y casas de
juego, frecuentados por marineros, soldados y forasteros.
Probablemente, ya estaba fuertemente implantada en Sevilla la organización criminal llamada la Garduña, cuyas fechorías empezaron en Toledo en el siglo XV. Sevilla era demasiado atractiva para el hampa. La Garduña había comenzado colaborando con la Inquisición, delatando a judíos y herejes en general, y aquí tenía mucho campo de acción. Su capataz residía, al parecer, en Triana, cerca del castillo, y su territorio de actuación estaba en las proximidades de la puerta del Arenal.
Probablemente, ya estaba fuertemente implantada en Sevilla la organización criminal llamada la Garduña, cuyas fechorías empezaron en Toledo en el siglo XV. Sevilla era demasiado atractiva para el hampa. La Garduña había comenzado colaborando con la Inquisición, delatando a judíos y herejes en general, y aquí tenía mucho campo de acción. Su capataz residía, al parecer, en Triana, cerca del castillo, y su territorio de actuación estaba en las proximidades de la puerta del Arenal.
Y allí mismo, a la izquierda según se entraba por esa puerta, la antigua pajería se convirtió en el imperio de la mancebía
sevillana. Según Alfonso Pozo Ruiz (3), que cita como fuente a Francisco
Vázquez y Andrés Moreno, esta zona de prostíbulos y mala vida estuvo en el
Compás de la Laguna (¡el lugar seguía siendo identificado como un compás!).
Existía, desde que en 1416 el Concejo municipal había ordenado cercar la mancebía, una tapia pegada a las casas colindantes, que permitía, sin embargo, entradas y salidas discretas y secretas. Muchas de las casillas de prostitución, también
llamadas irónicamente “boticas” pertenecían a personajes relevantes e incluso
clérigos.
La entrada principal al recinto de la prostitución era la puerta conocida entonces como la del golpe, por la forma como se cerraba, en la calle de Boticas, actual Mariano de Cavia, y el chaval que se encargaba de
abrirla y cerrarla, guardacoimas o guardapostigos, según Morales Padrón (4),
era “el mozo del golpe” (se me figura más “el niño ‘el golpe”), un “empleado de
los padres” (5).
Se ha pensado que la tapia estaba donde hoy está la manzana entre las calles Zaragoza y Padre Marchena. Alfonso Pozo cita, en relación con la tapia, “unas casas que por allí poseía el Cabildo de la Catedral a principios del siglo XV”, con puertas a la Pajería y la laguna. Seguramente se trata de nuestra casa de la Pajería, según lo cual pienso que lo más probable es que hubiera tapia a ambos lados de ella.
Las autoridades controlaban el negocio. En 1553 se promulgaron por el municipio las Ordenanzas de la Mancebía de Sevilla.
Cuenta Santiago Montoto que allí, “por el Compás y la Mancebía” se daba el más desolador de los cuadros sevillanos de la época, el de los niños hambrientos, casi desnudos, roñosos y tiñosos, que por allí vagaban y se adiestraban en las artes que, indefectiblemente, los llevarían al verdugo, a las galeras o a la “ene de palo” (6), que no es otra cosa que la horca.
Por cierto, que en la referencia exhaustiva que Montoto hace de los oficios y artesanías presentes en la ciudad, de los gremios y hermandades (7), no aparece como uno de ellos la pajería. Es de suponer, si la denominación provenía del comercio de la paja, que este había decaído.
Por otra parte hay que señalar que las Ordenanzas consideraban por igual a las rameras y a las concubinas de los curas, que estuvieron permitidas hasta que el Concilio de Trento, que acabó al fin en 1563, condenó el concubinato.
En este contexto, en 1576, el racionero de la Catedral hispalense, Pedro Pablo, vendió la casa al hermano de santa Teresa de Jesús, Lorenzo de Cepeda y Ahumada, que traía dinero fresco de América y quería ayudar a su hermana en la ardua tarea de fundar conventos, con un afán especial por establecer el Carmen Descalzo en Sevilla...
Las autoridades controlaban el negocio. En 1553 se promulgaron por el municipio las Ordenanzas de la Mancebía de Sevilla.
Cuenta Santiago Montoto que allí, “por el Compás y la Mancebía” se daba el más desolador de los cuadros sevillanos de la época, el de los niños hambrientos, casi desnudos, roñosos y tiñosos, que por allí vagaban y se adiestraban en las artes que, indefectiblemente, los llevarían al verdugo, a las galeras o a la “ene de palo” (6), que no es otra cosa que la horca.
Por cierto, que en la referencia exhaustiva que Montoto hace de los oficios y artesanías presentes en la ciudad, de los gremios y hermandades (7), no aparece como uno de ellos la pajería. Es de suponer, si la denominación provenía del comercio de la paja, que este había decaído.
Por otra parte hay que señalar que las Ordenanzas consideraban por igual a las rameras y a las concubinas de los curas, que estuvieron permitidas hasta que el Concilio de Trento, que acabó al fin en 1563, condenó el concubinato.
En este contexto, en 1576, el racionero de la Catedral hispalense, Pedro Pablo, vendió la casa al hermano de santa Teresa de Jesús, Lorenzo de Cepeda y Ahumada, que traía dinero fresco de América y quería ayudar a su hermana en la ardua tarea de fundar conventos, con un afán especial por establecer el Carmen Descalzo en Sevilla...
(1) González de León, Félix. Noticia histórica
de los nombres de las calles de esta M.N.M.L.Y M.H. Ciudad de Sevilla
(2) Montoto, Santiago. Sevilla en el Imperio
(2) Montoto, Santiago. Sevilla en el Imperio
(3) Pozo Ruiz, Alfonso. La ubicación de la Mancebía en
Sevilla. La prostitución en la Sevilla
del siglo XVI. Alma mater hispalense. Vázquez García, Francisco y Moreno
Mengíbar, Andrés. Poder y prostitución en Sevilla, tomo I: la Edad Moderna
(4) Morales Padrón, Francisco. La Ciudad del Quinientos.
Historia de Sevilla, tomo III
(5) Ibid. 2. Eran llamados “padres” los proxenetas explotadores de los burdeles
(6) Ibid. 2
(6) Ibid. 2
(7) Ibid. 2
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