lunes, 23 de septiembre de 2013

LA CASA DE LA PAJERÍA Y SUS CIRCUNSTANCIAS (4: TRAS LA CRUZ VERDADERA, TEMPLARIOS, CARMELITAS Y LOS VECINOS FRANCISCANOS)

En Sevilla estaba Teresa cuando, contra la prohibición de realizar más fundaciones, el Carmelo Descalzo abrió, en 1575, un nuevo convento en la templaria Caravaca de la Cruz, cerca de la Basílica del Real Alcázar de la Vera Cruz.

La emperatriz santa Elena, madre del emperador Constantino, encontró en el Calvario, según una historia legendaria, la verdadera cruz de Cristo. Luego, los cruzados la enarbolaron como una cruz de guía, que lo era realmente. Y según otra tradición, un lignum crucis, un trocito de esta verdadera cruz que pertenecía originalmente al patriarca de Jerusalén, fue traído a Caravaca por dos ángeles, a través de una esotérica ventana que aún pervive en la Basílica, para que se pudiera celebrar la misa que atraía la curiosidad del reyezuelo musulmán. Los templarios de Aragón conquistaron Caravaca para Castilla. Y no olvidemos que el día de los Caballos del Vino, víspera de la Invención de la Cruz, se conmemora la victoria templaria.

Cuentan que la reliquia caravaqueña fue traída por Alfonso X y los templarios, tras la conquista de Murcia, para la conquista de Sevilla (1).

Cuando Teresa pudo visitar el convento caravaqueño, las monjas, como obsequio de bienvenida, le regalaron una pequeña reproducción de la cruz, dando inicio a una tradición que permanece hoy con mucha fuerza. La santa abulense valoró muchísimo esa cruz de Caravaca.

Zamarramala es hoy un barrio de Segovia, pero en tiempos fue una importante encomienda templaria, la de Miraflores, que nos legó la iglesia de la Vera Cruz, de planta dodecagonal, con su edículo central que evoca el árbol de la vida, para actos de iniciación, y con una torre donde se veneró un lignum crucis, hoy en la parroquia. En la carretera de Zamarramala está el convento segoviano de los carmelitas descalzos, fundado en 1558 por san Juan de la Cruz, y allí reposan sus restos, trasladados desde Úbeda.

Pero podemos también acercarnos a Baeza, donde san Juan de la Cruz fundó en 1579 el Colegio de San Basilio, luego afectado por la exclaustración. Precisamente en Baeza está la templaria iglesia de Santa Cruz, insólito caso de románico en Andalucía.

El mundo del Temple y el del Carmen no son tan distantes el uno del otro.

Los nueve prototemplarios encabezados por Hugues de Payns llegaron a Jerusalén en 1118 y obtuvieron permiso de Balduino II para instalarse en la que había sido mezquita de Al-Aqsa y luego residencia real tras la conquista cruzada, en la parte sur de la explanada del Templo de Salomón. Se llamaron Pobres Compañeros (o Caballeros, (“Commilitones”, que quiere decir algo así como “compañeros de lucha”) de Cristo y del Templo de Salomón. En 1128 obtendrían su Regla, con el apoyo decidido de san Bernardo, el gran marianista universal (2).

Además del caso de Caravaca, se cuentan once reliquias de la verdadera cruz en enclaves templarios: Ponferrada (hoy en Astorga), Bagá, Murugarra (hoy en Estella) y Zamora, además de las desaparecidas de Torres del Río, Artajona, Villasirga (hoy Villalcázar de Sirga), Villamuriel de Cerrato, Alfambra, Maderuelo y Montesa (3).

La Orden de Nuestra Señora del Monte Carmelo surgió también en Tierra Santa y también en el siglo XII, cuando un grupo de ermitaños, inspirados en el profeta Elías, se retiraron al monte Carmelo, considerado el Jardín de Palestina. “Karmel” no significa otra cosa que jardín. En Granada, como sabemos, un carmen es un jardín particular.

El Carmen Descalzo encontró también la Vera Cruz en San Lorenzo del Escorial.

En 1448 se fundó en Sevilla, en el Convento Casa Grande de San Francisco, una corporación para dar culto a la Sangre de Cristo y a la Vera Cruz (4), que practicaba la beneficencia y era ejemplo para las demás hermandades. Contaba con bulas apostólicas, privilegios, indulgencias y jubileos pontificios. En 1468 hizo su primera estación de penitencia el Jueves Santo, siguiendo –como tantas hermandades de la Vera Cruz en España, muchas de ellas en Andalucía– el ejemplo de la cofradía de la Vera Cruz de Toledo, con la imagen del Crucificado que, afortunadamente, pervive hasta nuestros días como titular de la nueva Hermandad de la Vera Cruz, que procesiona cada Lunes Santo con un lignum crucis recogiendo los besos devocionales de los sevillanos.

Hay que recordar que la hermandad de la Vera Cruz de Toledo, residente en el convento del Carmen Calzado, organizaba la procesión del Jueves Santo. Cuenta una leyenda toledana que, en la segunda mitad del siglo XVI, apareció en el Tajo, cerca del puente de Alcántara y del castillo, que fuera templario, de San Servando, una caja grande que se movía por el río sin obedecer a nadie, hasta que se dirigió a ella el cofrade mayor de la Vera Cruz. Dos frailes carmelitas abrieron la caja y dentro había un crucificado y un rótulo: “voy destinado para la santa Vera Cruz de Toledo”. Había nacido la devoción al Cristo de las Aguas...



(1) Romero Gómez, Juan Antonio. Los templarios en el Reino de Sevilla
(2) Galera Gracia, Antonio. La verdadera historia de la Orden del Templo de Jerusalén
(3) Alarcón Herrera, Rafael. A la sombra de los templarios
(4) Bermejo Carballo, José. Glorias Religiosas de Sevilla
www.agalera.net
www.ayto-toledo.org
www.cruzdecaravaca.com
www.ocd-andalucia.org
www.toledoaldia.com
www.wikipedia.org


lunes, 16 de septiembre de 2013

LA CASA DE LA PAJERÍA Y SUS CIRCUNSTANCIAS (3: UN PATIO DE ALCORZA QUE ES METÁFORA DEL DEBER CUMPLIDO)

En 1575 entraba la sexagenaria Teresa en Sevilla, la mayor metrópolis de España, en compañía de seis monjas y algunos ayudantes. Había viajado, enferma y delicada, por obediencia a su superior, el visitador fray Jerónimo Gracián, que había ido a buscarla a Beas de Segura para persuadirla de fundar en la antigua Híspalis.

Y llevaba el peso moral de la denuncia que la despechada princesa de Éboli había hecho a la Inquisición por la autobiografía teresiana. No olvidemos que los alumbrados, que habían aparecido en Castilla, seguidores de la corriente iluminista europea, creían en el contacto directo con Dios mediante visiones y otras vivencias místicas y, además, ponían por escrito sus experiencias, todo lo cual, por supuesto, preocupaba a la Inquisición, que además recelaba de que la austeridad predicada por la abulense estuviera próxima al protestantismo.

Ciertamente, la profunda reforma teresiana del Carmen Descalzo había iniciado un nuevo estilo de vida religiosa contemplativa a imitación de los primeros eremitas del Carmelo. Tampoco a los carmelitas calzados les gustaba la iniciativa.

Teresa no encontró facilidades en Sevilla. Se lamentaba de que esta urbe no tenía “aparejo de fundar” pese a ser tan “caudalosa” (1). Y por otra parte las buenas palabras iniciales del arzobispo, don Cristóbal de Rojas y Sandoval, no se confirmaron en la práctica a la hora de la verdad, tal vez por haber tenido conocimiento del proceso inquisitorial.

Aun así, superando esta constante oposición, además de otras dificultades, en ese mismo año de 1575 fundó Teresa el monasterio sevillano de San José de monjas carmelitas, undécimo de la Orden, en una casa alquilada por el fray Ambrosio Mariano en la calle de Armas, actual Alfonso XII. Fray Ambrosio Mariano de Azaro de San Benito, carmelita de origen napolitano que había intervenido como ingeniero militar en la batalla de San Quintín (2), tenía el encargo de visitar y reformar los conventos carmelitas de Andalucía, junto con fray Jerónimo Gracián.

Pero las monjas no estaban bien en este lugar, pequeño y húmedo, en el que se encontraban en precario, en todos los sentidos.

Tenía Teresa un hermano, Lorenzo de Cepeda y Ahumada, que había marchado a los veintiún años a la conquista de América y que ya desde Quito, donde fue alcalde y justicia mayor, había hecho una importante contribución económica para la primera fundación en Ávila de su muy amada hermana. En 1575, a sus cincuenta y ocho años, llegó Lorenzo a Sanlúcar de Barrameda para retirarse en España... y para ayudar de nuevo a Teresa (3).

Efectivamente, al año siguiente, el clérigo García Álvarez ayudó a buscar una nueva casa: la antigua casa prioral templaria en la Pajería, que pertenecía al racionero de la Catedral hispalense, Pedro Pablo (4) y a sus seis hermanos. Lorenzo la compró por 6.000 ducados. La abulense, en misiva a fray Ambrosio Mariano, hacía esta descripción de la casa: “Dice el teniente que no hay mejor casa en Sevilla ni mejor puesto. Paréceme que no se ha de sentir en ella el calor. El patio parece hecho de alcorza. Ahora todos entran en él -que en una sala se dice misa hasta hacer la iglesia-, y ven toda la casa; que el patio de más adentro del servicio hay buenos aposentos, adonde estamos mejor que en la otra casa. El huerto es muy gracioso; las vistas extremadas”. Toda la casa era del agrado de Teresa, pero, sobre todo, debió de causarle impresión el patio enjabelgado (5).

Sin embargo, no acabaron ahí los problemas. Los habitantes de la casa no la querían dejar y además, los frailes franciscanos, que “estaban junto” (6), en la Casa Grande de San Francisco que estuvo donde hoy está la “Casa Grande” del Ayuntamiento, requirieron a las monjas para que no consumaran la mudanza. ¿Por qué? ¿Les molestaba que estuvieran tan cerca?

El obispo de Esquilache don Alonso Fajardo, en el deseo de extirpar la prostitución del antiguo compás, había llegado a proyectar en la zona un convento agustino, pero el proyecto se dejó en suspenso tal vez ante la decisión de santa Teresa.

En cuanto al proceso inquisitorial, menos mal que el inquisidor general, don Gaspar de Quiroga, tenía amistad con doña Luisa de la Cerda, amiga íntima de Teresa, y ambos eran cercanos a Felipe II. La sentencia absolutoria vino a aprobar el misticismo de la abulense y a ratificar el juicio positivo sobre el libro de su vida.

En 1576, tuvo lugar el traslado del Santísimo Sacramento a la casa de la Pajería, y con él la inauguración de la nueva sede. Incluso se engalanaron las calles. Sevilla es así.

Y al día siguiente, 4 de junio, a las dos de la madrugada, después de una estancia de un año y medio en nuestra ciudad, la santa partió para Castilla, con su hermano y su sobrina, y con la satisfacción del deber cumplido.



(1) VV.AA. La Casa de Contratación y la navegación entre España y las Indias
(2) Sánchez Herrero, José. Historia de la Iglesia de Sevilla. Tercera parte, Sevilla del Renacimiento
(3) Donoso, Sebastián. Familia Sánchez de Cepeda y Ahumada: su descendencia en Chile y Ecuador
(4) Vázquez Consuegra, Guillermo. Sevilla cien edificios
(5) Santa Teresa. Carta 106. A fray Ambrosio Mariano. La alcorza es una pasta de azúcar y almidón, obviamente blanca, con la que se recubren algunos dulces. Decir “de alcorza” es como decir “de dulce”.
(6) Ibid. 2
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viernes, 6 de septiembre de 2013

LA CASA DE LA PAJERÍA Y SUS CIRCUNSTANCIAS (2: LUGAR DE RUINA MORAL, EN MEDIO DEL IMPERIO)

¿Pasaron las casas del compás templario de Sevilla a pertenecer al Cabildo a la extinción de la Orden del Temple? ¿Pasaron algunas a pertenecer a personas relacionadas con el Cabildo?

En los últimos años del XIV y primeros del XV vivió doña Guiomar Manuel, dama ilustre de la aristocracia sevillana, descendiente de san Fernando y emparentada con doña Juana Manuel, esposa de Enrique II. Podemos pensar –¿por qué no?– que la calle Pajería y otras del antiguo compás se enladrillaron, como tantas en Sevilla, gracias a la generosidad de doña Guiomar, que murió en 1426, muy sentida por los sevillanos. La calle que va desde Pajería a la Laguna, es decir, de Zaragoza a la Plaza de Molviedro, lleva su nombre.

Cerca de la Puerta de Triana, en la primera casa a la izquierda, estuvo el hospital de San Cristóbal, en el que se fundara el convento de monjas de Madre de Dios, visitadas con frecuencia por Isabel la Católica, hasta que se mudaron en 1486, por culpa de una avenida del río, cediendo la casa a tributo a la hermandad de Santas Justa y Rufina. El peso de esta tradición hizo que la calle de casas adosadas a la muralla por fuera, tras el arco que daba entrada a la Cestería, se llamara Vírgenes, y hoy se llame Santas Patronas (1).

Desde 1481, la calle de Pajería era además paso institucionalizado de las comitivas de la Inquisición que, procedentes del castillo de San Jorge, se dirigían a la plaza de San Francisco para los autos de fe.

El salto cualitativo de la ciudad vino con el siglo XVI, gracias al Descubrimiento de América y al subsiguiente tráfico con las Indias. España –ya puede hablarse de España– había pasado a ser el centro del mundo, y Sevilla era su capital comercial, porque ofrecía la mejor continuidad de las rutas marítimas con las terrestres y la mejor logística. Así, la vieja Híspalis se convirtió en puerto universal, su población pasó de 50.000 habitantes a principios de siglo a 150.000 al fin de la centuria (2) y sus riquezas aumentaron considerablemente. Era el Imperio.

Pero en medio de esta opulencia, también había en Sevilla ladrones, pícaros y, por supuesto, rameras. Hay que tener en cuenta que la Puerta del Arenal, que conectaba el puerto con los centros de poder de la ciudad, a través del barrio de la Mar, estaba rodeada de bodegones y casas de juego, frecuentados por marineros, soldados y forasteros.

Probablemente, ya estaba fuertemente implantada en Sevilla la organización criminal llamada la Garduña, cuyas fechorías empezaron en Toledo en el siglo XV. Sevilla era demasiado atractiva para el hampa. La Garduña había comenzado colaborando con la Inquisición, delatando a judíos y herejes en general, y aquí tenía mucho campo de acción. Su capataz residía, al parecer, en Triana, cerca del castillo, y su territorio de actuación estaba en las proximidades de la puerta del Arenal.

Y allí mismo, a la izquierda según se entraba por esa puerta, la antigua pajería se convirtió en el imperio de la mancebía sevillana. Según Alfonso Pozo Ruiz (3), que cita como fuente a Francisco Vázquez y Andrés Moreno, esta zona de prostíbulos y mala vida estuvo en el Compás de la Laguna (¡el lugar seguía siendo identificado como un compás!).

Existía, desde que en 1416 el Concejo municipal había ordenado cercar la mancebía, una tapia pegada a las casas colindantes, que permitía, sin embargo, entradas y salidas discretas y secretas. Muchas de las casillas de prostitución, también llamadas irónicamente “boticas” pertenecían a personajes relevantes e incluso clérigos.

La entrada principal al recinto de la prostitución era la puerta conocida entonces como la del golpe, por la forma como se cerraba, en la calle de Boticas, actual Mariano de Cavia, y el chaval que se encargaba de abrirla y cerrarla, guardacoimas o guardapostigos, según Morales Padrón (4), era “el mozo del golpe” (se me figura más “el niño ‘el golpe”), un “empleado de los padres” (5).

Se ha pensado que la tapia estaba donde hoy está la manzana entre las calles Zaragoza y Padre Marchena. Alfonso Pozo cita, en relación con la tapia, “unas casas que por allí poseía el Cabildo de la Catedral a principios del siglo XV”, con puertas a la Pajería y la laguna. Seguramente se trata de nuestra casa de la Pajería, según lo cual pienso que lo más probable es que hubiera tapia a ambos lados de ella.

Las autoridades controlaban el negocio. En 1553 se promulgaron por el municipio las Ordenanzas de la Mancebía de Sevilla.

Cuenta Santiago Montoto que allí, “por el Compás y la Mancebía” se daba el más desolador de los cuadros sevillanos de la época, el de los niños hambrientos, casi desnudos, roñosos y tiñosos, que por allí vagaban y se adiestraban en las artes que, indefectiblemente, los llevarían al verdugo, a las galeras o a la “ene de palo” (6), que no es otra cosa que la horca.

Por cierto, que en la referencia exhaustiva que Montoto hace de los oficios y artesanías presentes en la ciudad, de los gremios y hermandades (7), no aparece como uno de ellos la pajería. Es de suponer, si la denominación provenía del comercio de la paja, que este había decaído.

Por otra parte hay que señalar que las Ordenanzas consideraban por igual a las rameras y a las concubinas de los curas, que estuvieron permitidas hasta que el Concilio de Trento, que acabó al fin en 1563, condenó el concubinato.

En este contexto, en 1576, el racionero de la Catedral hispalense, Pedro Pablo, vendió la casa al hermano de santa Teresa de Jesús, Lorenzo de Cepeda y Ahumada, que traía dinero fresco de América y quería ayudar a su hermana en la ardua tarea de fundar conventos, con un afán especial por establecer el Carmen Descalzo en Sevilla...



(1) González de León, Félix. Noticia histórica de los nombres de las calles de esta M.N.M.L.Y M.H. Ciudad de Sevilla
(2) Montoto, Santiago. Sevilla en el Imperio
(3) Pozo Ruiz, Alfonso. La ubicación de la Mancebía en Sevilla. La prostitución en la Sevilla del siglo XVI. Alma mater hispalense. Vázquez García, Francisco y Moreno Mengíbar, Andrés. Poder y prostitución en Sevilla, tomo I: la Edad Moderna
(4) Morales Padrón, Francisco. La Ciudad del Quinientos. Historia de Sevilla, tomo III
(5) Ibid. 2. Eran llamados “padres” los proxenetas explotadores de los burdeles
(6) Ibid. 2
(7) Ibid. 2