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Paso de Nuestra Señora de la Encarnación Coronada |
La Encarnación del
Verbo fue la primera primavera equinoccial de la Virgo fidelis. Así lo
vino a reconocer la Cristiandad, como uno de los primeros dogmas, a partir de
la proclamación de la doble naturaleza de Jesucristo, en el Credo
niceno-constantinopolitano: «(…) por obra del Espíritu Santo se encarnó en
María la Virgen y se hizo hombre». Las palabras de san Gabriel son una
actualización del «Fiat lux» («Hágase la luz»), una renovación de la
cosmogonía, de la Creación, porque la Encarnación de Cristo en el seno de la
Virgen María tiene la connotación de un acto de Creación, con el Espíritu
cubriendo a María de igual modo que el viento de Dios había aleteado sobre las
aguas. Así el «poder del Altísimo» cubrió con su sombra a esa nueva Arca que es
María (Lucas 1:35), la Virgo prudentísima. La cosmogonía es el concepto
primigenio de un orden físico y metafísico, la narración mítica del origen del
Universo, y es también, por tanto, una teogonía, porque en la Creación se
afirma Dios. Jesús, el nuevo Adán, se encarnó para salvar a la Humanidad del
caos en el que esta estaba sumida, manifestándose como luz del mundo y eje de
la evolución humana. Por eso son compatibles la magnificencia de la Sedes
sapientiae y la humildad de la Encarnación, porque es la divina Sabiduría la que origina la Encarnación en la
concavidad del seno de María, y es en la Encarnación donde se actualiza el
eterno femenino en virtud de la humildad de María, la Mater castissima.
Por la palabra de Dios hecha carne (Juan 1:14), la humanidad se deificó y Dios
se humanizó. Así María, Mater Salvatoris, fue
también Mater Creatoris.
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Y el Martes Santo la
Encarnación se hace Dolorosa en San Benito. En Ella está la doble primavera,
doble cosmogonía. Y así, en la tarde del Martes Santo sevillano, el palio de
Nuestra Señora de la Encarnación Coronada será para nosotros el más excelso
exponente de la renovación cosmogónica, que nos llevará a sentir la presencia
de la gloria de Dios. Y Ella, bajo su palio encarnado, nuevo propiciatorio
sobre el Arca, mediará para que agrade a Dios la estación de penitencia.
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