martes, 29 de julio de 2014

SEVILLA Y LAS CRUCES DE CALATRAVA (8: JINETES EN EL CIELO DE SEVILLA)

Las guerras con los benimerines habían dejado graves secuelas económicas en el reino sevillano. Y como además vinieron varios años malos, aparecieron las hambrunas. La peste negra, que se instaló fuertemente entre 1348 y 1350, mató a un tercio de la población.1

Políticamente, la situación era conflictiva. En 1354, Pedro I apresó en Almagro a Juan Núñez de Prado, maestre de Calatrava, que había acusado al maestre anterior, Garci López de Padilla, de dejar que se perdieran Alcaudete y Locubín. El nuevo maestre, controlado por Pedro I, fue Diego García de Padilla, hermano de María de Padilla, la amante del rey. Diego García envió a Juan Núñez al castillo de Maqueda, donde lo asesinaron. El sobrino de Núñez, Pedro Estébanez Carpinteyro, se autoproclamó maestre de Calatrava en Osuna en 1355, conjuró con otros caballeros contra Pedro I y ocupó Porcuna. Pedro I mató a Estébanez en Toro y dio Martos a Diego García de Padilla.2

Dibujo de María de Padilla
ante Pedro I en el alcázar
de Sevilla (Jean Gervais)
www.wikipedia.org
María de Padilla era el verdadero amor de Pedro I. En 1361, Pedro mandó matar a su esposa Blanca en Medina Sidonia y coronó a María, que murió de peste el mismo año. Pedro lloró mucho a María y declaró en Sevilla que ella había sido su primera y única esposa. El enterramiento de María está, como el de Pedro I, en la cripta de la Capilla Real de la Catedral de Sevilla.

Baños de María de Padilla, en el Real Alcázar
En el Alcázar están los Baños de María de Padilla. Y en Dos Hermanas está la Hacienda Torre Doña María, en lo que fue alquería de Abenjaldún (Ibn Jaldún), convertida hoy en lugar de celebraciones, propiedad de la familia Ybarra.3 Permítaseme una somera referencia a Ibn Jaldún, figura preeminente como historiador, filósofo, economista, geógrafo y estadista; de él dijo Arnold J. Toynbee, que “concibió y formuló una filosofía de la historia que es sin duda el trabajo más grande que jamás haya sido creado por una persona en ningún tiempo y en ningún país”.4

Castillo de Cote, en término de Montellano
Los freires cada vez estaban más relacionados con linajes de alcurnia, con lo que las órdenes se alejaban progresivamente de sus ideales y sus principios monásticos. Tanto Calatrava como Alcántara empezaron a abandonar las tierras que no les eran rentables y que les ocasionaban disgustos y gastos más que otra cosa. Calatrava abandonó Chist (en el término de Arcos, entre Espera y Alaquaz) a cambio de otras posesiones en Toledo y Sevilla, y dejó Matrera (en Villamartín, en el camino de Prado del Rey), que fue devuelta al concejo de Sevilla. El maestre de Alcántara Suero Martínez Aldama quiso dejar Cote y Morón, además de las posesiones desde Castilleja de Alcántara hasta la Torre del Alpechín (solo quedaban 24 vecinos en Heliche y 28 en Cambullón). Y mientras las órdenes soltaban lastre, el control de Pedro I se ponía de manifiesto, por ejemplo, en la figura de Martín López de Córdoba, mayordomo mayor del rey, adelantado mayor de Murcia y maestre de las órdenes de Calatrava y Alcántara.5

En 1366 estalló la guerra civil entre Pedro I y Enrique de Trastámara. La Orden de Alcántara se escindió, con dos maestres, fiel cada uno a un bando. Por otra parte, con Pedro estuvieron la burguesía urbana y los judíos, además, claro está, de su valido, Juan Fernández de Hinestrosa, tío de María de Padilla. Enrique contó con el apoyo de la Orden de Calatrava, el reino de Aragón y la alta nobleza, además del pueblo llano, cansado de las formas de Pedro I; y sin olvidar la aportación del francés Bertrand Du Guesclin y sus Compañías Blancas, imitativas de los templarios. Para el desenlace de la contienda, fue decisivo el apoyo francés a Enrique, porque desde Alfonso XI la corona castellano-leonesa estaba aliada con Francia en la Guerra de los Cien Años, la catástrofe que se había instalado en Europa tras la caída de los templarios. En 1369 murió Pedro a manos de su hermano Enrique en Montiel, el enclave manchego que Fernando III había entregado a la Orden de Santiago, quizás para evitar un poderío demasiado grande de la Orden de Calatrava en la zona.6 Coronando los Campos de Montiel y el pueblo mismo, permanecen las ruinas del castillo de la Estrella, testigo de la lucha y del cambio de casa real.

Con Enrique II, el control real se acentuó. El nuevo rey, el primer rey Trastámara, nombró a un maestre alcantarino que le fuera fiel, en la persona de Pedro Muñiz de Godoy, que ya era maestre de Calatrava, para oponerse al fiel petrista que era Martín López de Córdoba.7 Con Enrique II e incluso con su sucesor Juan I, Pedro Muñiz de Godoy fue maestre de las tres órdenes castellano-leonesas, porque lo fue también de Santiago, hasta que murió en la batalla de Valverde en 1385.8

Torre de San Antonio
(antes llamada del Alpechín)
en término de Olivares (Sevilla)
Se comenzó a generar una nueva nobleza sobre la base de la posesión de las tierras que habían sido de las órdenes, por un lado porque a las órdenes no les interesaban los territorios y por otro porque los reyes preferían una corte de nobles. Así nacería, en la familia Téllez-Girón, lo que después sería, con Felipe II, el ducado de Osuna. Y así crecería, a costa de Castilleja, Heliche, Cambullón y la Torre de Alpechín, el señorío de Guzmán, que alcanzaría su cima ya en el siglo XVII con el Conde Duque de Olivares, gran personaje, valido de Felipe IV y, por supuesto, caballero de Alcántara.9

En el contexto de la Guerra de los Cien Años, Enrique II, aliado con Francia, se enfrentó a los ingleses. En 1372, la armada castellana contribuyó decisivamente en la destrucción de la escuadra inglesa en el puerto otrora templario de La Rochelle, el puerto que la Orden del Temple tenía, misteriosamente orientado al Atlántico.

El XIV fue un “seculum horribile”, no solo para Sevilla. Europa entera estaba inmersa en una gran crisis económica, demográfica y moral. Los reinos de España sufrieron, además, la guerra civil entre Pedro I y Enrique de Trastámara, y Sevilla, la más grande ciudad de España, fue escenario principal en la lucha de ambos hermanos.

Las consecuencias de la peste durarían veinte años, incluso con un rebrote en 1363. Los cadáveres permanecían sin enterrar en las calles. Y aún hubo una tercera mortandad en 1383. En términos sociológicos, económicos y sanitarios, la situación de Sevilla llegó a ser muy lamentable.10

Cuenta el capítulo sexto del Apocalipsis, en su primera parte, que, al abrir Dios los cuatro primeros sellos del pergamino de los siete sellos, liberó a los cuatro jinetes, sobre caballos blanco, rojo, negro y bayo, respectivamente, que, son, según la exégesis oficial, alegorías de la victoria, la guerra, el hambre y la muerte. También hay quien interpreta que el jinete del caballo bayo, el último, es la peste.11 Y en la novela de Blasco Ibáñez, llevada al cine, los jinetes se corresponden con el hambre, la guerra, la enfermedad (la peste) y la muerte.12

De todo esto hubo en Sevilla en el siglo XIV. Y hasta tuvimos un terremoto en 1355.

En julio de 1390 murió el arzobispo de Sevilla, Pedro Gómez Barroso. La sede episcopal estaría vacante hasta la llegada de Gonzalo de Mena y Roelas, ya en 1394. Y también en 1390, en octubre, murió, tras un breve reinado, el rey Juan I.13

En medio de este doble vacío de poder, en 1391 se produjo la matanza de judíos en la aljama sevillana. Fue una revuelta popular, pero instigada por el arcediano de Écija, Ferrán Martínez, que aprovechó para dar rienda suelta a sus ansias de poder y a sus odios. Al pueblo cristiano le vino bien, porque muchas deudas se liquidaron así. ¿Fue esta la victoria sevillana del siglo XIV, montada en el caballo blanco del Apocalipsis?

Después de la tropelía, muchas familias de conversos, para poder seguir practicando su judaísmo libremente, buscaron la protección de los caballeros de Calatrava, siempre contrarios a la persecución injusta, siempre protectores de las minorías.14



1. VV.AA. Historia de la Iglesia de Sevilla. Sánchez Herrero, Juan. Segunda parte: La Sevilla medieval
2. Ayala Martínez, Carlos de. Las Órdenes Militares en la Edad Media
3. Agradezco la atención que me prestó el encargado de la recepción de la Hacienda Torre Doña María.
4. Toynbee, Arnold. Estudio de la Historia
5. Ibíd. 2
6. Ibíd. 2
7. Novoa Portela, Feliciano. Los maestres de la Orden de Alcántara durante los reinados de Alfonso XI y Pedro I
8. Ibíd. 2
9. Ibíd. 2
10. Montes Romero-Camacho, Isabel. Propiedad y explotación de la tierra en la Sevilla de la Baja Edad Media
11. Apocalipsis 6: 1-8. En la Biblia de Jerusalén de Desclée de Brouwer, la muerte se traduce por peste.
12. Blasco Ibáñez, Vicente. Los cuatro jinetes del Apocalipsis
13. Ibíd. 1
14. Menchero Márquez, María del Pilar. Judíos y conversos de Almagro a fines de la Edad Media citada por Esquibel, José Antonio, en el artículo extractado La historia de Min Gutiérrez (C.1400-C.1480) (Los Gutiérrez. Un linaje de judío-conversos. Del Reino de León a la villa de Almagro, con los Caballeros de Calatrava, siglos XIV y XV) (www.bisabuelos.com)



viernes, 25 de julio de 2014

SEVILLA Y LAS CRUCES DE CALATRAVA (7: LA PRIMERA REVOLUCIÓN)

Dibujo de Jacques de Molay en la hoguera
En 1307, ante la pasividad del papa Clemente V, Felipe IV de Francia apresó, en una acción coordinada en todo el país, a un gran número de caballeros templarios, incluido el gran maestre, Jacques de Molay. Luego, en el Concilio de Vienne en 1312, la Orden del Temple fue suspendida. Cumplida su razón de existir, con la pérdida de Acre en 1291, y mientras otras órdenes evolucionaron, el Temple cayó por su propio peso. Además, Felipe IV, muy endeudado con la orden, vio que podía liquidar su deuda liquidando a su prestamista.1

En Castilla, muchos templarios ingresaron en la Orden de Calatrava. Incluso se asegura que toda la documentación desaparecida referida a la Orden del Temple se almacenó en la Orden de Calatrava, que llegó a tener bajo su jurisdicción más de trescientas cincuenta villas, entre las que no pocas eran de procedencia templaria.2

Ya sabemos que las órdenes de Calatrava y Alcántara, como las otras, siguieron el modelo templario de monjes guerreros. Pero el formato español era específico, porque aquí, a diferencia de lo que había ocurrido en Tierra Santa, las órdenes seguían teniendo sentido estratégico, por el avance exitoso de la Cruzada de la Reconquista. Y, al ser nacionales –no multinacionales–, su relación con los reyes era simbiótica.

En las cortes de Madrid (las primeras cortes celebradas en la capital) de 1309, con presencia de los maestres de Calatrava y Santiago, Fernando IV pidió subsidios para ir contra Granada. El sitio de Algeciras y Gibraltar fue problemático, y María de Molina llegó a organizar procesiones para pedir que cesaran las lluvias torrenciales, con las que apareció ya un primer brote de peste. Hubo que levantar el asedio.

El autor, en las cercanías del castillo de la Villa,
en Martos (Jaén), con la Peña de Martos al fondo
Fernando IV se dedicó a expoliar los bienes de los templarios, llegando a tener enfrentamientos directos con algunos, como los hermanos Carvajal.3 En 1312, los “hermanos Carvajales”, Juan Alfonso de Carvajal y Pedro Alfonso de Carvajal, antiguos templarios y a la sazón caballeros y comendadores de Calatrava, fueron acusados del asesinato del privado de Castilla y condenados a ser lanzados desde la Peña de Martos en una jaula de hierro con púas en su interior. Los hermanos, que defendieron su inocencia hasta el final, emplazaron a Fernando IV a comparecer ante Dios en el plazo de un mes. Fernando IV murió treinta días después, sin que nadie lo viera morir, y pasó a la historia como “el Emplazado”. No sería la última vez que un vaticinio templario hecho in articulo mortis se cumpliera. En 1314, Jacques de Molay y sus más cercanos caballeros templarios ardieron en la hoguera ante la Catedral de Nôtre Dame de París, vaticinando la muerte, en un año, del papa Clemente V, del rey Felipe IV el Hermoso, y del ministro Nogaret.4

Lápida conmemorativa de los hermanos Carvajal,
en la parroquia de Santa Marta, en Martos (Jaén)
Hagamos un paréntesis para reflexionar sobre un punto interesante. Recordemos, con Guénon y Hani, que en la India existe una sociedad de castas, rígidamente jerarquizada, con los brahmanes, los chatrías (o kshatriyas), los vaishías y los shudrás. Los primeros constituyen la clase sacerdotal, los segundos son los militares, los vaishías son los comerciantes y empresarios y los shudrás son los trabajadores, obreros y siervos.5

Pues bien, lo que en la India es una realidad estable, ahistórica, nos puede ofrecer, en una dimensión dinámica, una lectura de la Historia de la Humanidad, obviamente inconclusa. Antes de los templarios, el poder real estaba supeditado al espiritual. Incluso el Temple, en cierto modo, había supuesto una transición: eran monjes que combatían –y comerciaban– con una motivación espiritual, pero su misión estaba basada en la acción. No en vano, la génesis del Temple tuvo que superar reticencias desde instancias religiosas, reticencias que, sin duda, retrasaron la militarización de otras órdenes.

Lo que se produjo a principios del siglo XIV no fue otra cosa que la rebelión victoriosa del poder real contra el espiritual. Era inevitable que los templarios –que no quisieron o no supieron mutar– fueran eliminados por un rey, empeñado en hacer valer su superioridad. La monarquía estaba en alza; el papado, en baja. El sentido político lo iba impregnando todo y hasta el papa se había hecho más político.

Y se sustanció así la primera revolución de nuestra historia occidental desde ese punto de partida que fue el inicio de la Edad Media, porque el poder real se impuso al espiritual. Santo Tomás de Aquino había formulado estos dos poderes: el primero, el poder sacerdotal e ideológico-, el poder del conocimiento, con la misión de conservar y transmitir la doctrina, los ritos y los principios; el segundo, el poder temporal, real y ejecutivo, el poder de la acción, necesario para el gobierno administrativo, judicial y militar. Para el aquinate, el segundo debía estar supeditado al primero.6 Y esto fue lo que cambió.

Todo episodio revolucionario supone la rebelión de un grupo (o, si lo preferimos, casta) respecto al previamente dominante.

Por supuesto, fue así en la segunda revolución, que llegaría también en Francia, en 1789, y que consistiría en la rebelión victoriosa de la burguesía (la clase de comerciantes y empresarios que había nacido en la Edad Media y que se aliaría con el rey en el Renacimiento) frente a la aristocracia y a la propia monarquía. Y así habría sido de haber triunfado una tercera revolución, la de 1848 nuevamente en Francia, que tuvo un reflejo más drástico y conocido en Rusia, y que, evidentemente, se encuentra neutralizada. Pero dejemos aquí esta reflexión, que nos complicaría la vida, y volvamos a Sevilla y a nuestras cruces.

Zócalo en el que se representa la investidura
del primer maestre de la Orden de Montesa,
en el Pabellón Real de Sevilla
En Aragón y Portugal, para invertir los bienes de los templarios, se crearon nuevas órdenes. En 1317, el papa Juan XXII aprobó la Orden de Montesa a propuesta del rey Jaime II de Aragón. La fundación se verificó en 1319 en Barcelona y la orden se instaló en el castillo valenciano de Montesa. Luego se le uniría, en 1399, la de San Jorge de Alfama. Su emblema sería en esta época la cruz de gules de San Jorge, que con el tiempo se insertaría en la cruz flordelisada negra, de sable, porque la orden estaba subordinada a Calatrava. Volveremos sobre ella.7

La “gran reconquista” ya había culminado con la toma de Sevilla. Nuestra ciudad había sido el objetivo fundamental, la nueva Jerusalén, la Jerusalén alternativa. 

Escudo de Baeza, en la plaza de los Leones o del Pópulo
de Baeza (Jaén)
Tras la muerte del Emplazado, siendo rey Alfonso XI y regente su abuela, María de Molina, el infante Pedro de Castilla, tío y tutor del rey, invadió en 1317 el reino de Granada, contando con la homologación de la empresa como cruzada y con los consiguientes beneficios económicos. Iban con él los maestres de las órdenes y los arzobispos de Sevilla y Córdoba. En 1320, las órdenes y los concejos de Sevilla, Córdoba y Jaén estuvieron en el acuerdo de Baeza, firmado por el infante Felipe de Castilla y Molina, que estableció una tregua de tres años. Sevilla apostó por el sevillano infante Felipe como tutor del rey, frente a don Juan Manuel.8

Alfonso XI fue declarado mayor de edad con quince años en 1325 y fue personalmente a Santiago a armarse caballero. Entendió el espíritu caballeresco, con un componente religioso, aventurero, novelesco, épico, con dimensión moral, de ideal de vida, relacionado con la piedad y la virtud, el orgullo, el honor, la aspiración a la gloria y el culto a los héroes del pasado. Y protegió y renovó en este sentido las órdenes militares, creando además la de la Banda. Pero influyó para que los maestres fueran de su confianza. Y las órdenes se convirtieron en un instrumento al servicio del rey.9

En esos años, Calatrava aumentó sus propiedades por donación, permuta o compra, en Arcos, Niebla, Gibraleón, Huelva y Huévar. Los despoblados eran un problema. La orden obtuvo cartas pueblas, como la de Carrión de los Ajos (hoy Carrión de los Céspedes), que, sin embargo, fracasaron. En 1327, el maestre Juan Mestre concedió carta puebla a los pobladores de Caxar, Villalba (ambas aldeas de lo que hoy es Espartinas) y Villadiego (Valencina). El mismo año, con la repoblación de la templaria Villalba del Alcor, incentivó el cultivo de la viña que habían iniciado los campesinos del Condado de Niebla, dando origen nada menos que a los vinos del Condado de Huelva. Y en 1334, establecido el dominio calatravo sobre las tierras de Carrión, entregó a los repobladores las tierras que habían roturado, conservando el monopolio del molino.10

Teba, con su castillo de la Estrella (Málaga)
Antes, entre 1328 y 1330, había tenido lugar el asedio y toma de Teba y de su castillo de la Estrella. En la campaña estuvieron presentes el caballero escocés sir James Douglas y el templario William St Clair, que pretendían llevar el corazón del rey de Escocia Robert I the Bruce a Tierra Santa, pero que decidieron apoyar la cruzada hispana. Ambos caballeros, junto con otros dos también escoceses, rodeados por los moros, les arrojaron el cofre con el corazón. Fueron masacrados, pero su coraje mereció el respeto de los musulmanes, que devolvieron el corazón al único superviviente. El corazón de Robert fue trasladado de vuelta a Escocia y enterrado en la abadía de Melrose.11

La banda morisca, la frontera encomendada a las órdenes, era una clave estratégica, con una primera línea, de vanguardia, en Teba y Olvera, y una segunda más consistente desde Aguilar de la Frontera a la costa pasando por Estepa, Osuna, Cazaba de la Frontera (Puebla de Cazalla, entregada por Alfonso XI a Calatrava), Morón de la Frontera, Cote (Montellano), Matrera (Villamartín), Arcos de la Frontera, Jerez de la Frontera, Medina Sidonia y, ya en la costa, Chiclana, Conil y Vejer.12 En retaguardia quedaban fortificaciones como las torres de Lopera y el Bollo, en Utrera, y los castillos de las Aguzaderas y El Coronil.

Los benimerines no pudieron llegar a Sevilla. Tras la victoria del Salado en 1340, continuó el avance cristiano por tierras gaditanas hasta la costa. Alfonso XI, que llegó cinco veces al Campo de Gibraltar, pasando indefectiblemente por Sevilla y Jerez, fortaleció el poder real y el control pleno del Estrecho con la conquista de Algeciras en 1344. Quiso seguir hasta Gibraltar, pero murió en el sitio, en 1350, enfermo de peste negra.13

La epidemia se había instalado en el reino de Sevilla.



1. Demurger, Alain. Auge y caída de los templarios
2. García Atienza, Juan. El legado templario
3. Carreño, Lucía. Beltrand du Guesclín y sus Compañías Blancas (www.arcomedievo.es)
4. Mariana, Juan de. Historia general de España
5. Hani, Jean. In memoriam René Guénon
6. Santo Tomás de Aquino. De regimine principium
7. Ayala Martínez, Carlos de. Las Órdenes Militares en la Edad Media
8. García Fernández, Manuel. Historia, instituciones, documentos
9. Ibíd. 7
10. González Jiménez, Manuel. La repoblación de la zona de Sevilla durante el siglo XIV
11. Sinclair, Andrew. El pergamino perdido de los templarios
12. Ibíd. 7
13. López Fernández, Manuel. De Sevilla al Campo de Gibraltar: los itinerarios de Alfonso XI en sus campañas del Estrecho
www.wikipedia.org



viernes, 18 de julio de 2014

SEVILLA Y LAS CRUCES DE CALATRAVA (6: LA CRUZ DE PÚRPURA DEL CABALLERO SENADOR, EMBAJADA DE SEVILLANÍA)

Escudo de Enrique
de Castilla
En 1230 nació Enrique de Castilla y Suabia, sexto hijo de los diez que tuvo Fernando III el Santo con Beatriz de Suabia. Se distinguió ayudando a su padre en la conquista de Sevilla, defendiendo el campamento del rey junto a Lorenzo Suárez. Incluso dirigió un contraataque, causando más de quinientas bajas a los moros. Su padre le prometió las plazas de Arcos, Lebrija, Morón, Cote y Medina Sidonia, una vez que se conquistaran.1 El infante tenía una estrecha relación con la Orden de Calatrava, que custodió los títulos a futuro de posesión de las plazas. Tan estrecha era esta relación que Enrique adoptó para su escudo la cruz flordelisada en los cuarteles en los que su padre ostentaba los leones, manteniendo, tal vez para mantener el vínculo con el reino de León, el esmalte púrpura en las cruces.

Muerto Fernando, Alfonso X lo puso al frente del ejército y le ordenó conquistar Lebrija y Arcos. Las dos ciudades capitularon fácilmente tras la rendición de Jerez a los cristianos.

Rincón de los llamados
“Baños de la Reina Mora”
Enrique sentía un entrañable afecto hacia la segunda esposa de su padre, Juana de Danmartín, condesa de Ponthieu, que tenía treinta y dos años cuando enviudó de Fernando. El rey había dejado a su esposa las villas y lugares de Carmona, Luque, Marchena, Zuheros, Hellín…, tierras en Jaén, Córdoba, Arjona…, y diversas propiedades en Sevilla, incluidos negocios de baños. No perdamos de vista que el complejo termal de Isbiliya era el más grande de Al Andalus, con diecinueve establecimientos contabilizados, entre los que merecen especial mención los mal llamados “Baños de la Reina Mora”, más bien los “Baños Moros de la Reina”. El establecimiento, antiguo hamman almohade, ocupaba prácticamente toda una manzana en la esquina de las actuales calles Baños y Jesús de la Vera Cruz, lo que se deduce de la yesería policromada descubierta junto al ábside de la capilla del Dulce Nombre que ocupa la hermandad de la Vera Cruz. ¿Habrían tenido allí encuentros Juana y Enrique? ¿Se habrían visto también en las torres del segundo hijo de Fernando III, don Fadrique, la torre que está junto a Santa Clara o la de Solúcar de Albayda, hoy Albaida del Aljarafe, más conocida como la Torremocha? Desde luego, muchos cortesanos dieron crédito a los amoríos entre ambos.2

Juana y Enrique tenían amistad con el maestre de Calatrava. Juana, temiendo por sus propiedades y recelando de Alfonso, entregó en 1252 al maestre calatravo los títulos y documentos que consideraba importantes, incluidas las cartas del inquieto infante Enrique de Castilla. La Orden de Calatrava fue así depositaria de los derechos y los secretos de Enrique y Juana.

Pero la relación de Juana y Enrique con Alfonso X era tensa y difícil, y el rey, que no estaba dispuesto a dejar las cosas en esa situación, reclamó al maestre de Calatrava los privilegios de donación de Enrique y los destruyó públicamente, revocando la promesa de Fernando III y dejando a Enrique sin posesiones. También la reina Juana perdió varios de sus señoríos, aunque pudo dejar Marchena y Zuheros a su hijo Luis de Castilla. Ya nada la retenía aquí. Y Enrique y Juana huyeron juntos al condado normando de Ponthieu.

Los baños fueron cedidos a principios del siglo XIV al cabildo catedralicio, y en 1562 donados al centro de recogimiento de mujeres arrepentidas con la advocación del Dulce Nombre de Jesús.3 Hoy siguen ahí, esperando su apertura como monumento visitable y dando nombre a la propia calle Baños. Se puede acceder a ellos desde la capilla de la Vera Cruz.4

Conradino de Hohenstaufen y Enrique de Castilla,
prisioneros.
Croniques de France ou de St. Denis.
Jindra Konradin.
En 1256, Enrique pasó a la corte de Windsor, con Leonor de Castilla, la hermana de su padre, que pronto se casaría con el príncipe Eduardo, futuro rey de Inglaterra. En 1259, Enrique, de acuerdo con Jaime I de Aragón, conquistó el reino moro de Niebla y se enfrentó a Alfonso. Venció a Nuño González de Lara, pero tuvo que irse de nuevo a Inglaterra, donde fue puesto al frente de un ejército para conquistar Sicilia, según había pedido el papa Alejandro IV. Partió a Túnez y fue allí soldado de fortuna del califa. Luego guerreó al lado de los güelfos, aliado con su primo, el temerario Charles d’Anjou (hermano de Luis IX de Francia), que le había pedido un préstamo para conquistar Nápoles y Sicilia, siguiendo otra vez la iniciativa papal. Conquistadas estas plazas, y tras una revuelta popular en Roma, tolerada por el papa, Enrique obtuvo el gobierno de la ciudad eterna como senador. Después, como su primo Charles no quiso devolverle el dinero, se fue con los gibelinos y con el joven rey Conradino de Hohenstaufen, y comandó el ejército romano. Finalmente, tras la derrota de Tagliacozzo, estuvo encarcelado 23 años por orden del de Anjou en el castillo napolitano de Canosa di Puglia, en el Adriático.5

Portada de la edición de Amadís de Gaula
realizada en la imprenta de
Juan Cromberger, de Sevilla.
(Nada más adecuado
para ilustrar el espíritu caballeresco
que las cruces templarias)
Cada vez somos más los que pensamos que Enrique de Castilla fue el verdadero autor de Amadís de Gaula. No parece casual que la aventura de Enrique coincida con lo relatado en la obra cumbre de los libros de caballería en castellano, que retrata la Europa del siglo XIII: la larga permanencia en Inglaterra junto a su hermana de padre, Leonor de Castilla, esposa de Eduardo I, las grandes batallas de Gales, Escocia, Inglaterra, Francia e Italia, la descripción de batallas, justas y torneos, el conocimiento de Constantinopla, Grecia, Rumanía y Hungría, los últimos reductos de la caballería andante, la semejanza del propio Enrique con el personaje Brian de Monjaste, hijo del rey español Ladasán… Desde luego, Enrique tuvo tiempo para escribir en la cárcel.6

Más tarde, ya en el siglo XVI, el Amadís sería alterado, usurpado y explotado por Garcí Rodríguez de Montalvo, que inventó un final feliz.7 Y, con todo, fue el único libro indultado en la quema que hicieron para evitar que Don Quijote se volviera loco del todo.8

De regreso a España, Enrique, llamado “el Senador” obtuvo el señorío de Vizcaya. Luego fue tutor y mayordomo de Fernando IV, gobernando con la reina madre del joven rey, María de Molina, y fue también adelantado mayor de la frontera de Andalucía. María de Molina, que no quería un acuerdo de paz ominoso con Portugal, atrajo a Enrique entregándole Écija, Roa y Medellín. Enrique, que estaba en Granada cuando supo que la reina estaba sitiando Paredes de Nava, en tierras palentinas, regresó a Castilla y, presionado por Alonso Pérez de Guzmán y otros caballeros, atacó a los granadinos, que habían atacado a los castellanos. Alonso Pérez de Guzmán le salvó la vida. Enrique perdió la batalla pero evitó el ataque a Paredes de Nava.9

En el mismo año de 1297 se firmó en el castillo templario de Alcañices (Zamora) el Tratado de Alcañices, entre María de Molina, en representación del menor Fernando IV, y el rey portugués Dionisio (Dinís) I. Se estableció la paz, se hizo la promesa matrimonial entre Fernando IV y Constanza, hija de Dinís), se firmó un acuerdo eclesiástico, y se estableció una de las fronteras más antiguas de Europa.10

Enrique fue un hombre de gran cultura; hablaba latín, francés, inglés y alemán, además del italiano, idioma en que escribió dos famosos poemas que inspiraron las Vísperas Sicilianas. Tal vez hablara también griego. Era un príncipe trovador y enamorado, mercenario y poeta, sumamente atractivo, tanto física como intelectualmente. Y tuvo espíritu caballeresco hasta el final. Murió en 1303, mientras intentaba convenios matrimoniales para estabilizar Castilla y León. Pero Fernando IV se alegró de su muerte, dio el cargo de adelantado y la mayoría de las tierras a Juan Núñez de Lara, y devolvió Écija a su madre.11

Escudos de la Casa de María la Brava, en Salamanca
Sucedió al Senador en sus heredamientos su hijo, Enrique Enríquez Rodríguez, que fue llamado “de Sevilla”, iniciando el linaje de la casa Enríquez de Sevilla. En 1367, por las “severidades” de Pedro I,12 los Enríquez de Sevilla se fueron a tierras leonesas. En 1454, Enrique Enríquez de Sevilla y María de Monroy, la Brava, fundaron el mayorazgo de Villalba de los Llanos. En Salamanca y Villalba de los Llanos están, con el escudo de los Sevilla, las casas llamadas de María la Brava, famosa por su venganza de la muerte de sus hijos en el contexto de la guerra de los Bandos.13

Escudo de la
Casa de María la Brava,
 en Villalba de los Llanos
(Salamanca)
Porque con el tiempo, se dejó de anteponer el apellido Enríquez, pasando a ser comúnmente conocido el linaje como Sevilla. Después de todo, ¿para qué más?

La estirpe tuvo un alto abolengo. El apellido ha sido compartido por reyes, infantes y príncipes, incluidos los reyes de Francia e Inglaterra, y por los duques de Florencia, Saboya, Mantua, Padua, Parma y Módena, y ha adornado la grandeza de España.




1. González González, Julio. Las conquistas de Fernando III en Andalucía
2. Domínguez Arjona, Julio. Los Baños de la Reina Mora de Sevilla (www.galeon.com). Existen leyendas respecto a amoríos de Juana de Ponthieu en ambas torres pero la relacionan con Fadrique de Castilla, segundo hijo de Fernando III y hermano de Enrique el Senador.
3. Ortiz de Zúñiga, Diego. Annales Eclesiásticos y Seculares de la M.N., Y M.L. Ciudad de Sevilla, Metrópoli del Andaluzia
4. Agradezco a los hermanos de la Vera Cruz por su labor voluntaria de enseñar la capilla y los baños y por la atención personal dispensada.
5. Torres Sevilla-Quiñones, Margarita. Enrique de Castilla
6. Sevilla, Santiago. El verdadero autor de “Amadís de Gaula” (www.diariodeleon.es). Del mismo autor, diversos artículos sobre el tema en la web www.liceus.com.
7. Rodríguez de Montalvo, Garcí. Los cuatro libros del Virtuoso caballero Amadís de Gaula: Complidos
8. Cervantes Saavedra, Miguel de. El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
9, 10 y 11. Ibíd 5 y 6
12. Ibíd. 3
13. Rodríguez Peña, José Antonio. Señores de Villalba de los Llanos (www.villalbadelosllanos.blogspot.com.es)



lunes, 14 de julio de 2014

SEVILLA Y LAS CRUCES DE CALATRAVA (5: …Y PARA LA CRUZ BLANCA Y NEGRA DE LOS PERROS DEL SEÑOR)

En el Repartimiento de Sevilla, la Orden de los Predicadores tuvo un trato muy favorable, porque San Fernando, al mismo tiempo que restituía la ciudad a la religión cristiana, premiaba a los que le habían acompañado en la empresa.

Se considera que Domingo de Guzmán había nacido en Caleruega (Burgos) hacia 1170, el año en el que la Milicia de Caballeros de Cáceres, germen de la Orden de Santiago, fue tutelada espiritualmente por los canónigos de Loyo. Estaba emparentado con Pedro Fernández de Fuentencalada, el fundador de la orden. Pero era más fuerte la vinculación con la Orden de Calatrava, sobre todo por parte de su madre, Juana Garcés de Aza, que era señora de Caleruega, la villa fortificada en la que destaca la torre de los Guzmanes. Durante el embarazo de Domingo, Juana soñó que daba a luz a un perro con una antorcha. Así que Domingo se sintió predestinado a la predicación vehemente que aporta luz.1 Era una familia relevante en la corte. El padre de Juana, García IV Garcés de Aza (o García García, o Garcí García), señor de Aza y de Cabra, que había sido alférez mayor de Castilla con Alfonso VII, pudo estar presente en 1147 en el castillo de Calatrava, y luego fue ayo de Alfonso VIII. Un hermano de Juana, Rodrigo Garcés de Aza, fue maestre de Calatrava tras ser malherido en las Navas Rui Díaz de Yanguas, y conquistador de Vilches tras la batalla. Existe consenso general en admitir que la Cruz de Calatrava fue un signo distintivo de la familia de santo Domingo de Guzmán, utilizado tanto por su rama paterna, Guzmán, como por su rama materna. Hay que recordar que la cruz floreteada la había tomado también la Orden de Santiago (con conchas) y la de Alcántara, además de casas nobiliarias como los Aza y todas las demás ramas de la familia, incluidos los Fuente Armegil y los Lerma, que traían en sus escudos la Cruz de Calatrava de gules en campo de oro.2

Después de ejercer como canónigo en Osma, y de acuerdo con Inocencio III, santo Domingo se marchó con el obispo de Osma al Languedoc, y allí se estableció, empeñado en convertir a los cátaros a la doctrina oficial de Roma. Durante la cruzada albigense, fundó la primera casa de su orden de predicadores mendicantes en Tolosa (Toulouse), que Honorio III aprobó en 1216. La orden destacaría en la teología y la doctrina, al amparo de figuras como san Alberto Magno y santo Tomás de Aquino. Los frailes fueron llamados “dominicos”, seguidores de Domingo de Guzmán, pero también “dominicanos”, “domini canes”, los perros del Señor.

Fresco del Palacio Vázquez de Molina (llamado de las Cadenas), de Úbeda (Jaén), que fue
 convento de madres dominicas, y que es hoy sede del ayuntamiento.
Se representan dos perros con lenguas de fuego flanqueando el escudo de la orden dominica
Los intentos de convencer a los cátaros fueron inútiles, por lo que se decidió utilizar la fuerza, y así se desarrollaron la cruzada albigense y la Inquisición. La antorcha del sueño había evolucionado hacia la hoguera.

Aunque cada convento tendría su sello identificativo, la Cruz de Calatrava fue probablemente símbolo de la Orden de Predicadores desde el principio, alternando el blanco de pureza (de plata) y el negro de penitencia (de sable), aunque el ejemplar más antiguo de este stemma liliatum (escudo flordelisado) es el de la peana de Caleruega, de 1420. En la orden, la cruz blanca y negra tiene como fondo la bandera de San Vicente, jironada en blanco y negro, alternando los tonos con los de la cruz. Es conocida la veneración de los dominicos por san Vicente Mártir, especialmente en el caso del dominico y también valenciano san Vicente Ferrer, que predicó en Sevilla.3 Por cierto que la bandera de jirones blancos y negros pasó a Lisboa (a través del cabo de San Vicente, precisamente, y de la leyenda de la barca de los restos del santo custodiada por dos cuervos), y de allí a Ceuta. Las estrellas, otro elemento emblemático de los dominicos, también tienen fundamento en la leyenda que cuenta que una estrella apareció en la frente de Domingo en su bautismo.4

Lápidas de la actual parroquia de la Magdalena, referidas
al Repartimiento y a la liberación de Ánimas
En el Repartimiento de Sevilla, la Orden de Predicadores recibió una “multitud de casas” y tierras junto a la puerta de Triana, donde pudo “fabricar su insigne casa y sustentar muchos religiosos”. “Más que un convento parecía una ciudad”.5

Su parcela estaba rodeada por calles que pertenecían al rey y no tenía casas que lindaran con ella.6 Puede afirmarse que llegaba por el norte hasta más allá de la actual calle Canalejas (que se urbanizó precisamente ya casi en nuestros días sobre terrenos que fueron del convento), que limitaba al este con la calle que se llamó Dormitorio de San Pablo (hoy primera parte de Bailén), que por el sur llegaba a la calle llamada primero del Rey y luego San Pablo, y que por el oeste limitaría con el adarve llamado Cantarranas, en realidad un espacio pantanoso, vestigio de antiguo brazo del Guadalquivir, que discurría junto a la muralla de poniente.7

Muro gótico-mudéjar de la parroquia de la Magdalena,
de la calle San Pablo
Del primitivo convento gótico-mudéjar, muy reformado sobre todo tras el hundimiento del templo en 1691, queda un vestigio del muro de la calle San Pablo, hoy adornado con el mural cerámico del Cristo del Calvario.

Y queda la capilla del Dulce Nombre de Jesús, sede de la hermandad de la Quinta Angustia, a los pies de la epístola de la iglesia parroquial. En realidad, esta capilla larga y estrecha es el resultado de unir tres capillas funerarias (de profundis) del siglo XIV, eliminando las paredes medianeras.

Capilla del Dulce Nombre de Jesús, en la que
se aprecian las tres cúpulas. La foto está tomada
al paso de la cofradía de La Estrella
Desde fuera se aprecian las tres cúpulas correspondientes a las tres primitivas capillas. Dentro, se pueden admirar las tres magníficas bóvedas ochavadas de lacería mudéjar sobre pechinas, que, por estar destinadas a espacios funerarios, se dirían vinculadas al modelo centralizado de kuba almorávide, inspirado –al igual que otras en Sevilla, como Santa Marina o San Pedro) en el Santo Sepulcro y en la mezquita islámica de la Roca, esta última edificada sobre las ruinas del Templo de Salomón y cristianizada por los templarios.8

Destacan los rosetones de la capilla, de la segunda mitad del XIV: uno en la cabecera (en el mismo muro correspondiente a los pies de la iglesia parroquial) y dos rosetones octogonales en el muro que da a la calle San Pablo, diferentes uno del otro, que dan réplica a las bóvedas de tracería.

La devoción al Dulce Nombre de Jesús vino como desagravio, por la proliferación de blasfemias que hubo en el siglo XVI. La hermandad del Dulce Nombre de Jesús, una de las integrantes de la actual de la Quinta Angustia, se estableció aquí en 1587, por cesión que hizo la Orden de Predicadores, dada la vinculación de la devoción a los dominicos.

Nazarenos de la Quinta Angustia con la
bandera del Dulce Nombre de Jesús
www.pasionenladistancia.blogspot.com.es
Los nazarenos de la Quinta Angustia testimonian cada Jueves Santo esta devoción, con un historiado IHS en sus capas, en el que la I se ha convertido en una cruz (¡floreteada!), y con la bandera de Jesús Niño. Y el domingo del Corpus, el Niño Jesús procesiona bajo baldaquino salomónico.

Cuadro de la Virgen del Císter con san Benito
y san Bernardo
Entre los cuadros que lucen en la capilla hay uno que nos llamará especialmente la atención, un cuadro, atribuido a Andrés Pérez, sin duda realizado en Sevilla, que estuvo en el retablo mayor de la iglesia del convento calatravo de San Benito y luego pasó por el convento de Santa María del Monte Sión, hasta que en 1919 fue cedido a la Quinta Angustia, junto con otros cuadros y elementos de la Orden de Calatrava y de las otras órdenes españolas.9

El cuadro al que me refiero, que estuvo en el altar mayor de San Benito, representa a la Virgen del Císter alabada por san Benito de Nursia, el creador de la regla benedictina en el siglo VI, y san Bernardo de Claraval, el reformador cisterciense en el siglo XII, predicador de la Segunda Cruzada y patrocinador de la Orden del Temple. El primero lleva hábito negro y el segundo hábito blanco. ¡Y ambos lucen en el pecho cruces de Calatrava!10

Detalle de la orla de cultos de la hermandad de la
Quinta Angustia
Hoy, la orla de cultos de la Pontificia y Real Hermandad y Archicofradía de Nazarenos del Dulce Nombre de Jesús, Sagrado Descendimiento de Nuestro Señor Jesucristo y Quinta Angustia de María Santísima Nuestra Señora testimonia la referencia dominica de la entidad.11

El convento de San Pablo el Real sería, ya con los Reyes Católicos, la primera sede de la Inquisición española. Pero de esto habrá que hablar con más detenimiento.



1. Almazán de Gracia, Ángel. La génesis de la Orden de Santiago, la familia de su fundador y Soria (www.soriaymas.com)
2. Sopena, Vicente. Compendio de memorias históricas de la Beata Juana de Aza. Barton, Simon F. La aristocracia en Castilla y León en el siglo XII. Se recomienda leer el primer capítulo de esta serie, titulado 1147.
3. Esponera Cerdán, Alfonso. El oficio de predicar: los postulados teológicos de los sermones de San Vicente Ferrer
4. Ferrand, Pedro. Leyenda
5. Labat, Jean Baptiste. Viaje por Andalucía, citando a un cronista de la época
6. Ballesteros Beretta, Antonio. Sevilla en el siglo XIII
7. Diccionario histórico de las calles de Sevilla (Consejería de Obras Públicas y Transportes y Ayuntamiento de Sevilla). González de León, Félix. Noticia histórica del origen de los nombres de las calles de la M.N.M.L.y M.H. Ciudad de Sevilla
8. Camarasa, Vicente. La Kuba Ba Adyin, una exquisitez almorávide en Marrakesch La Magdalena de Sevilla (1) La Capilla del Dulce Nombre de Jesús.
(www.seordelbiombo.blogspot.com.es). Se recomienda la lectura del capítulo 12, titulado Un monte, unas aguas, unos caminos y un castillo, de la serie La casa de la Pajería y sus circunstancias.
9. Carrero Rodríguez, Juan. Anales de las Cofradías sevillanas. Ortiz de Zúñiga, Diego. Annales eclesiásticos y seculares de la M.N.,M.L. y M.H ciudad de Sevilla...
10. Se recomienda la lectura de la entrega anterior de esta serie.
11. www.laquintaangustia.org


viernes, 4 de julio de 2014

SEVILLA Y LAS CRUCES DE CALATRAVA (4: LA HORA DEL REPARTIMIENTO PARA LAS CRUCES DE GULES Y DE SINOPLE…)

Fernando III inició el Repartimiento inmediatamente después de la conquista de Sevilla, privilegiando a entidades y personas concretas. Creó la Junta de repartidores, formada por el obispo don Remondo, Ruy López de Mendoza, Gonzalo García de Torquemada, Pedro Blasco y el ejecutor Fernán Servicial. Don Remondo fue el primer privilegiado, con casas en la plaza de Santa María, sobre las que luego se levantaría el Palacio Arzobispal. El Repartimiento se dio por cerrado, con Alfonso X, en 1253.1

En ese momento no había problemas fronterizos, desde que en 1246 se había firmado un pacto con el reino musulmán de Granada, que incluso había colaborado en la conquista de Sevilla. No era necesario otorgar a las órdenes militares castillos ni núcleos de población estratégicos, por lo que se las benefició con territorios de paz: olivos, frutales, viñedos y tierras calmas, además de casas en la capital sevillana.

Antigua iglesia de la Orden de Calatrava,
perteneciente hoy al centro formativo
SAFA Virgen de los Reyes
La Orden de Calatrava recibió en la ciudad la huerta que se llamó de San Benito, entre la puerta de Bibarragel (Vib Arragel, Bib Arragel...) y la laguna de la Feria, lindante con el compás de los hospitalarios de San Juan, el convento de Santiago (que se llamó de Santiago de la Espada), y el de San Clemente, y allí edificó su convento de San Benito, en torno al cual, y junto con los otros bienes que obtuvo, creó su encomienda sevillana. La huerta donde se ubicó se llamó de las Cadenas, por estar así delimitada, entre las actuales calles Bécquer, Pacheco y Nuñez de Prado, Fresas y Calatrava.2 Aún pueden verse las lápidas con las cruces de Calatrava presidiendo la puerta de lo que fue la iglesia de la orden calatrava en Sevilla.

Aquí recibió culto Nuestra Señora de la Cabeza, porque los calatravos, que tenían a su cargo, junto con los templarios, la guarda de Andújar, trajeron a Sevilla la devoción de la Virgen Negra del cerro del Cabezo.3

En 1563 se fundaría en San Benito de Calatrava, y aquí permanecería hasta 1578, la cofradía de la Columna y Azotes, la que hoy es hermandad de las Cigarreras.4

Calle Calatrava, con la antigua sede de la orden
en la acera izquierda
El convento de San Benito de Calatrava sería sede de la orden hasta 1877, año en el que lo cedería, ya en franca decadencia, a la comunidad salesiana. Hoy, en la calle Calatrava, que rinde con su nombre homenaje a la orden, en el lugar del antiguo convento, existe un colegio de las Escuelas Profesionales de la Sagrada Familia, denominado “Nuestra Señora de los Reyes”, que utiliza la antigua iglesia como salón de actos.5

Alfonso X, tras la rebelión de su hermano don Fadrique, donó a Calatrava en 1269 la manzana entre las actuales calles Santa Clara, Lumbreras, Becas y Hombre de Piedra, con la famosa torre gótica llamada de Don Fadrique. La orden tomó posesión al año siguiente y levantó allí la capilla de San Antolín. Luego, en 1289, Sancho IV donaría este lugar a las monjas de Santa Clara.6

Escudo de Carrión de
los Céspedes
Calatrava obtuvo también los siguientes bienes: la heredad de Carrión, en Aznalcázar, de donde surgió la localidad de Carrión de los Ajos, hoy Carrión de los Céspedes; Mairena (Mayrena), en términos de Alcalá de Guadaira (hoy Mairena del Alcor), y el lugar llamado Borgaberroz; y la alquería de Chist, entre Espera y Alaquaz (Alocaz), donde constituyó una encomienda. Además, la reina Juana otorgó donaciones en Carmona y en Remullena, que se llamó el “donadío de la Puente” por estar junto al puente sobre el Guadajoz, hoy Corbones.7 Y el infante don Enrique les hizo donaciones de tierras en Morón y unos molinos en el Guadaíra.

Antigua iglesia de Santa Lucía,
hoy sala de exposiciones
La Orden de Alcántara tuvo una aportación algo menor. Obtuvo unas casas en Sevilla, en la Puerta del Sol, y allí quedó establecida en la iglesia de Santa Lucía, una de las primeras iglesias gótico-mudéjares que se construyeron tras la conquista, en el barrio de San Julián. La actual calle Alcántara nos recuerda que hasta allí debieron de llegar las huertas de la orden

Escudo de Castilleja
de Guzmán
www.commons.wikipedia.org
Con el tiempo, allá por 1590 (aunque sus primeras reglas son de 1601), se fundaría en Santa Lucía la cofradía de los Panaderos, que guarda fidelidad a sus orígenes al conservar en su escudo los ojos de la santa martirizada.8

En este templo se bautizó en 1846 santa Ángela de la Cruz. Cuando ya recientemente fue desacralizada la iglesia, la pila fue trasladada al convento de las Hermanitas, junto con la imagen de Virgen de la Salud, de la que era muy devota la santa sevillana.9

Fuera de la capital, Alcántara obtuvo Dunchuelas Taxit, la actual Castilleja de Guzmán, además de tierras en Gozín (Aznalcázar) y en la Rinconada, y molinos en el Guadaíra.10

En líneas generales, el Repartimiento no se consolidó, porque muchos privilegiados abandonaron sus casas y volvieron a sus lugares de origen. Incluso la Orden de Avís, que, según había negociado previamente, recibió donaciones por valor de 2.000 maravedíes, abandonó en 1253 las casas sin venderlas ni donarlas.11

La revuelta de los mudéjares de 1254 provocó un cambio radical en el estado de cosas. Alfonso X tuvo que llevar a cabo nuevos procesos de repoblación con nuevos repartos de los bienes abandonados, en 1255 y 1263, y permitir una enorme cantidad de cambios, compras y ventas. Calatrava obtuvo en 1256 la fortaleza de Matrera, en Villamartín, y completó el dominio de la aldea de Silibar, en Morón, donde constituyó sendas encomiendas. También obtuvo Villalba, en término de Aznalfarache, y pudo comprar otros bienes.12

Iglesia de San Benito Abad
der Gerena
Los mismos privilegios para incrementar sus posesiones se concedieron en 1256 a Alcántara, que obtuvo así posesiones en el Aljarafe, como Heliche, Cambullón y la torre del Alpechín. Heliche y Cambullón desaparecieron, pero están localizadas en el término de Olivares. El marquesado de Heliche, con el tiempo, pasaría a formar parte de la profusión de títulos del Conde-Duque de Olivares. Y la torre del Alpechín es la torre hoy llamada de San Antonio, también en el término de Olivares, camino de Gerena.13 Hacia 1258 se asentaron en Gerena los caballeros de Alcántara, que venían bajando por la ruta de la Plata desde Extremadura en su misión de conquista. Con ellos venían monjes benedictinos, posiblemente cistercienses, que fundaron en la localidad, por 1308, el hospital de sangre de San Benito Abad, en el que daban culto a la Vera Cruz y albergaban a transeúntes y pobres, muchos de ellos peregrinos a Santiago. Con Mendizábal desaparecieron el hospital y la comunidad religiosa, quedando solo la iglesia, que es hoy sede de la hermandad de San Benito, la Vera Cruz y la Virgen de la Sangre, y que conserva una reliquia del santo fundador de la orden benedictina.14

En 1262, Alfonso X anexionó Niebla, aunque era un reino vasallo. En 1264 se rompió el pacto con Granada, los cristianos conquistaron Jerez y los granadinos pidieron volver a la situación anterior. Alfonso X, que querría haber sido un rey pacífico, un nuevo Salomón, no tuvo más remedio que reanudar una misión militar que se creía acabada. Los conventos mayores de las órdenes, sus centros de decisión, se trasladaron a Andalucía. Había ya una frontera que proteger y las órdenes recuperaron su papel militar.15

Osuna
En el mismo año de 1264, Osuna fue confiada a la Orden de Calatrava. Se constituyó allí una importante encomienda. Incluso se intentó que el comendador mayor de Calatrava se llamara en adelante comendador de Osuna, pero esto no pudo llevarse a efecto por el despoblamiento subsiguiente a la revuelta mudéjar y la consiguiente expulsión.16

Y luego llegaron los benimerines, de origen bereber, como consecuencia de la llamada que hizo Granada tras la revuelta mudéjar. Era la tercera invasión musulmana (tras los almorávides y los almohades). Los benimerines no pensaban invadir España, ni tenían un proyecto geopolítico de permanencia, pero sus incursiones –cinco entre 1276 y 1285– fueron terroríficas. Se hizo más necesario aún reforzar la frontera. En 1279, Alcántara fue encargada de defender Morón y Cote, recibiendo de Sancho IV estos castillos y el lugar del Arahal en 1285. Y se le quitó a la Iglesia la posesión de Cazalla (Puebla de Cazalla) para incorporarla a la Orden de Calatrava.17

La invasión de los benimerines fue el factor determinante para Sevilla y para todo el reino de Castilla y León, que, a finales del siglo XIII, entró en una depresión que duraría casi un siglo.



1. González González, Julio. Repartimiento de Sevilla
2. Pérez Cano, María Teresa. Patrimonio y ciudad. El sistema de los conventos de clausura en el Centro Histórico de Sevilla
3. Mena Calvo, José María de. Todas las Vírgenes sevillanas
4. Carrero Rodríguez, Juan. Anales de las cofradías sevillanas
5. Bermudo de la Rosa, Manuel. S.J. SAFA, medio siglo de educación popular en Andalucía
6. González Jiménez, Manuel. Diplomatario andaluz de Alfonso X, citado por Gómez Ramos, Rafael en Las casas del infante Don Fadrique y el Convento de Santa Clara de Sevilla (www.institucional.us.es)
7. VV.AA. Mundos medievales: espacios, sociedades y poder
8. Ibíd. 4
9. Santiago, Francisco. Iglesia de Santa Lucía. www.artesacro.org, www.sevillapedia.wikanda.es
10. Ibíd. 1
11. Ayala, Carlos de. Las órdenes militares en la conquista de Sevilla.
12. Rodríguez Blanco, Daniel. Las Órdenes Militares en el Reino de Sevilla en la Edad Media
13. Ibíd. 11
14. www.veracruzdegerena.org, www.gerena.egeneracion.info, www.gerenadiario.blogspot.com.es
15. Ibíd. 11
16. Ortega y Cotes, José de. Bullarium Ordinis militiae de Calatrava
17. Ibíd. 11