Salida del paso de Nuestra Señora de la Angustia. con la presidencia en primer plano |
A propósito
de la organización de la procesión, dejo ahí la cuestión de si
hay un criterio protocolario-teológico atemporal para determinar que
vaya Cristo delante y la Virgen detrás, y, en ese caso, cuál de los
pasos ocupa un lugar preferente. Es más, cuando en una cofradía hay
dos Cristos titulares, ambos pasos, ordenados según la cronología
evangélica, preceden al palio de María. Hay casos en los que la
Virgen acompaña al Cristo en su paso, pero, cuando hay dos Vírgenes
titulares, porque una acompaña al Cristo, siempre el paso de palio
cierra la procesión. Cuando hay un paso alegórico, siempre es el
primero, yendo después el Cristo y cerrando el palio de la Virgen. Y
hay otro hecho significativo: los pasos de la Soledad de San
Buenaventura y la Soledad de San Lorenzo son de Cristo aunque esté
la cruz vacía, yendo sola la Virgen y siendo pasos únicos en ambos
casos. En Sevilla puede haber cofradías, como es el caso de estas
dos, sin Cristo, pero no hay ninguna sin Virgen. Pero volvamos al
tema: ¿es preferente el lugar de cierre del paso de palio?
Ciertamente siempre se podrá defender y argumentar que el lugar del
Redentor, el del primer paso, es preferente al de la Corredentora. Y,
a propósito, podemos preguntarnos por qué en la mayoría de las
cofradías –con notorias excepciones, como el caso del Gran Poder–
el hermano mayor va en la presidencia del paso de palio, partiendo de
la base de que en el protocolo eclesiástico la presidencia ocupa el
último lugar.
Todas las culturas han rendido culto a una diosa reina. La primera civilización
histórica, la mesopotámica sumeria, allá por el cuarto milenio
antes de Cristo, adoraba a Inanna, la diosa de la madre naturaleza,
de la vida y la fecundidad, que formaba parte del grupo de los doce
dioses principales del cielo y de la tierra.1 Más tarde, los
acadios, los asirios, los amoritas, los babilonios y también los
hititas llamaron a esta misma deidad Ishtar (o Eshdar). Luego,
bebiendo de las fuentes amoritas, los cananeos y los sidonios, los
pueblos fenicios, asimilaron esta divinidad como Astarté, que fue
llamada también Astarot por los israelitas, representando el culto a
la madre naturaleza, a la vida, al amor y a la fertilidad.2 El
libro de Jeremías recoge la ira de Yavé por el culto que se rendía
a Astarté, la reina del cielo: “Los niños amontonan leña y los
padres encienden el fuego, las mujeres amasan harina para hacer
tortas a la reina del cielo y vierten libaciones en honor de dioses
extranjeros para herirme a mí”.3 Incluso le rindió culto Salomón, con la consiguiente ira de Dios.4 La figura de Astarté no nos es precisamente ajena a los sevillanos. Recordemos que, según la leyenda, Astarté fundó Triana, huyendo del acoso de Hércules.5
Los
cananeos y los egipcios, emparentados, compartieron sus dioses. En el
cielo de Egipto reinó Ast, también llamada Isis, diosa de la maternidad y del nacimiento cuyo nombre significa trono. Solía representarse como trono de sabiduría, con Horus sobre sus piernas medio abiertas. La Isis negra representaba la fertilidad de las orillas del Nilo ennegrecidas por los limos. Su homóloga griega fue Afrodita, reina de la belleza, del amor y´de la reproducción, venerada luego
por los romanos como Venus.6 Y la estrella de ocho puntas con
círculo central fue el símbolo de Ishtar y de Venus.7
La doctrina
de que la Virgen fue coronada reina del cielo tras su Asunción es de
la iglesia primitiva, con fundamento teológico basado en el dogma de
María como Virgen Madre de Dios. Por otra parte, la enseñanza de la realeza de María y de la de su Hijo Jesucristo sigue el precedente bíblico del Árbol de Jesé, que fue alegoría de la Concepción Inmaculada de María antes de que se adoptara la iconografía apocalíptica de la mujer revestida de sol, con la luna bajo sus pies y coronada de doce estrellas.8 No olvidemos que, dada la poligamia de los reyes de Israel y de Judá, el título de reina no se le daba a cualquier mujer de un rey, sino solo a la que era madre de un rey.9 Así, María fue reconocida como gebirá, reina madre.10 San Gregorio Nacianceno la vio
como la “Virgen Madre, de quien surgió el reino de todo el mundo”,
precisamente por ser la “Madre del Rey del Universo”.11 Y en el siglo IV san Efrén de Siria ya la consideraba Reina del Cielo.12
Coronación
de la Virgen María por
la Stma. Trinidad. Cristóbal Ramos.
Iglesia
del Santo Ángel
|
La
iconografía de la coronación de la Virgen procede del arte
bizantino, difundiéndose en Europa en la Edad Media. En esa línea
se pronunció en 1476 Sixto IV.13 Desde España se globalizó
la idea, al exportarse a América. En el siglo XVI, la Virgen lucía
la corona del Sacro Imperio Romano Germánico, la corona de la casa
de Austria. En el XVI, Velázquez, inspirándose en un grabado de
Durero, pintó a la Virgen María, llena de modestia, de reverencia y de
emoción, coronada en el cielo por la Santísima Trinidad con una guirnalda de
flores. El modelo tuvo éxito en el Barroco, en obras como la de Andrés de
Ocampo para el convento dominico de Nuestra Señora del Monte Sión, que está hoy en el Museo de Bellas Artes, o las de Lucas
Valdés para Santa Paula y la Caridad, o como en el retablo de la
Coronación de María, de Cristóbal Ramos, que hay en el Santo
Ángel.14
Retablo cerámico de Nuestra Señora de Todos los Santos y azulejo conmemorativo en la parroquia de Omnium Sanctorum |
En
Sevilla, tras el apoyo del cardenal Segura, la hermandad de la
Sagrada Cena proclamó en su protestación de fe de 1948 el voto de
defender la realeza de María,15 ostentándolo así el escudo
de la corporación, con la M coronada. En 1950, las hermandades
de la Divina Pastora y Santa Marina, Sagrada Mortaja, Coronación,
Silencio, Calvario, Esperanza Macarena, Divina Enfermera y Sagrada
Lanzada, Monte-Sión, y Divina Pastora de Cantillana, y la
congregación de los Luises hicieron voto y juramento en la iglesia
de San Martín.16 Finalmente, el día de Todos los Santos de
1954 Pío XII proclamó públicamente la realeza de la Madre de Dios.
Y así está registrado a los pies del retablo cerámico de Nuestra
Señora de Todos los Santos, en la fachada de la parroquia de Omnium
Sanctorum.17 Hoy, en la Cristiandad, nadie lo duda: María, con
su Hijo, es bienaventurada con la gloria de una reina celestial a lo
largo de todo el mundo.18
Suelo de la Catedral de Sevilla, ante la Capilla Real |
Sevilla,
la nueva Jerusalén, supo escuchar la voz de la sabiduría bíblica,
que hizo elogio de sí misma: “Por mí reinan los reyes y los
príncipes decretan la justicia”.19 Por ello, los reyes eran
coronados en ese oasis en desierto cuaresmal que era la dominica de
pan y peces.20 Y así, en Sevilla, María, que es la reina, es
también el trono, la sede y la cátedra, y es también la propia
sabiduría salomónica manifestada en el libro de los Proverbios;
Ella es la kiriotissa
sevillana, cuyo dosel catedralicio proclama el lema bíblico en la
Capilla Real, el templo salomónico que corona ese monumento
asuncionista que es la Catedral sevillana. Cuando vayamos a verla,
fijémonos también en el pórtico de los reyes bíblicos de la
Capilla Real, ante el cual lucen tres estrellas de ocho puntas, con
sus correspondientes círculos, que ya sabemos que representan la
virginidad de María antes, durante y después del parto.
Nuestra Señora de los Ángeles |
En el paso
de palio, la Virgen es reina, como lo es en la Letanía Lauretana: de
los ángeles, de los patriarcas, de los profetas, de los apóstoles,
de los mártires, de los confesores, de las vírgenes, de todos los
santos; concebida sin pecado original y elevada al cielo, reina del
Rosario, de las familias y de la paz. Su corona
consta de un canasto similar a cualquier corona de cualquier
monarquía europea, al que se añadieron en el siglo XVII los
imperiales, bandas superiores cruzadas –aunque hay coronas sin
imperiales, como la de la Virgen de Montserrat, en coherencia con la
Virgen Negra catalana–, y la aureola resplandeciente de rayos
flamígeros, solares, unos con estrellas, otros sin ellas. A menudo,
coronando la corona aparece el orbe, coronado a su vez por la cruz.
Algunas coronas tienen querubines, escudos, emblemas, objetos
eucarísticos... El sello dieciochesco está presente en las coronas
del Mayor Dolor y Traspaso, de 1798, y en las de Regla y el Socorro.
Las demás son ya eclécticas, aunque predomina el espíritu barroco,
que se quedó a vivir en Sevilla. Hay que citar la de la Virgen del
Subterráneo, de la hermandad de la Cena, la magnífica corona de
ráfagas de la Amargura y la clásica y estrellada corona de la
Macarena. La singular corona neobizantina de Nuestra Señora de
los Ángeles proclama en una filacteria el dominio sobre la corte
celestial: REGINA ANGELORUM.
María
es reina. Por eso, en 1932, la Niña de la Alfalfa se lo cantó a la
Virgen de la Estrella, que se atrevió a salir en medio del conflicto
social y político: “Aquí quien manda eres Tú, Estrella de la
mañana”.
Por
eso se toca el himno de España, la Marcha real, saludándola –como
al Cristo– con honores reales, a la salida y a la entrada del paso.
María Santísima de Regla Coronada Foto Galisteo |
Por eso
existen las coronaciones canónicas, el rito litúrgico que desde el
siglo XIX reconoce la devoción de advocaciones marianas, inspirado
en la iniciativa del siglo XVII de los capuchinos, que recogían
joyas para realizar la corona de la Virgen. Entre las sevillanas
mencionaré la de la Virgen de los Reyes, en 1904, porque Ella, que
es la sede de la sabiduría sevillana, fue la primera coronada en
Andalucía, y la de la Virgen de la Antigua, en 1929, porque la
advocación que llamó a san Fernando ya fue representada coronada
por dos ángeles. Y, ya en Semana Santa, hablaré de las de la
Amargura en 1954, la Esperanza Macarena en 1964, la Esperanza de
Triana en 1984 y otras muchas más modernamente, entre las que
mencionaré la de la Virgen de Regla, en 2010, por ser la
mía.21
La Virgen
María, la que ofreció la plenitud de su materia inmaculada para la
gran obra de Dios, como se ofrece la Tierra a la acción benéfica de
los rayos del Sol, fue justamente por ello, aunque pueda parecer
contradictorio, venerada como Virgen Negra, porque esa negritud, esa
nigredo, es signo de entrega y de fertilidad. Así,
consiguientemente, al asumir su sagrada función corredentora y
mediadora, la Madre de Cristo, erigida como
señora de purificación, de restauración y de consuelo, de paz y de
virtudes, se hizo espejo de plata lunar en su paso de palio para
reflejar la luz del Sol de justicia. Y en su paso de palio está,
precisamente, coronada de oro solar, el más noble e incorruptible
material, como reina de sabiduría y de transformación espiritual,
como reina del cielo y de la tierra, y como reina de Sevilla. Porque,
aunque haya excepciones –ya sabemos que en esta ciudad siempre las
hay, porque son matices que enriquecen los mensajes, como ocurre con
las coronas de plata de la Virgen de la Paz, en su paso que es pura
blancura, y de la Virgen de las Tristezas, en su paso que es
exquisito minimalismo en el recogimiento–, la corona de María
Santísima es siempre idealmente áurea, más allá de la
materialidad. Es más, la corona –o la excepcional diadema de
Nuestra Señora de las Aguas o de María Santísima de los Dolores y Misericordia– puede ser el único elemento dorado
del paso de palio. Pero es la
cabeza de la Virgen la que adorna la corona y no al revés. Ella es
la corona. He aquí, por
tanto, la culminación de la gran obra de Dios.
1. Sitchin,
Zecharia. El 12º planeta
2. La
influencia pagana en la tradición católica (www.perso.wanadoo.es)
3. Jeremías
7:18
4.
1
Reyes 11.5
5.
Lauriño, Manuel. Visión
mitológica de Triana
7. Sitchin,
ob.cit.
8.
Apocalipsis
12: 1-10
9.
1
Reyes 2: 17-21, Jeremías 13:18
10.
La
gebirá en el Antiguo Testamento
(www.principioscatolicos.blogspot.com.es)
11.
San
Gregorio Nacianceno. Poemata
dogmatica, XVIII, v. 58
12.
San Efrén, Hymni
de B. Maria
13.
Sixto IV. Cum
Praexcelsa
14.
www.rafaes.com
15.
Azulejo conmemorativo en la iglesia de los Terceros.
www.conocersevilla.org
16.
Lápida en la iglesia de San Martín
17.
Azulejo conmemorativo en Omnium Sanctorum
18.
Pío XII. Ad
Caeli reginam 1
19.
Proverbios
8:15
20.
La
bendición de la rosa de oro, símbolo de Jesús y de María en la
dominica cuarta de Cuaresma,
artículo de la revista Sevilla
Mariana,
tomo 4, nº 41
No hay comentarios:
Publicar un comentario