(...)
Aunque
cuesta trabajo imaginarlo, todo indica que la reforma consistió en la
realización de una nueva figura de tamaño natural, con una nueva cabeza –la que
tanta devoción suscita en la actualidad, de perfil agudo, nariz recta, miraba
baja y sonrisa arcaica–, utilizando la imagen primitiva entera, cabeza
incluida, como candelero para el cuerpo.
(...)
¿Por
qué se borró el rostro de la Virgen? Si se quería crear una nueva imagen
mariana, de candelero, para vestir, con una nueva cabeza, nuevas manos y un
nuevo Niño, solo hacía falta un candelero. Si se quería integrar la devoción
antigua en una nueva figura, no había que emborronar la cara de la Virgen. Pero
quien tenía autoridad para tomar decisiones tomó la de borrar el rostro de la
imagen original. ¿Por qué? ¿Era físicamente una Virgen Negra?
(...)
![]() |
Paso de la hermandad de Coria del Río por el Vado del Quema |
En
todo caso, si la figura original, alfonsina, era una Odegitria, puede
afirmarse que la figura actual de la Virgen del Rocío ha mantenido la fidelidad
a esta iconografía al presentarnos al Niño, sujeto de forma ideal en dirección
frontal, si bien con un acusado hieratismo. Encuentro un especial sentido en
esta Odegitria del Rocío, que viene a enseñarnos la importancia y la
trascendencia del camino, de un camino del Rocío consagrado como vía
iniciática, que debe identificarse, en la búsqueda del peregrino, con el
seguimiento del ejemplo del Hijo.
(...)
Los
nuevos peregrinos tienen que ser bautizados como tales, como corresponde con toda fiesta iniciática. Y
esos bautismos tienen que tener lugar en los puntos más bajos, más cercanos
a los orígenes lacustres y al centro inframundano. Los puntos exactos para la
iniciación son como el laberinto de las catedrales góticas, como la experiencia
de Teseo en Creta. Es la figura del «centro del mundo» cuyo tránsito es necesario en una búsqueda que es siempre nostalgia del
Paraíso.
(...)
Tras
el hito de las aguas del bautismo iniciático, tras haber tocado fondo el
peregrino rociero, el camino lo llevará al Paraíso de la ermita, de la misma
forma que el peregrino jacobeo, tras visitar el sepulcro del apóstol, debe
seguir hasta el Paraíso virginal del fin de la Tierra.
(...)
Del
libro de Antonio Hernández Lázaro Vírgenes Negras del Sur, Editorial
Almuzara, 2018, pp. 272 y ss.