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La Orden
Real y Militar de Nuestra Señora de la Merced y la Redención de Cautivos (...) fue fundada en 1218 en Barcelona a raíz de la aparición
milagrosa de la Virgen a san Pedro Nolasco, al dominico san Raimundo de
Peñafort y al rey Jaime I de Aragón, el Conquistador, el monarca de la estirpe
griálica de Alfonso I el Batallador formado en el castillo templario de Monzón,
que fue considerado predestinado como cabeza visible del proyecto sinárquico de
la Cristiandad. Los monjes y caballeros mercedarios vistieron hábito blanco con
el escudo de la orden, en el que, sobre las barras de sangre de Wifredo el
Velloso, está la cruz octogonal y patada de plata en campo de gules, en una
plasmación inversa del distintivo de las capas de los templarios. Jaime I,
aunque lo intentó, no pudo llevar a cabo su cruzada, pero la advocación de la
Merced se propagó por todo el mundo, cumpliendo, al menos en parte, el
proyecto universal del rey aragonés.
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Paso de Nuestra Madre y Señora de la Merced |
El 24 de septiembre, Sevilla
celebra la fiesta de la gloriosa Virgen de la Merced, de la Misericordia y de
las Mercedes, como la vemos en la Puerta Real, convirtiendo en devoción mariana
la coherente acción de gracias por todo lo hecho y lo recibido. Porque una
merced es una buena acción, una gracia, que no espera nada a cambio, y es
también un agradecimiento.
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Todo el ciclo anual —todo un
mundo— está en los pasos de palio de nuestra Semana Santa.
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Es curioso el caso de Nuestra
Madre y Señora de la Merced, la Virgen del equinoccio de primavera que tiene un
título del equinoccio de otoño, porque, al ir con san Juan Evangelista coronado
por la cruz originaria del Bautista, lleva también los dos solsticios en el
paso.
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