El
paso de palio anda, porque esa es su función, su misión; ve su
camino por los ojos de los capataces y lo anda por los pies de los
costaleros. Si no fuera así, sería un altar. Andando, recorriendo
su itinerario, es como el paso cumple con su razón de ser. El acto
de levantarse el paso (la “levantá”) es el presupuesto necesario
para andar. Y el llamador es el instrumento para que el
capataz llame a los costaleros a levantar el paso y a llevarlo
andando por la ciudad.
Hay, sin
embargo, una realidad trascendente: la Virgen, como el Cristo, anda
por Sevilla, fundamentalmente, porque quiere, y porque, en un acto de
obediencia, la propia ciudad mueve los pasos. Por lo tanto, el
capataz, al utilizar el llamador, es
sencillamente la mano de Sevilla. Como su voz es la voz de Sevilla.
Capataz del paso de María Santísima de la Aurora |
Hay
algunos pasos de palio que, impregnados de seriedad y misticismo, se
levantan mediante tres sobrios y secos martillazos, en medio del
silencio: un primer golpe para que se prepare la cuadrilla, un
segundo golpe de aviso para igualar y un tercer golpe para la
levantá. Pero en la mayoría de los casos el capataz
reproduce indefectiblemente, como una oración, una fórmula
tradicional en el gracioso, ágil y expeditivo lenguaje andaluz:
“¡To'os por iguá', valientes!”. A menudo,
previamente, el capataz manda: “¡Al Cielo con Ella!”. Suele
ocurrir que los costaleros, a coro, repitan, haciendo suyo el
propósito: “¡Al Cielo!”. Y una vez que el capataz
comprueba que la cuadrilla está preparada, da la orden definitiva:
“¡A esta es!”. Al golpe de martillo que viene a continuación,
los costaleros levantan el paso, de un salto, todos por igual,
buscando la levantá perfecta, haciendo que el
paso se eleve lo más posible
a fuerza de impulso humano y de fe. Como si fueran ángeles para la
mismísima Asunción de la Virgen al Cielo o para soportar la
majestad ingrávida de las Inmaculadas de Murillo. Hay un instante en
el que el paso está literalmente en el aire, como si no pesara.
Detalle del paso y los costaleros de María Santísima de las Mercedes Foto Rocío Ruz |
Los
costaleros están ocultos por los faldones, bajo las trabajaderas. Ya
había costaleros en Sevilla en el siglo XVII. Incluso, en el XVI, la
custodia del Corpus era llevada por costaleros. Eran humildes
cargadores del muelle, asalariados. Así fue hasta que en los años
setenta del pasado siglo cundió el ejemplo de los hermanos
costaleros. Hoy es esa la tónica general, y los costaleros son
vistos por la ciudad como héroes.1 No
es objeto de este trabajo entrar en aspectos sociales, que sin duda
están tras esta evolución en la forma de llevar los pasos en
Sevilla, ni tampoco en aspectos relacionados con las tensiones que
ese hecho genera en las hermandades. Solo quiero ver el simbolismo de
la fuerza humana para los pasos divinos. Porque, más allá de que
sean hermanos o no, con papeleta de sitio o no, asalariados o no, los
costaleros, sus cervices y sus riñones, son en Semana Santa la
fuerza de Sevilla
para elevar el paso de palio y acercarlo al Cielo, llevándonos a
todos con Ella. Luego, la ciudad se valdrá de los pies de los
costaleros para que se sustancien y se hagan reales los pasos de
Jesús y de su Madre por esta tierra, guiados por los ojos de los
capataces. Evidentemente, el llamador es mucho más que un elemento
técnico; es el elemento de unión entre la ciudad y los Cristos y
Vírgenes, lo que es tanto como decir entre la Tierra y el Cielo.
María es
la Porta Coeli, la puerta que
Cristo franqueó en dirección descendente, la misma que el cristiano
aspira a cruzar en dirección ascendente. Y el paso de palio es la
cueva mariana
que es paso necesario para entrar en el Cielo.
Por
eso es imagen
del propio Cielo, con su plata, su oro, sus nobles tejidos, su luz y
sus flores y, por supuesto, con el rostro, doloroso pero
fundamentalmente bello, de la Virgen.2
Llamador de Madre de Dios de la Palma |
Levantarse
el paso es como abrirse las puertas del Cielo. El más bello
ejemplo al respecto es la llave de san Pedro del llamador de Madre de
Dios de la Palma, con la tiara pontificia sostenida por dos ángeles.
Detalle del paso de María Santísima del Dulce Nombre, con el llamador en primer término |
Hay muchos ángeles en los llamadores. Dos ángeles sostienen la
tiara que corona el escudo del Silencio en la Concepción, y uno
sostiene el escudo en los Dolores y Misericordia. Otros ángeles nos
ayudan a ir al Cielo con la reina de los Negritos, otros llevan la
carroza del Socorro, otros son toreros para la Caridad del Baratillo,
otros portan el sol ante la Virgen apocalíptica del Sábado Santo.
Dos querubines señorean el puente de Triana, uno sobre la capillita
del Carmen y otro sobre la Giralda, en los llamadores hermanos de la
Estrella y del Rosario de Monte Sión.3 Y el ángel pesador de
las almas a la puerta del Cielo, san Miguel Arcángel, asesta el
golpe decisivo al dragón para ir al Cielo con la Macarena o con el
Dulce Nombre.
El
Espíritu Santo está en el Rocío sobre el tronco y la serpiente, y
en la Encarnación con la corona de la Virgen. En el Rosario Doloroso
está el Sagrado Decreto. “La fe de los cofrades de las Penas
golpea al corazón de Sevilla”, en los Dolores de San
Vicente,4 y
está con la caridad en el llamador de la “Reina de las Mercedes
Coronada”. La palma está
con la Virgen de su nombre. La barca está en el Carmen Doloroso, en
Consolación o en la Esperanza de Triana, con
un salvavidas a proa y una red a popa, navegando sobre
serpientes marinas patroneada por dos pequeños que cargan con el
ancla.5 El
Cordero está en Gracia y Amparo, con un corazón traspasado. También
el corazón está en el Mayor Dolor y Traspaso. Los Siete Dolores
están en Santa Cruz.
La
Amargura lleva un extraño animal mitológico. En el Valle, un león
se encuentra con la urna del rey san Fernando.6 La Virgen de Regla lleva la Cruz de San Andrés.
La propia Virgen está el
llamador de Guadalupe, apareciéndose al indio Juan Diego, o en el de
los Desamparados, ayudando la valenciana a llevar al Cielo a la
sevillana. Heráldicos
son los dos llamadores de la Esperanza de la Trinidad, como la propia
O que corona el puente de Triana. Los seises, tan sevillanos, son
como ángeles con la Virgen del Subterráneo y con la de las Aguas.
La
cueva del paso de palio está dispuesta dentro de otra cueva mayor,
que es el templo, construcción humana que es a su vez sublimación
de la cueva primitiva. Por eso, la salida del paso traspasando la
puerta del templo, que es en sí misma un símbolo femenino, es un
trance, como un alumbramiento, como un parto tras el cual el paso
recibe la luz.7 No
es difícil ver en el ajuste arquitectónico una figura de la
dificultad del nacimiento, que es el momento en el que se patentiza
el milagro de la vida.
Si
las salidas de todos los pasos son momento de máxima expectación,
la salida del paso de palio, quizá por la dificultad de su forma y
su tamaño, o quizá por otras razones más profundas, infunde una
angustia especial.8
Salida de Nuestra Señora de la Hiniesta |
La
mayoría de las puertas que ven salir los pasos de palio son
adinteladas y, dependiendo de su altura, requieren bajar más o menos
el paso. La salida es siempre dificultosa, siempre comprometida;
requiere la mayor pericia, la mayor concentración, el mayor esfuerzo
y, sobre todo, el mayor corazón.9 El proceso es delicado, pero todas las veces sale bien. Cuando la
salida no tiene especial dificultad, puede ganar en magnificencia. Me
fijaré, sin embargo, en las puertas apuntadas, desde la vieja portada que
ve salir a la Virgen de Loreto a los pies del templo de San Isidoro,
cuyo alfiz parece ser un recuerdo de un arco original de herradura, hasta la que se ha abierto recientemente en el antiguo convento del Valle para que salgan los titulares gitanos de nombres granadinos. Me fijaré en las portadas góticas, más femeninas aún, con su ojiva y su
concavidad, que hay a los pies de los templos mudéjares: Omnium Sanctorum, para Gracia y Amparo y el Carmen Doloroso; San Julián, para la Hiniesta; Santa Marina para la Aurora.
Y me fijaré especialmente, por
la dificultad añadida de las puntas de diamante, en la puerta del lado de la
Epístola del templo que Sevilla dedicó al protomártir San Esteban,
en la feligresía a la que perteneciera don Fadrique Enríquez de
Ribera. Porque quizá, tenemos aquí, el Martes Santo, el más claro
ejemplo de salida complicada, cuando ve la luz María Santísima de
los Desamparados. Los costaleros, de rodillas, casi tienen que arrastrarse. Hasta
tienen que venir en su ayuda los costaleros del Cristo. Es necesario
ir con la Virgen “a tierra”, porque si no no podría salir. El
Cielo se hará presente, patente y brillante, según salga la Virgen.
Cuando la luz del sol entre a través de la malla del palio, nos
deslumbrará la belleza morena de la Virgen de los Desamparados. Y
vibraremos de emoción cuando, ya en la calle, el palio se levante totalmente.
Salida de María Santísima de los Desamparados |
El cofrade –el que sale de nazareno pero también el que presencia el paso de la cofradía– tiene en Semana Santa la oportunidad de regenerarse,en un proceso de renacimiento que es equiparable a un nacimiento. Y eso es coherente con el profundo simbolismo de la salida de la cofradía y, sobre todo, del paso de palio, porque es el paso de palio el que reproduce la cueva primigenia, asimilada al macrocosmos de la bóveda celeste y al microcosmos del corazón humano, invitándonos, por tanto, a buscar la verdad, el tesoro escondido, tanto en la extrospección como en la introspección. Por eso sentimos que la salida del paso, desde la sombra del templo a la luz de la tarde sevillana, nos llama a iniciarnos de nuevo. Por eso sentimos que, cuando el paso se levanta “¡al Cielo!” después de haber bajado “a tierra”, podemos ir con él, con Ella, de alguna forma resucitados, a un mundo ideal, elevado, excelso y resplandeciente.10
El misterio radica en que el paso puede ir al Cielo y llevarnos con él incluso dentro de la iglesia, antes de ir a la luz.
1. Fernández Angulo, María del Pilar. Las cuadrillas de costaleros en Sevilla (www.juridicas.unam.mx)
2. Se recomienda
leer los capítulos anteriores de esta serie.
7. Cirlot
, Juan Eduardo. Diccionario
de símbolos
8. González
Gómez, Juan Miguel y Roda Peña, José. Imagineros
y imágenes de la Semana Santa sevillana (1563-1763) en
Las
cofradías de Sevilla en la modernidad
9. Recomiendo
leer el poema del padre Ramón Cué Romano Para
ser buen capataz.
10. Recomiendo
leer el capítulo 21 de esta serie, titulado El
retorno, el inicio.
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