La versión romántica de los caballeros templarios –o, por
mejor decir, de sus ánimas en pena– fue la más tenebrosa. Un sevillano, Gustavo
Adolfo Bécquer, tuvo que ser quien la creara en El monte de las ánimas,
junto a la ermita soriana de San Saturio, en la encomienda templaria de San
Polo (1).
Casualmente, junto a Bécquer, en el
Panteón de la Anunciación otrora jesuita, reposa otro sevillano ilustre: el historiador
del arte José Gestoso y Pérez, que en 1885 dirigió la restauración de la
iglesia de Santa Marina.
La iglesia parroquial de Santa
Marina de Sevilla fue una de las primeras que se erigieron en nuestra ciudad
tras la conquista en 1248, en una zona de fuerte vitalidad económica, sobre el
antiguo Cardo Maximus de la Híspalis romana. Su portada es un monumento a
la castidad. Pero es mucho más.
En uno de los prótomos más cercanos
al Padre Eterno, el que está a la izquierda del espectador, aparece santa Marina
con un niño (no perdamos de vista que si se tratara de la Virgen María, el niño
estaría en el centro o sobre su pierna izquierda). Según La leyenda dorada
(2), Marina se hizo pasar por varón para entrar en un convento. Tan bien hizo
este papel que fue acusada por una mujer de ser padre de su criatura. Marina
renunció a defenderse y cuidó al chaval. Solo cundo murió se descubrió la
verdad.
En el lado derecho, a la misma
altura, está santa Margarita de Antioquía. Pero santa Margarita es venerada en
la iglesia ortodoxa como santa Marina de Antioquia (la margarita, en este caso,
no es una flor, sino una perla). Lleva en su mano un libro, una Biblia (como la
pintó Zurbarán).
En los prótomos inferiores están
otras dos vírgenes: santa Catalina, con su rueda, dentro de la cual parece adivinarse una cruz patada (como en la de la templaria Benavente, en Zamora), y santa Bárbara, con su
torre.
Pero nos fijaremos en los frisos. En el friso derecho, de nuevo santa Marina de Antioquia, que sufrió el acoso de Olibrio y fue sacrificada a una bestia maligna, pudiendo, sin embargo, rasgar sus entrañas armada con una pequeña cruz (3), plasmando así la victoria sobre el mal (como san Miguel, como san Jorge), con el simbolismo de la perla que resucita. Hoy reside en este templo la hermandad de la Resurrección, por una encantadora casualidad. Y en el friso izquierdo, una figura humana con tres cuadrúpedos y otra persona más lejana (4), en lo que se adivina como representación del encuentro de Marina con otro Olibrio. ¿O es el mismo?.
Pero nos fijaremos en los frisos. En el friso derecho, de nuevo santa Marina de Antioquia, que sufrió el acoso de Olibrio y fue sacrificada a una bestia maligna, pudiendo, sin embargo, rasgar sus entrañas armada con una pequeña cruz (3), plasmando así la victoria sobre el mal (como san Miguel, como san Jorge), con el simbolismo de la perla que resucita. Hoy reside en este templo la hermandad de la Resurrección, por una encantadora casualidad. Y en el friso izquierdo, una figura humana con tres cuadrúpedos y otra persona más lejana (4), en lo que se adivina como representación del encuentro de Marina con otro Olibrio. ¿O es el mismo?.
Porque las distintas devociones a
santa Marina se entremezclan, precisamente, en la Amphiloquia de Galicia (5),
en el lugar llamado Santa Mariña d’Augas Santas, cerca de Allariz, en Orense
(6), que perteneció a los templarios. Cuenta la leyenda que Mariña fue
perseguida y decapitada por el prefecto romano Olibrio, que la pretendió
inútilmente. La cabeza de Marina dio tres botes: “creo, creo, creo”, y se
generaron tres manantiales. Su tumba es en realidad una piedra megalítica. En
este enclave, sagrado desde el pasado más remoto, existe además una fuente
milagrera a los pies de la santa, dentro de un roble, el árbol icónico de los
celtas.
¿Participaron artesanos gallegos en
la construcción de la iglesia sevillana de Santa Marina? Porque si es así,
parece evidente la influencia templaria en este templo al martirio por la
castidad. Un dato: existe en Córdoba la fernandina iglesia parroquial de Santa
Marina de Aguas Santas. Y –¡oh coincidencia!– reside en ella la hermandad del
Resucitado.
Pero es que hay otro detalle que
abona la tesis templaria en nuestra Santa Marina: la restauración de José
Gestoso desveló que la capilla del lado sur había sido fundada por el infante
Felipe Fernández de Castilla, el quinto hijo de Fernando III el Santo,
destinado a ocupar la sede arzobispal hispalense. En esta capilla, ocupada
desde 1676 por la Hermandad de la Piedad (7), más conocida hoy como de la
Sagrada Mortaja, aparecieron, efectivamente, escudos con losanges alternando
castillos y águilas de Suabia (8). Sin duda Felipe había previsto reposar
eternamente bajo la bóveda de esta capilla.
Felipe había estudiado con los templarios en Toledo y en Castrogeriz; luego, en la Sorbona de París, tutelado por la casa del Temple, compartió aula con santo Tomás de Aquino y san Buenaventura para recibir las enseñanzas de san Alberto Magno. Con veinte años era abad de Covarrubias, aun sin recibir órdenes sagradas, por bula de Inocencio IV. Y luego llegó a nuestra ciudad y, aunque hay otras versiones, es probable que fuera él quien trajera una imagen pintada de la Virgen de Rocamador (o Roca-Amador) que le habría regalado en París su tío san Luis (9) para el hospital y hospicio de ancianos franceses que había junto a la iglesia de San Lorenzo. La Virgen, que hoy es titular de la hermandad de La Soledad de San Lorenzo, ha tenido siempre gran devoción por parte de los miembros de las órdenes de caballería.
Felipe había estudiado con los templarios en Toledo y en Castrogeriz; luego, en la Sorbona de París, tutelado por la casa del Temple, compartió aula con santo Tomás de Aquino y san Buenaventura para recibir las enseñanzas de san Alberto Magno. Con veinte años era abad de Covarrubias, aun sin recibir órdenes sagradas, por bula de Inocencio IV. Y luego llegó a nuestra ciudad y, aunque hay otras versiones, es probable que fuera él quien trajera una imagen pintada de la Virgen de Rocamador (o Roca-Amador) que le habría regalado en París su tío san Luis (9) para el hospital y hospicio de ancianos franceses que había junto a la iglesia de San Lorenzo. La Virgen, que hoy es titular de la hermandad de La Soledad de San Lorenzo, ha tenido siempre gran devoción por parte de los miembros de las órdenes de caballería.
Sin llegar a ocupar la sede
episcopal sevillana, Felipe renunció a ella por consejo de su hermano y rey
Alfonso X, y con treinta años se casó con la princesa Cristina Olav de Noruega.
Vivieron en el palacio de Bibarragel, junto a la torre que era de su hermano
don Fadrique, pero Cristina no resistió el calor sevillano y murió a los cuatro
años. El infante Felipe se marchó de Sevilla y se opuso a Alfonso X –como casi
toda la clase noble–, llegando a aliarse con el rey moro de Granada. Y fue
excomulgado.
Pero era donado templario (10) y, cuando
murió en 1274, el Temple le dedicó un mausoleo digno de un rey en el templo de
Santa María de Jesé, Nuestra Señora del Templo (hoy Santa María la Blanca), en la encomienda de Villasirga
(hoy Villalcázar de Sirga), en pleno Camino de Santiago. Este sorprendente
templo, de grandiosas proporciones, en un pequeño pueblo en medio del páramo
palentino, es una auténtica y misteriosa morada filosofal, que alberga a la
Virgen de las Cantigas, cuyos milagros fueron evocados por el rey Alfonso (11).
El mausoleo, en el que aparece Felipe con la espada desenvainada, rodeado de
referencias templarias, fue lugar de veneración durante años. Junto a él se
sepultó luego en otro extraordinario sarcófago a su segunda esposa, Leonor Ruiz
de Castro.
Hay que hacer otro apunte sobre
José Gestoso: fue él quien fijó el centro geométrico de la ciudad, precisamente
en la calle que hoy lleva su nombre y que entonces era llamada Venera, porque
existía allí una venera, o concha, o vieira (12). Pero ¿por qué había allí una
venera? Además, hay otra, más pequeña, en una esquina en la casa 13 de la calle Daoiz, lo que puede hacer pensar que se ha marcado un territorio. Hay que remontarse nuevamente al Camino de Santiago, pero hay que ir
aún más lejos, porque la venera fue una idealización cristianizada de la huella de la pata de
oca, símbolo ancestral de la fuerza del espíritu de dominar la materia, signo rúnico de la vida, profusamente utilizado por los compañeros constructores (13). La pata de oca fue también el distintivo que se aplicó, ya en la alta Edad Media,
a los marginados agotes (o cagotes, cagots en Francia), tildados de
leprosos; solo podían dedicarse a algunos oficios, como la cantería o la
carpintería, y todo el mundo les daba la espalda. Todo el mundo... menos los
templarios, que les dieron trabajo dentro de las cofradías de constructores a
lo largo del Camino de Santiago (14). Ciertamente, no parece casual que esta
sevillana calle Venera esté entre la parroquia y la capilla de San Andrés, de cúpula ochavada, junto
a la que hubo un hospital para alarifes. Hoy, la cruz de los constructores
ilumina el rostro de la panadera Virgen de Regla.
Y otro detalle, cuando menos, curioso: la lápida de la tumba de José Gestoso está presidida por una cruz patada.
Y otro detalle, cuando menos, curioso: la lápida de la tumba de José Gestoso está presidida por una cruz patada.
Pero volvamos a la Pajería. La casa donde habían estado los
templarios y las carmelitas permaneció prácticamente intacta hasta 1882, año en
que se reformó a fondo siguiendo patrones neoclásicos, con cierros acristalados y balcones (15). Menos mal que antes el
cardenal carmelita Joaquim Lluch i Garriga mandó hacer antes de la reforma un dibujo de
su estado primitivo, y con él ilustró una edición del Tratado de las Moradas
ese mismo año (16), poco antes de morir. Por delante de ella ya discurría el Camino
de Santiago, el de la Vía de la Plata, que se abre en la puerta de San Miguel
de la Catedral hispalense.
(1) Bécquer, Gustavo
Adolfo. Rimas y leyendas. El monte de las ánimas
(2) Vorágine, Santiago de la. La
leyenda dorada
(3) Gómez Ramos, Rafael. La iglesia de Santa Marina de
Sevilla
(4) Ibid. 2
(5) Alarcón Herrera, Rafael. La maldición de los santos
templarios
(6) Musquera, Xavier. Los templarios en España
(7) Bermejo y Carballo, José. Glorias religiosas de
Sevilla
(8) Osma, Guillermo Joaquín de. Apuntes sobre cerámica
morisca. Azulejos sevillanos del siglo XIII
(9) Se estima que la pintura actual
es posterior, de mediados a finales del siglo XIV. Según otra leyenda, tres
caballeros franceses de la Orden Hospitalaria de San Juan de Jerusalén fueron
liberados milagrosamente de los turcos por la Virgen, por lo que construyeron a
sus expensas el santuario de Rocamadour en Francia.
(10) Ibid. 5. El donado es un caballero que no profesa los votos de pobreza, castidad y obediencia.
(11) Alfonso X el Sabio. Cantigas de Santa María
(11) Alfonso X el Sabio. Cantigas de Santa María
(12) González de León, Félix. Noticia
histórica del origen de los nombres de las calles de esta M.N.M.L y M.H. ciudad
de Sevilla
(13) Alarcón Herrera, Rafael. A la sombra de los templarios, que cita al Líber Santi Jacobi: "Estas dos conchas de la venera, que están talladas como los dedos de una mano".
(14) Lamy, Michel. La otra historia de los templarios
(14) Lamy, Michel. La otra historia de los templarios
(15) Vázquez Consuegra, Guillermo. Sevilla,
cien edificios
(16) Lluch i Garriga, Joaquim. El castillo
interior o Tratado de las moradas, escrito por Santa Teresa de Jesús
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