Llamadme Amara, así Dios lo ha querido.
Soy la Madre de Aquel que padeciera
la más cruel pasión y que muriera
callando ante el desprecio y el olvido.
Soy la que llora el llanto dolorido,
el amargo llorar, sin tan siquiera
poder oír a Juan, que está a mi vera
como un hijo, leal, comprometido.
Derramaré mis lágrimas, silente
en el blanco silencio penitente,
buscando una salida al desconsuelo,
y al fin el barrio alegrará mi alma,
que aquí, en el Baptisterio de la Palma,
es mi Amargura pórtico del cielo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario