miércoles, 5 de marzo de 2014

SEVILLA SALOMÓNICA (9: ∞=5)

Benito Arias Montano, acaso el mayor polígrafo español, vivió los mismos años que Felipe II, y también, como su rey, fue llamado un nuevo Salomón, un Salomón del siglo XVI. Nació en 1527 en Fregenal de la Sierra, una localidad del primitivo alfoz y reino de Sevilla, que había sido fuerte baluarte de la Orden del Temple en el siglo XIII y que fue luego adscrita a la Orden de Santiago, en una zona por la que –¡qué casualidad!– proliferaron los alumbrados en el siglo XVI.1 Provenía de una familia noble venida a menos. Sus padres fueron Juan Arias Montano y Francisca Martín Boza. Tal parece que “Montano” no era apellido, sino un apodo indicativo del origen serrano, consagrado por Benito (o Benedicto) Arias Montano y Martín Boza.2 Montano –ya siempre Montano– estudió en Fregenal, Sevilla (tal vez en el colegio de San Miguel), Alcalá de Henares, Roma y Salamanca. Su cultura alcanzó desde la medicina y las ciencias naturales hasta la exégesis bíblica. Cultivó la teología, el derecho, la filosofía, la diplomacia, la historia, la filología, la poesía, las matemáticas, la geografía, la arqueología, la numismática… Y hablaba seguramente quince lenguas, entre vivas y muertas. 

Terminados sus estudios de Artes, Filosofía y Teología en Alcalá, donde descubrió la autenticidad filológica hebraica de san Jerónimo, se retiró a Alájar (la peña, que ese es el significado de la palabra), donde se hizo una casa junto a la ermita de la Virgen de los Ángeles. Allí estuvo hasta 1559 estudiando las Sagradas Escrituras. Se recreaba en el Cantar de los Cantares, el Cantar sumo, la más bella y misteriosa poesía de la Biblia…,3 hasta el punto de inspirar con su Parafrasis super Cantica Canticorum de Salomón en modo pastoril a Fray Luis de León.

En 1560 se ordenó e ingresó como freire de la Orden de Santiago en San Marcos de León. Teólogo de prestigio, asistió al Concilio de Trento, y al regreso se recluyó de nuevo en Alájar, hasta que el rey lo nombró su capellán.

En 1569 acabó su Comentario a los 12 profetas, entre los cuales es significativo el de Jonás, que versa sobre los tres primeros tributos de Dios: sabiduría, fuerza y belleza, que se corresponden con los pilares del árbol de la vida cabalístico.4 Los dos primeros pilares, los laterales, se identifican con la misericordia y la severidad definitorias de las columnas Jaquín y Boaz del Templo de Salomón.

Luego, Felipe II encomendó a Montano la dirección científica de su gran proyecto salomónico: la Biblia Sacra que se realizó en Amberes entre 1571 y 1577 –un plazo increíblemente corto–, financiada por su Católica Real Majestad, por lo que fue identificada como Biblia Regia.

Fue la empresa editorial más importante del siglo XVI, una verdadera obra maestra, titánica y cosmopolita, en ocho voluminosos infolios, con unas 700 páginas cada uno. Se editó en latín, griego, hebreo, sirio y arameo, por lo que fue llamada también Biblia Políglota, lo cual ya de por sí implicaba una cierta osadía ante el papado, que defendía la latina Vulgata como única versión legítima.

El teólogo de Fregenal, precursor de la llamada cábala cristiana, pasó ocho años entre los Países Bajos y Roma y trabajó en estrecha colaboración con Plantin y con un equipo de ilustres humanistas filólogos.5 Plantin (castellanizado Plantino) pertenecía a la Familia Charitatis, una secta iniciática, espiritual y mística, de carácter erasmista y relacionada con el rosacrucismo, de vocación sincrética, que creía en la revelación súbita y buscaba la conexión directa con Dios, a la luz de los escritos esotéricos del fundador Hiël, defendiendo a ultranza el hebraísmo bíblico influido por el misticismo cabalista.6

La imprenta de Amberes fue lugar de iniciación espiritual libertaria y sin dogmas, bajo el título “comercial” de Compás de oro.7 En sus Elucidationes in Omnia Sanctorum Apostolorum Scripta, publicadas por Plantino, Montano rinde homenaje a Hiël, de quien dice que le cambió la vida.8

El texto hebreo de la Biblia Regia sirvió de base a futuras versiones. Este glorioso bibliófilo y biblista enriqueció la exégesis bíblica con el estudio lingüístico del hebreo, la lengua sacra y primordial, captando en el libro de los Reyes el sentido simbólico y cabalístico del Arca de Noé, el Tabernáculo y el Templo de Salomón. Y estudió igualmente el lenguaje de los gestos centrado del mismo texto bíblico, donde se narra cómo Ajías de Silo rasga su manto al profetizar el inminente cisma del reino de Judá tras la muerte de Salomón.9

Y este prestigioso técnico humanista, que tanto valoró el campo de las medidas, se inspiró en Maimónides para conciliar la arquitectura revelada con la arquitectura del paganismo clásico. Inmerso en este proceso de investigación, entendió el Apocalipsis y la profecía de Ezequiel: el segundo templo, que se construyó tras la primera destrucción, y que fue el que conoció Cristo, no fue el que soñó Ezequiel,10 según lo cual, Ezequiel habría soñado un tercer templo…

En el último volumen de la Biblia Regia, Montano incluyó su Apparatus, con estudios sobre el Templo de Salomón, y su polémico De arcano Sermone, acerca de las dificultades de traducción del hebreo. Para conseguir el nihil obstat tuvo que ir personalmente a Roma. Volvió a España en 1577, pero mantuvo la relación con Amberes y la Familia.

El insigne escriturario que fue Montano cumplió otro encargo real: organizó en diez años la biblioteca de El Escorial, mientras se construía este bajo la dirección de Juan de Herrera. Los libros más esotéricos llevaban el sello de Montano en clave: ∞=5, infinito es igual a cinco.11 Y el objeto de este mensaje críptico es, como no puede ser de otra forma, el pentagrama de trazo infinito, la pentalfa de cinco alfas que muestra una constante evolución, la estrella mesopotámica de cinco puntas que estudió Pitágoras, el nudo sin fin que muchos identifican también como signo de Salomón, el quinario representativo del hombre, del ritmo natural de la vida y del orden cósmico,12 el continente de la proporción áurea, de la quintaesencia alquimista y de las cinco virtudes caballerescas, el pentáculo de Ezequiel que, con dos cruces cruzadas en su centro, abre todas las puertas de la ciencia,13 el sello conjurador del mal, símbolo de salud y seguridad en las tres religiones monoteístas, el mandala que los templarios colocaron en San Bartolomé de Ucero, el pentágono estrellado que, entronizado en el umbral, detuvo a Mefistófeles cuando este acudió al doctor Fausto;14 …y el signo que la Inquisición demonizó.

En esa época, en la que con solo leer a Erasmo de Rotterdam ya se era sospechoso, el eminente frexnense, que firmaba sus cartas con una palabra árabe, Tirmid,15 que significa “discípulo”, levantó sospechas de filojudaísmo y tuvo problemas con el Santo Oficio, pero, aunque sufrió un breve prendimiento inquisitorial, sabe Dios por qué causa, el Santo Oficio no pudo con él. Lo protegió la discreción, como a la Familia Charitatis; lo protegieron muchos jesuitas, como Diego Laínez y Alonso Salmerón, que habían convivido con él en Trento; y, por supuesto, lo protegió el rey. No tuvo tanta suerte su amigo fray Luis de León, que tradujo el Cantar de los Cantares al castellano y lo pagó.

Junto con el rey, Montano fue protagonista del claro episodio de salomonismo que se produjo en España a partir de la publicación de la Biblia Regia y de la culminación de El Escorial con las estatuas de los reyes de Judá inspiradas, muy probablemente, en la Capilla Real sevillana. En 1583, en el prefacio de su tratado De optimo imperio, trazó el panorama de la España bíblica de su tiempo, al tiempo que expresaba un manifiesto del hebraísmo hispánico.16

En 1584 compró una hacienda en el Campo de Flores, cerca de Sevilla y junto al lugar conocido como el “charco redondo”. El Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico considera probable que se trate de la Hacienda Miraflores, que luego perteneció al colegio jesuita de San Luis y hoy está integrada, con su torre almohade coronada por la cruz, en el Parque de Miraflores. En las proximidades están la barriada de Pino Montano y el cortijo, festivo y taurino, del mismo nombre, nombre que evoca el del gran Benito.

En la primavera de 1598, con setenta y un años, este ilustre predicador renacentista se trasladó a ese lugar de poder que es la peña de Alájar, donde mejor se encontraba. De su casa en la peña queda la puerta, y una extraña pirámide pétrea de las dos que mandó levantar para conmemorar una visita real, junto a la espadaña y las garitas, en el balcón sobre el pueblo y el horizonte. Austero y vegetariano, solía meditar en la cercana gruta llamada “palacio oscuro”, centro telúrico donde las brújulas pierden el norte, seguramente visitado antes por los celtas, los eremitas cristianos y los templarios de Aracena.17

Para preparar el invierno volvió a Sevilla y eligió el monasterio de Santa María de las Cuevas,18 ese importante cenobio cartujo donde había vivido y había estado enterrado Colón dos siglos antes. No pudo volver a Alájar, porque murió ese mismo año, tras ser trasladado al Campo de Flores, dejando a los cartujos a cargo de la cátedra de gramática latina que creara en la templaria y santiaguista Aracena.

El Jerónimo español, como ha sido llamado, fue sepultado, como el caballero de la Orden de Santiago que era, en la iglesia de Santiago de la Espada, comunidad de la que había sido prior. Incluso después de muerto, su obra fue atacada por el jesuita y durísimo censor inquisitorial Juan de Pineda, que chocó con la defensa que de ella hizo Pedro de Valencia.

Hoy su cuerpo reposa en el Panteón de Sevillanos Ilustres que Olavide creó, a la manera parisina, bajo la iglesia de la antigua Casa Profesa de la Compañía de Jesús transformada en Universidad hispalense, y su mausoleo nos lo muestra con el hábito de la Orden de Santiago.

Este célebre bibliógrafo, que hizo siempre lo que quiso hacer, es sin duda uno de los personajes más atractivos e insólitos del pensamiento español de todos los tiempos. Gran parte de su obra está aún por publicar, seguramente las piezas más significativas y esclarecedoras.19 Paradójicamente –y lamentablemente–, los libros que hay en el Centro de Interpretación de Arias Montano, en Alájar, son de mentira, simulando una biblioteca; una utilería seguramente necesaria cuando se carece de fondos auténticos.20

Sevilla le tiene dedicada una pequeña calle entre la Alameda de Hércules y la calle Jesús del Gran Poder, con solo cuatro números impares y la acera derecha ocupada por un costado de la Casa de las Sirenas. Es un rácano reconocimiento para tan importante y fascinante figura.



1. Huerga, Álvaro. Historia de los alumbrados. Tomo I. Los alumbrados de Extremadura (1570-1582)
2. Memorias de la Real Academia de la Historia. Volumen 7.Ortiz de Zúñiga, Diego. Anales eclesiásticos y seculares de la M.N. y M.L. Ciudad de Sevilla.
3. Lazcano, Rafael. Fray Luis de León
4. González, Jaime. Benito Arias Montano. Letra y Espíritu, nº 11. L'Hospitalet de Llobregat (Barcelona)
5. Museo Plantin-Moretus, Amberes. Guía del visitante. Amberes pertenecía al Imperio español. Se ignora qué motivos tuvieron Felipe II y Arias Montano para imprimir la Biblia en Amberes y no en Alcalá de Henares, donde se había realizado la anterior. Incluso se utilizaron para la nueva los tipos fundidos que había costeado el cardenal Cisneros y que Arias Montano entregó a la casa de Plantin en Amberes.
6. García Atienza, Juan. La cara oculta de Felipe II
7. Almazán de Gracia, Ángel. Arias Montano, Plantino y Barrefelt-Hiël
8. Arias Montano, Benito. Elucidationes in Omnia Apostolorum Scripta
9. 1 Reyes 11. Fernández Marcos, Natalio. Lenguaje arcano y lenguaje del cuerpo: la hermenéutica bíblica de Arias Montano
10. Ezequiel, 4 y 10
11. Roso de Luna, Mario. De Sevilla al Yucatán (viaje ocultista a través de la Atlántida)
12. Cirlot, Juan Eduardo. Diccionario de símbolos
13. Sherif, Mazar I. Nostradamus
14. Goethe, Wolfgan Johan. Fausto
15. Ibid. 4
16. Gómez Canseco, Luis. Biblismo, humanismo y hebraísmo: lindes y encrucijadas
17. García Atienza, Juan. Guía de la España templaria
18. Vázquez, José Andrés. Arias Montano en la Cartuja (ABC de Sevilla)
19. Ibid. 6
20. Agradezco la atención de la funcionaria de la Policía Municipal de Alájar que abrió para nosotros el Centro de Interpretación.



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