viernes, 28 de noviembre de 2014

SEVILLA Y LAS CRUCES DE CALATRAVA (25: UN CABALLERO DE MONTESA PARA EL TEMPLO BENEDICTINO DE LAS CRUCES DE LA CALZADA)

A finales del siglo XVI, Juan de Oviedo y de la Bandera, llamado el Joven o el Mozo, levantó los planos del nuevo convento de San Benito, dándole un aire manierista, inspirado en Vermondo Resta.1

Retrato de Juan de Oviedo y de la Bandera
en el que se aprecia la Cruz de Montesa

Juan de Oviedo había nacido en Sevilla en 1565, hijo del escultor abulense Juan de Oviedo el Viejo. Aprendió con su tío Juan Bautista Vázquez el Viejo y fue maestro escultor, entallador y arquitecto. Trabajó en los túmulos de Felipe II y de Margarita de Austria, fue maestro mayor del Ayuntamiento y dejó testimonios de su arte arquitectónico, como el convento de la Merced o las portadas de Madre de Dios y de Santa María de Jesús. Y trabajó también, como ingeniero, en obras de infraestructura del Guadalquivir. Tuvo fama excepcional, hasta el punto de ser ensalzado por Lope de Vega. En 1617 fue caballero de Montesa. Murió, en plena madurez artística, en la guerra en la brasileña Salvador de Bahía, en 1625.2

La Orden de Montesa había sido erigida en el reino de Valencia en 1319, por bula de Juan XXII. El concilio de Vienne, en 1312, había suspendido la Orden del Temple y decretado que los bienes de los templarios pasaran a los hospitalarios de San Juan, pero Jaime II de Aragón no quería que se creara una franja sanjuanista (obediente exclusivamente al papa) partiendo en dos su reino, y planteó una orden que uniera las posesiones del Temple y las del Hospital, centralizada en el castillo de la otrora templaria villa de Montesa, y adscrita a la tutela de Calatrava.3 La orden de Montesa tuvo como emblema la misma cruz flordelisada de Calatrava, aunque de sable (negra), aunque luego, al absorber a la de San Jorge, adoptó la cruz griega roja lisa y llana con la aquiescencia del papa Luna. Recordemos que el papa Luna, el que se mantuvo en sus trece, fue huésped del maestre de Montesa en el Maestrazgo castellonense, en su camino de Peñíscola a Aviñón.4

Cruz de Montesa
www.elrastro.com
Con el Renacimiento, las órdenes de caballería fueron incorporadas a la corona. No se sabe cuándo se fundó el Real Consejo de las Órdenes de Santiago, Calatrava, Alcántara y Montesa, pero se sabe que existía a principios del siglo XVI. Montesa, sin embargo, se mantuvo independiente por una bula de Sixto V, hasta que el maestre Pedro Luis Garcerán de Borja, hermano de san Francisco, tuvo que negociar con Felipe II la incorporación de la orden a la corona en 1587. Así, la Orden de Santa María de Montesa y San Jorge de Alfama se convirtió, como las demás, en una institución de representación de la nobleza. Probablemente fue entonces cuando empezó a utilizar su emblema actual: la cruz flordelisada de sable integrando la cruz de gules de San Jorge. El terremoto de 1748 arruinó el castillo convento de Montesa y la orden se instaló en la que había sido casa del Temple en Valencia. Actualmente, Montesa blasona de sus fines de santificación personal, culto divino y defensa de la fe, además de otros de carácter histórico-cultural y benéfico-social.5

Retablo mayor de la parroquia de San Benito,
con la Virgen de Valvanera.
Ante él, se aprecia la trasera del paso de
Nuestra Señora de la Encarnación Coronada
Parece ser que en el lugar donde hoy está San Benito en Sevilla, edificó el visigodo Atanagildo, a petición de su hija Brunequilda, probablemente sevillana, un monasterio dedicado a San Cristóbal, más tarde integrado en la orden benedictina, con dos monjes venidos de Montecasino a instancias de la propia Brunequilda, reina entonces ya de los francos por su matrimonio con Sigoberto.6

Tal vez luego hubiera en el lugar una mezquita. Según la tradición, san Fernando asistió allí a la primera misa tras la conquista, celebrada por los monjes de Santo Domingo de Silos que habían estado presentes en el asedio a la ciudad. Entre 1253 y 1259, Alfonso X otorgó privilegio al abad de Silos, dándole estas tierras próximas a la puerta de Carmona, en medio de una inmensa y fértil explanada de huertas y cortijos y frente al acueducto que traía el agua desde las fuentes de Santa Lucía en Alcalá de Guadaíra. Se fundó así el convento benedictino masculino de Santa María (de la Consolación) y Santo Domingo, con monjes venidos de Burgos. Estos monjes, de Santo Domingo de Silos, San Pedro de Cardeña y San Millán de la Cogolla, trajeron la devoción y tal vez la imagen de la riojana Virgen de Valvanera. En el templo hay, en la puerta sur, un azulejo sobre su aparición y, en el retablo mayor, una imagen datada por José Gestoso en el siglo XIII, aunque puede ser algo posterior,7 que responde al modelo de kiriotissa, icono de la Madre como trono de la sabiduría, que, sin embargo, cuando se le coloca su manto, se muestra más sevillana.8

En este lugar, “al sitio llamado Calzada de la Cruz del Campo”, fue fundada en 1431 la hermandad del Gran Poder por los duques de Medina Sidonia. En 1488, la hermandad salió de San Benito para residir en Santiago de la Espada, la iglesia de la encomienda sevillana de la Orden de Santiago, sin que le diera tiempo, al parecer, a conocer el nuevo humilladero de la Cruz del Campo, construido en ese mismo año por el asistente Diego de Merlo.9 El templo fue priorato hasta 1513, año en que se convirtió en abadía. Seguramente fue por estos años cuando empezó a albergar cultos de la Virgen de las Madejas, que tenía una capilla en el mismo acueducto, quedando recuerdo de ello en lo que queda del mismo.10 A mediados del siglo XVI se fundó en el templo benedictino la actual hermandad de la Soledad de San Lorenzo, estando documentada su presencia al menos desde 1549. Iba en procesión a la Cruz del Campo, como la del Cristo de San Agustín, la del Cristo de la Fundación y Nuestra Señora de los Ángeles, o la del Santo Crucifijo y Nuestra Señora de las Virtudes. En 1561, la Soledad se trasladó, siguiendo los pasos del Gran Poder, a Santiago de la Espada.11 Y una tercera hermandad de penitencia residió en este templo: la actual hermandad de San Isidoro, llamada en sus orígenes de las Tres Humillaciones y Madre de Dios del Arco, hasta que se trasladó en 1607 a Santiago el Viejo, la actual iglesia de Santiago, donde precisamente había residido la Orden de Santiago antes de construir su templo de Santiago de la Espada, en la calle San Vicente.12

Hornacina dedicada a san Benito Abad,
en la puerta principal de la parroquia
de San Benito
Volvemos al punto de partida. La reforma de Juan de Oviedo se llevó a cabo con importante ayuda económica de Leonor de Figueroa y Ponce de León, marquesa de Tarifa, heredera, por tanto, de Fadrique Enríquez de Ribera, el que trajo de Jerusalén a Sevilla la práctica devocional del viacrucis a la Cruz del Campo, haciendo de su casa la Casa de Pilatos.13 Sin duda, la marquesa quiso enaltecer el lugar como sexta estación. Las obras se realizaron bajo la dirección de Andrés de Oviedo, sobrino del arquitecto, culminándose en 1612. El nuevo templo fue advocado a San Benito y se enriqueció con el cuerpo de uno de los mártires del siglo IX en Córdoba, donado por los monjes de San Pedro de Cardeña.14 Hay que recordar que san Benito de Nursia es el iniciador de la vida monástica en Occidente, fundador de la orden benedictina, patrón de Europa y autor de la “Santa Regla” que inspiró tanta regulación monacal posterior, incluida, por supuesto, la Regla del Temple, inspirada –si no redactada– por san Bernardo, tras la reforma cisterciense.15

Los monjes de Silos estuvieron en el monasterio hasta que este fue desamortizado por Mendizábal, aunque la iglesia continuó funcionando como filial de San Roque.16

En 1868 entró en la iglesia de San Benito Abad la Virgen de la Encarnación. La hermandad del Santísimo Cristo de la Sangre y Nuestra Señora de la Encarnación había sido fundada en 1554 en el monasterio trianero y franciscano de Nuestra Señora de la Victoria, por carpinteros de ribera y calafates del puerto camaronero. Luego estuvo en Santa Ana. Hacia 1565 compró un solar en la cava vieja (hoy Pagés del Corro). En 1845 fue a la Catedral con sus dos pasos, siendo el de la Virgen de plata el más rico de la época, con una paloma en su techo, que dio origen a la cariñosa denominación de “Palomita de Triana”. Pero luego entró en decadencia. En 1848, la junta revolucionaria decretó el cierre de su capilla. Y en 1921, con la Virgen de la Encarnación en San Benito, fueron aprobadas las nuevas reglas.17

Escudo de la hermandad
de San Benito
Así, al identificarse con su nuevo emplazamiento, la hermandad que había sido trianera se identificó también con los valores que habían sido el hilo conductor del lugar; así hizo suyo el ideal sanitario para el cuerpo y el alma, preconizado por san Benito de Nursia;18 así comulgó con el sentido de la conquista que san Fernando hizo de Sevilla para Castilla y para la Cristiandad; así recogió la tradición cofrade de anteriores hermandades que miraban al Calvario de la Cruz del Campo; así tomó el espíritu cruzado de Fadrique Enríquez de Ribera; así asumió los valores de la Orden de Montesa y de todas las órdenes de caballería, “para que el espíritu patriótico y cristiano, que animó a los caballeros que las componían, sirviera de ejemplo y de solera a los hermanos de esta”. El escudo de la Hermandad del Santísimo Sacramento, Pontificia y Real Archicofradía de la Sagrada Presentación de Jesús al Pueblo, Santísimo Cristo de la Sangre, Nuestra Señora de la Encarnación Coronada y San Benito Abad presenta dos medallones ovales de oro con ornamentación barroca acolados, trayendo el siniestro (que es el que vemos a la derecha), las cuatro cruces de las órdenes militares dispuestas en cruz: Santiago, Calatrava, Alcántara y Montesa, en recuerdo de las que hay en el altar mayor.19

Fachada sur de la parroquia de San Benito
Pero es que San Benito es la iglesia de las cruces medievales, aunque su fisonomía responda a una reforma del siglo XVII, con retoques posteriores. En la portada principal, con el santo de Nursia, está la cruz de la histórica medalla de sus seguidores, finalmente aprobada en 1742. Y en la portada lateral, que da al sur, bajo la hornacina de la Virgen de Valvanera, hay un altorrelieve con un castillo y un león con un báculo, distintivos de la orden benedictina, aunque en posición contraria a como los vemos en otros lugares, y un arquitrabe en el que se ven cuatro cruces relacionadas con órdenes de caballería: a la izquierda, según la vista, la de Cristo, la orden portuguesa que heredó los bienes del Temple en el país vecino; en el centro dos cruces de Calatrava, o tal vez Calatrava y Alcántara, teniendo una de ellas una alfa y una omega que se han convertido en un extraño dibujo tras la última restauración; en la derecha, la cruz griega de San Jorge, de la Orden de Montesa. No olvidemos que todas las órdenes militares se crearon una vez establecida la fórmula del monje guerrero y entendido el principio de la guerra santa, a partir de las constituciones que el papa hizo de la Orden del Temple, avalada por san Bernardo.20

Detalle del interior de la
parroquia de San Benito
Aunque no sea más que un detalle curioso, no puedo dejar de comentar la presencia de cruces de forma templaria en el interior de la parroquia.

Señalización de la sexta estación
del Viacrucis a la Cruz del Campo,
en la parroquia de San Benito
Y hay otro detalle, si cabe, más curioso aún: En la señalización de la sexta estación del viacrucis, dedicada a “la sagrada estampa del rostro de Cristo en el paño de la Verónica” y actualizada por la Pía Unión del Vía Crucis a la Cruz del Campo, están la cruz de Jerusalén, la misma de la fachada de la Casa de Pilatos, que recuerda la peregrinación de Fadrique, y la de los hospitalarios de San Juan, que forma parte del escudo de la hermandad del Valle.21

Todas las cruces medievales están en Sevilla, en la Calzada, por una razón o por otra. Y eso que estas cruces, cargadas de simbolismo, se generaron cuando Sevilla era todavía Isbiliya. Es tanta la fuerza atractiva y es tanto el potencial de irradiación que tiene esta ciudad, que todo confluye en ella. 



1. Arquitectura barroca de los siglos XVII y XVIII, arquitectura de los Borbones y neoclásica. Historia de la Arquitectura española, tomo 4. Editorial Planeta
2. Ibíd.
3. Andrés Robres, Fernando. Santa María de Montesa y San Jorge de Alfama (www.moderna1.ih.csic.es)
4. VV.AA. Historia de las órdenes de caballería y de las condecoraciones españolas (www.archive.org)
5. Ibíd. 3 y 4
6. Raya Rasero, Rafael. El corazón de Sevilla
7. Pérez Cano, María Teresa. Patrimonio y Ciudad. El sistema de los conventos de clausura en el Centro Histórico de Sevilla. Montoto, Santiago. Esquinas y conventos de Sevilla. También la sección Parroquia de San Benito Abad en www.hermandaddesanbenito.net y el artículo de Moreno, Juan. Orígenes de la Advocación de Valvanera en (www.pilateros.blogspot.com.es)
8. Se recomienda leer el artículo de este blog titulado Kiriotissa sevillana: por Ella reinan los reyes y por Ella nos vamos al Rocío (pasando por Triana).
9. Serrano y Ortega, Manuel. Noticia histórico-artística de la Sagrada Imagen de Jesús Nazareno que con el título del Gran Poder se venera en su capilla del Templo de San Lorenzo de esta ciudad, citado por Duque del Castillo, Rafael en Apuntes para la historia de la hermandad del Gran Poder
10. Gutiérrez Pérez, Jesús Manuel, O.S.A. Los agustinos en la religiosidad sevillana. Ortiz de Zúñiga, Diego. Annales eclesiásticos y seculares de la M.N., M.L. y M.H ciudad de Sevilla…
11. Ibíd. 10
12. Ibíd. 10
13. Se recomienda leer el capítulo 6 de la serie Sevilla salomónica de este blog, titulado Desde Sevilla a Jerusalén… y al cielo.
14. Ibíd. 10
15. San Gregorio Magno. Diálogos. Demurger, Alain. Auge y caída de los templarios. También Vida de San Benito (www.sbenito.org).
16. Ibíd. 10
18. Benito de Nursia (www.es.wikipedia.org)
19. Ibíd. 17
20. Demurger, ob.cit. Se recomienda leer el capítulo 8 de la serie de este blog La casa de la Pajería y sus circunstancias, Non nobis Domine, qui ut Tu.
21. Santo Vía Crucis de la Pía Unión (Devocionario editado por la Pía Unión del Vía Crucis a la Cruz del Campo). Se recomienda también leer la serie de este blog Sevilla y las ocho beatitudes de San Juan, y especialmente el capítulo 6, titulado Bula para la cruzada sevillana de Letrán.



lunes, 24 de noviembre de 2014

SEVILLA Y LAS CRUCES DE CALATRAVA (24: CRUCES EN LA GUÍA Y CON LA MADRE, Y CRISTO EN EL CENTRO)

El siglo XVI discurrió en una permanente y a veces sangrienta dialéctica entre el humanismo innovador y el dogmatismo que pervivía. El primero era antropocéntrico, en torno a la idea fundamental del hombre, imagen de Dios y criatura privilegiada, como centro del Universo. El segundo era intransigente, inquisitorial. Sevilla fue, como no podía ser de otra forma, escenario principal de este choque entre estas dos formas de entender la vida, la política y la religión –lo que en España venía a ser lo mismo–. De esta confrontación surgió una nueva mística, en dos líneas: una afectiva, cristocéntrica, protagonizada por franciscanos y agustinos, y otra intelectualista, escolástica y metafísica, protagonizada por dominicos y jesuitas. Ya en la segunda mitad del siglo, con Felipe II, surgió una síntesis, ecléctica, genuinamente española, que pretendiendo traer el cielo a la tierra, floreció, sobre todo, entre los carmelitas, los jardineros de Palestina.1

Stmo. Cristo de la Conversión del Buen Ladrón
www.sevilla.abc.es
Sevilla buscó su propia mística cristocéntrica, afectiva, pero apoyada en Trento. Puestos a admitir que el hombre era el centro de la creación, nada mejor que considerar a Cristo, el mejor hombre, como el centro de todo. Y, si la inteligencia humana era el valor que el hombre podía poner al servicio de la fe, nada mejor que contar con Cristo. Por eso, a partir de ahí, Sevilla concibió, incluso físicamente, un nuevo modelo cristífero, y el Cristo clásico del Renacimiento, prototipo apolíneo de belleza masculina, fue sustituido por el Cristo contrarreformista, humano pero dulcificado en cuanto a denotar la huella de la tortura. Esta filosofía de vida y de estética potenció el teatralismo y las procesiones. Luego, el fluir de la Historia dio paso al Barroco, una nueva forma de ver el Calvario, que buscaba conmover al pueblo mostrándole el sufrimiento y la agonía. En los oratorios, por supuesto, no era necesario exponer el sufrimiento físico de Cristo, sino el metafísico, como se evidencia en el Cristo de la Clemencia o de los Cálices, encargado por el arcediano jesuita Mateo Vázquez de Leca para la cartuja de las Cuevas a Martínez Montañés, en el del Desamparo y Abandono, del Cerro del Águila, que perteneció al noviciado de San Luis de los Franceses, y en el hoy universitario y procesional Cristo de la Buena Muerte, tallado por Juan de Mesa para la casa profesa de la Compañía, exento de sufrimiento incluso en su advocación.2

Se recuperaban en los siglos XVI y XVII aspectos del naturalismo gótico, que habían quedado al margen de la corriente inquisitorial dominante en el tránsito al Renacimiento. Porque en realidad el cristocentrismo había nacido con el gótico, en el siglo XIII, cuando la cruz de Cristo era el axis mundi, símbolo máximo de la contemplación y centro del mundo para Ramon Llull, el mismo que formuló y sistematizó los principios caballerescos en su Libro de la orden de caballería, un sutil y completo sistema ideológico dirigidos a los reinos. Recordemos también que, en coherencia con ese incipiente humanismo medieval, Llull no renuncia a la sensualidad, sino que la acepta siempre y cuando provenga de Dios.3

En el mismo siglo XIII, san Francisco de Asís, en su obsesión por ayudar al hombre a realizarse en la naturaleza y como hijo de Dios, humanizó la celebración de la Navidad e inventó el Belén. Se había traducido a la escala humana el heliocentrismo expresado en el “cristianismo cósmico”, proveniente del sustrato precristiano creyente en la salvación universal. Dios era ya accesible.4

San Bernardo
Pero hay que profundizar algo más, porque ¿habría sido así de no haber existido los Sermones de Navidad de san Bernardo, el “doctor melifluo” que, impregnado de espíritu caballeresco, predicó la Segunda Cruzada y apadrinó la Orden del Temple? Decididamente, no. San Bernardo buscó la humanidad salvadora de Cristo, que no nos desprecia porque nos comprende. Y en esta búsqueda encontró a la Madre de Jesús, porque la humanidad de Cristo trae consigo la mediación de su madre terrenal. San Bernardo fue un decidido promotor de la devoción a la Virgen María, rompiendo con los recelos anteriores. La orientación de su teología determinó un nuevo espiritualismo mariano, lleno de ternura, de afectividad y, en definitiva, de humanidad.5

Pues bien, he aquí que estos son, sencillamente, los valores de la religiosidad sevillana, cuyo sentimiento barroco, rico en matices y contrastes, sigue vigente, y cuya alma cofrade, intensamente mariana, está impregnada de un sentido caballeresco de raíz medieval, consustancial con un concepto de amor cortés, que, en el plano religioso, se tradujo en la veneración de María como nueva Eva.6 ¿Acaso no hay amor cortés en los besamanos de las Vírgenes de Sevilla?

Cruz de guía de la cofradía
de Montserrat
Un claro ejemplo de este barroco sevillano caballeresco, teñido luego de romanticismo, es la hermandad de Montserrat, que tiene en la Cruz de Calatrava su emblema.

Sus primeras reglas como cofradía de penitencia se aprobaron en 1601, aunque es posible que antes existiera como hermandad de luz. En 1650, la corporación, de orígenes evidentemente catalanes, se trasladó de San Ildefonso a San Pablo el Real, tras haberle cedido la comunidad dominica un solar en el compás. Ingresaron en ella los mercaderes de lienzos, que costearon la capilla, los cultos y la procesión, y propagaron la penitencia de San Vicente Ferrer. La hermandad rendía ya culto al pasaje de la Conversión del Buen Ladrón, la segunda palabra de Cristo en la cruz, refrendo del poder de la oración, tan cara a los predicadores.7

La conversión de Dimas había inspirado al dominico santo Tomás de Aquino a componer una breve oración: “Pido lo que pidió el ladrón arrepentido”. Y sin embargo no es san Dimas una figura muy venerada.8

Fachada de la capilla de Montserrat, en la que se aprecia
la hornacina de los Siete Dolores de María
La hermandad de Montserrat, que se declara vinculada o incorporada desde muy antiguo a las órdenes militares de Calatrava y Alcántara,9 recibió un nuevo impulso en 1851 tras la entrada de los duques de Montpensier, estrenando un paso de Cristo con cartelas de los escudos de la hermandad, de los duques, del cardenal Romo y de la Orden de Predicadores.10 En 1867 se unió a la primitiva cofradía del Rosario de San Pablo, aunque se separarían en 1941.11 En el siglo XIX, el convento fue invadido, saqueado y finalmente desamortizado.12 En 1873 se planteó el derribo del compás de San Pablo el Real por razones urbanísticas, siéndole ofrecida a la hermandad de Montserrat su actual capilla, que, dentro del mismo compás, había sido sede de la hermandad de la Antigua, Siete Dolores y Compasión, y desde la cual se promovió en el siglo XVII el rezo público del rosario.13 En realidad, esta capilla, aunque reformada, es lo que queda del compás. La hermandad de Montserrat se unió de nuevo en 2006 a la del Rosario.14

El Cristo de la Conversión del Buen Ladrón aparece entre los ladrones, dialogando con Dimas, en un paso compuesto con las nuevas tendencias realistas del XVII.15 Lo talló Juan de Mesa, el mismo autor del Cristo de la Buena Muerte y del Señor del Gran Poder, entre otros. Basta la simple observación para ver el parentesco del de la Conversión con el del Gran Poder, y cómo ambos muestran, a diferencia del de la Buena Muerte, las huellas del dolor físico en su humanidad, junto con su admirable energía.16

Ntra. Sra. de Montserrat
www.sevillaatravesdeunobjetivo.es
La virgen dolorosa de Montserrat podría ser de Martínez Montañés.17 Su figura no se corresponde con la ortodoxia de la representación barroca del dolor y de la Virgen dolorosa, que pide asimetría, escorzo; al contrario, presenta una imagen frontal, vertical y simétrica que no puede ser ajena a la actitud hierática de la Montserrat catalana, que transmite una distante majestad, como todas las Vírgenes Negras. La moreneta de Montserrat –de la que hay una miniatura en el paso de la sevillana– es una talla románica del siglo XII, icono del trono de la sabiduría, con un orbe en su mano derecha. El Niño bendice con su mano derecha mientras sostiene en su mano izquierda una piña, símbolo del tercer ojo, la glándula pineal.18 Un día tendré que empezar a tratar a fondo la relación de Sevilla con las Vírgenes Negras.

Trasera del paso de Ntra. Sra.
de Montserrat
La cofradía del Viernes Santo tiene cruces de Calatrava en todo el cortejo. Poco importa si su origen y profusión tienen un fundamento caballeresco o dominico.

La cruz de guía, con cuatro cruces de Calatrava plateadas, es una magnífica pieza de 1851; y también aparece la cruz de Calatrava, en aspas, en los antifaces de los nazarenos del Cristo, en este caso junto con la cruz blanca de Ocho Beatitudes de San Juan, la cruz de los hospitalarios de las Cruzadas. El característico manto de la Virgen, estrenado en 1866, trae, entre el gran collar de Carlos III, los símbolos del monarca Borbón, y el Toisón de oro, series de castillos, leones, flores de lis y cruces de Calatrava, en bordados de oro sobre el terciopelo azul; y también en el interior del palio y en sus corbatas lucen cruces calatravas.

Orla de cultos de la
hermandad de Montserrat
El libro de Reglas trae cuatro cruces medievales: las de Calatrava, San Juan, Jerusalén y Santiago. Y la simétrica orla de cultos de Montserrat, con una corona real portada por dos leones, es una clase de historia de órdenes militares: de arriba a abajo, tanto en la columna derecha como en la izquierda, la cruz de Montesa, la de Jerusalén montada por la de San Juan, las barras catalanas, la cruz de Alcántara, las cadenas de Navarra y la cruz de Santiago; al pie un escudo no oficial de la hermandad, con la cruz patriarcal, el Toisón y dos medallones, trayendo el derecho una cruz de Alcántara montada de una cruz de las Ocho Beatitudes negra y del sello IHS, y el izquierdo las armas de España; y, flanqueando el emblema corporativo, dos cruces de Calatrava.

Banderas concepcionista y
dominica rosariana,
en la vitrina de la
hermandad de Montserrat
Pero también está presente en el cortejo de la cofradía la cruz dominica, con el anagrama mariano rodeado del Rosario, en la bandera que habla de la vinculación histórica de la entidad con San Pablo el Real.

La Pontificia, Real, Ilustre, Antigua y Primitiva Hermandad de Nuestra Señora del Rosario y Cofradía de Nazarenos del Santísimo Cristo de la Conversión del Buen Ladrón y Nuestra Señora de Montserrat es un ejemplo de síntesis: entre los catalanes y los castellanos, entre la monarquía, la aristocracia, la burguesía y el pueblo, entre el humanismo cristiano y la firmeza dominica, entre el cristocentrismo y el culto a la Virgen Negra, entre el clasicismo y el romanticismo, entre la humanidad de la Verónica y el dogma de la Fe.19



1. Menéndez y Pelayo, Marcelino. La poesía mística en España. También Sainz Rodríguez, Pedro. Introducción a la historia de la literatura mística en España. Se recomienda también la lectura del capítulo 4 de la serie de este blog La casa de la Pajería y sus circunstancias, titulado Tras la cruz verdadera, templarios, carmelitas y los vecinos franciscanos.
2. Roda Peña, José. El Crucificado en la Escuela Procesional Sevillana (Crucificados de Sevilla, tomo I) y Sebastián, Santiago. Arte y humanismo. También Mena Hornero, Antonio. Los crucificados. Iconografía e iconología (www.platea.pntic.mec.es)
3. Llull, Ramon. Libro de la orden de caballería. Vega, Amador. Ramon Llull y el secreto de la vida
4. Barriguín, fr. Hipólito. Francisco de Asís y el Belén de Greccio (www.franciscanos.es)
5. San Bernardo. Sermones de San Bernardo abad de Claraval… y también De aquaeductu
6. González Gómez, Juan Miguel. Sentimiento y simbolismo en las representaciones marianas de la Semana Santa de Sevilla. También Las cofradías de Sevilla: historia, antropología, arte, editado por Sánchez Herrero, José.
7. Evangelio de san Lucas 23, 39-43. También, aunque con relato más somero, Evangelios de san Mateo 27, 38-40, san Marcos 15, 32 y san Juan 19, 18
8. Cases, Enrique. Pbro. El Buen Ladrón (www.encuentra.com)
9. Bermejo y Carballo, José. Glorias Religiosas de Sevilla. Carrero Rodríguez, Juan. Anales de las cofradías sevillanas
10. Roda Peña, José. El paso procesional sevillano durante el siglo XIX, citado por Romero Mensaque, Francisco José, en el capítulo correspondiente a la hermandad de Montserrat en Crucificados de Sevilla, tomo II.
12. Martínez Carretero, Isabel O.Carm. Expolio del patrimonio artístico de órdenes religiosas de Sevilla (1810-1835) (www.dialnet.unirioja.es)
13. Bermejo, ob.cit.
14. Ibíd. 11
15. Moreno Navarro, Isidoro. Las cofradías sevillanas en la época contemporánea, una aproximación antropológica (VV.AA. Las cofradías de Sevilla, historia, antropología, arte)
16. Roda Peña, José. Imaginería procesional de la semana Santa de Sevilla
17. Bernales Ballesteros, Jorge y García de la Concha Delgado, Federico. Imaginereos andaluces de los siglos de oro
18. Cassaro, Richard. La Glándula Pineal. Secretos Ocultos Detrás del Arte de la Semilla del Pino y la Arquitectura (www.bibliotecapleyades.net)
19. En el cuerpo de nazarenos del Cristo desfila una representación de la mujer Verónica, con su paño, y, en el de la Virgen, una representación de la Fe, con un velo en los ojos.


martes, 18 de noviembre de 2014

SEVILLA Y LAS CRUCES DE CALATRAVA (23: EL ALMA DEL ROSARIO, EL EMBLEMA DEL PREDICADOR Y LA ENCOMIENDA DEL BAUTISTA)

Se admite tradicionalmente que ya existía devoción al rosario en la feligresía de San Marcos, desde que se conquistó la ciudad y se erigió la parroquia dedicada a este evangelista.1 Para entender lo que esta parroquia representó para la devoción del avemaría en Sevilla, basta con observar los frontispicios del propio templo parroquial y del convento de Santa Isabel, en la recoleta (aunque poco cuidada) plaza que hay tras la iglesia.

Fachada de la iglesia de San Marcos
En la fachada de la parroquia, junto a las arquivoltas góticas y a la sorprendente sebka mudéjar presidida por el Padre Eterno, vemos, sobre pedestales, las figuras del arcángel san Gabriel y de la Virgen María, que se colocaron en el siglo XVIII2 sustituyendo seguramente a otras anteriores, y cuyo diálogo significa la escena de la Anunciación: “Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor está contigo”.3

Tras el templo parroquial de San Marcos está el convento de Santa Isabel, que fundara Isabel de León para alojar a las religiosas de la Orden de San Juan, la orden caballeresca de los hospitalarios de Jerusalén que luego fueron de Malta cuando el emperador Carlos le concedió esta isla al sur de Sicilia, por lo que la cruz es más conocida como Cruz de Malta. Pero antes de esto, la orden intervino en la conquista de Sevilla y obtuvo en el Repartimiento un compás que denominó de San Juan de Acre entre la puerta que se llamó de San Juan (hoy calle Puerta de San Juan de Acre) y las huertas del monasterio de San Clemente (actual calle Lumbreras).4 

Fachada del convento de Santa Isabel
El convento de Santa Isabel, que hoy regentan las filipenses, fue dedicado, como no podía ser de otra forma, a la madre de Juan el Bautista, el santo que fue devoción fundamental de los hospitalarios. En su fachada, bajo la cruz de San Juan, luce un extraordinario altorrelieve de la escena de la Visitación, tallado por Andrés de Ocampo,5 que rememora permanentemente las palabras de Isabel a su prima: “Bendita Tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús”.6

Las dos fachadas son un relato de la primera parte del avemaría, elemento fundamental y el más repetido en el rezo del rosario. En la segunda parte de la oración, el católico no hace otra cosa que la encomienda de sí mismo a la intercesión de la Virgen María.

La presencia dominica en San Marcos es patente, no solo por la devoción rosariana, sino también por haber sido la parroquia escenario de los autos de fe particulares mientras el Santo Oficio residió en el cercano palacio de los Tavera.7 

Vidriera con la Cruz de Calatrava en la parroquia
de San Marcos
Aún puede verse sobre el arco toral del templo parroquial el hierro de la vidriera representando la Cruz de Calatrava de los dominicos, que ha sobrevivido a los avatares de la Historia. Y puede verse también una lápida en la parte baja de la torre, por el lado que mira a la iglesia, que testimonia que el conde de Castellar, Fernando de Saavedra, obtuvo permiso papal para el altar de la Virgen del Rosario en 1568, tres años antes de la batalla de Lepanto.

Detalle del frontal del paso de
María Santísima del Rosario
de la parroquia de San Julián
En 1599, Felipe III aprobó las reglas de la hermandad, cuyo rosario de la aurora fue famoso y pionero, e Inocencio XII le otorgó bulas. La hermandad, con los títulos de Real y Pontificia, reside hoy en San Julián y tiene carácter de orden tercera.8

Escudo dominico en la capa
de un nazareno de Montesión
www.especiales.diariodesevilla.es
Cerca de San Marcos, prácticamente al otro extremo de la calle Castellar, en el convento dominico de Nuestra Señora del Monte Sión estaba la rica hermandad de patrones de barcos que traían oro y plata de América, que había labrado en 1577 su capilla entre el presbiterio y el compás, a expensas de una dama apellidada Becerra,9 y que existía desde mediados del siglo XVI, tal vez fundada en el Hospital de la Sangre, tal vez en la ermita de Belén, tal vez ya en Monte Sión. Las primeras reglas de esta hermandad de la Sagrada Oración del Huerto y María Santísima del Rosario –advocaciones que conforman una exaltación de la oración– datan de 1588, pero el pleito que plantearon y ganaron los dominicos de San Pablo el Real por la exclusividad del nombre hizo que la entidad de Monte Sión tuviera que titularse “de los Cinco Misterios Dolorosos y Sagrada Oración del Huerto”. La hermandad recuperaría después, ya popularizado el rezo rosariano, el título neto y pleno del Rosario. Hoy, los nazarenos de la Pontificia, Real, Ilustre, Antigua y Dominica Hermandad y Archicofradía de Nazarenos de la Sagrada Oración de Nuestro Señor Jesucristo en el Huerto, Santísimo Cristo de la Salud y María Santísima del Rosario en sus Misterios Dolorosos Coronada y Santo Domingo de Guzmán llevan en sus capas de un blanco crema la Cruz de Calatrava blanca y negra de los dominicos, y, en su antifaz de terciopelo negro, el escudo de la corporación, en el que es ostensible la cruz blanca de ocho puntas de San Juan, la cruz de las ocho beatitudes, la cruz de Malta.10 Del convento solo queda la iglesia, convertida en sede del Archivo de Protocolos Notariales desde 1927, y la propia capilla de Montesión. Menos mal que lo que pervive está declarado Conjunto Histórico de Sevilla.11

En 1570, el dominico fray Vicente Justiniano concedió licencia a la cartuja de Santa María de las Cuevas para constituir una cofradía del Rosario, en virtud de la facultad dada por Pío V a la Orden de Predicadores por bula de 1569.12

Nazareno de la Cofradía del Patrocinio
de la colección Sevilla y la Semana Santa
de Francisco Hohenleiter
En Triana existía también la hermandad de Nuestra Señora del Rosario y Sangre de Nuestro Señor Jesucristo, de esclavos alojados en el arrabal, que habían construido a duras penas una casa hospital en el lugar llamado Portugalete (hoy calle Procurador), y que procesionaban con capirote y camisa de disciplina el Jueves Santo a Santa Ana, a la Victoria y a otras iglesias de Triana. El Domingo de Resurrección de 1584 visitaron el monasterio cartujo de Santa María de las Cuevas. En 1587, el año del pleito, que fue también año de reducción de hospitales, la cofradía se trasladó a la ermita que había al final de la calle Castilla, adquiriendo una parcela a las monjas agustinas y dando el nombre de Rosario a ese tramo de la calle. Sin embargo, ante la obligación de cambiar su advocación mariana, adoptó la denominación de las Cuevas.13 Después, la hermandad recuperaría el nombre del Rosario mediado el siglo XVII, pero los dominicos de San Jacinto obligaron en 1673  de nuevo a la hermandad de morenos y morenas a cambiar su título mariano. Y así, esta cofradía pasó a tener como titular a la Virgen del Patrocinio, advocación fundamentada en la visita realizada por Felipe IV en 1624, y confirmada en 1677. Hoy –detalle curiosísimo– los nazarenos de túnicas negras y capas blancas del Cachorro y la Virgen del Patrocinio lucen la blanca encomienda de San Juan, la cruz de ocho puntas, en sus antifaces.14

El rosario había comenzado siendo una práctica elitista de los dominicos. Y, aunque la hermandad de San Pablo había perdido la exclusividad del nombre, fueron diversas las fundaciones de hermandades vinculadas a la Orden de Predicadores. En 1589 se fundó la cofradía del Rosario del convento dominico de Regina Angelorum, que se vinculó a la Real Maestranza de Caballería hasta el punto de ser patrona de la institución la Virgen del Rosario. Y en el siglo XVII hubo cofradías rosarianas en el convento dominico de Santo Domingo de Porta Coeli y en el colegio, también de la Orden de Predicadores, de Santo Tomás.15

Pero el pueblo sevillano había hecho suya la devoción.16 En 1621 existía una hermandad de Nuestra Señora del Rosario en la parroquia de San Miguel en torno a una pequeña imagen, supuesta “capitana” de una flota que viajaba periódicamente a las Indias, y que hoy se halla en la hermandad del Silencio.17 Y también había existido una hermandad del Rosario vinculada a la parroquia de San Juan de Acre, en el antiguo compás de la orden hospitalaria en Sevilla.18

En 1650, la comunidad dominica del San Pablo el Real otorgó a la hermandad de Montserrat, que había sido fundada por catalanes y procedía de San Ildefonso, escritura de cesión de un solar en el compás del citado convento, para edificar una nueva capilla, que se culminó en 1656.19 La hermandad de Montserrat supuso la síntesis de una devoción catalana con otra genuinamente española, de castillos y leones, pero supuso mucho más, como veremos en la próxima entrada. Sus nazarenos lucen, junto a la cruz de Calatrava, la cruz blanca de las ocho beatitudes de San Juan.

Detalle de la orla de cultos de la hermandad
de la Amargura
Y también vemos la cruz de los dominicos junto a la cruz de San Juan y de Malta en la orla de la hermandad de la Amargura, porque está incorporada, entre otras órdenes, a la de Predicadores.



2. Patrimonio inmueble de Andalucía (www.iaph.es)
3. Evangelio de san Lucas, 1, 28 (literalmente: “¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo!)
4. Se recomienda leer la serie de este blog Sevilla y las ocho beatitudes de San Juan, y especialmente el capítulo 3, titulado Calidad y nobleza de la mujer sevillana.
5. Ibíd. 2
6. Evangelio de san Lucas, 1, 42 (literalmente: “¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de vientre!”)
7. Se recomienda leer el capítulo 18 de esta serie, titulado Historias y leyendas del castillo que había sido caballeresco.
8. Ibíd. 1
9. Bermejo y Carballo, José. Glorias Religiosas de Sevilla. También La iglesia conventual escondida, dentro de la serie La Sevilla que no vemos, de Domínguez Arjona, Julio (www.galeon.com)
11. Piñero, Fran. Diez espacios sevillanos que una vez albergaron cenobios (www.sevillaciudad.sevilla.abc.es)
12. El Rosario en Sevilla y Provincia (www.rosarioensevilla.org)
13. Se recomienda leer el capítulo 16 de esta serie, titulado Administrando la justicia de Dios y la devoción a su Madre.
15. Ibíd. 12
16. Romero Mensaque, Carlos José. Génesis de la Devoción. Los Rosarios Públicos. Historia de la Devoción, y también del mismo autor La Religiosidad marginal en Sevilla durante los siglos XVII y XVIII. Artículos de investigación (www.rosarioensevilla.org)
17. Ibíd. 12
18. Ibíd. 12


viernes, 7 de noviembre de 2014

SEVILLA Y LAS CRUCES DE CALATRAVA (22: CÁRCELES Y VERGÜENZAS)

Las penas de la Inquisición debían ser ejemplares y ejemplarizantes, además de útiles y oportunas. Con su publicidad se conseguía el deseado efecto intimidatorio, en prevención de futuras herejías. Las penas consideradas arbitrarias eran muy diversas: abjuración, destierro, cárcel, galeras, hábito penitencial o saco bendito (sambenito, entre nosotros), azotes, confiscaciones, multas, incapacitaciones y otras penitencias espirituales. Los reos condenados a azotes recibían su castigo cerca de la catedralicia puerta del Perdón, al día siguiente al auto de fe.1 

A partir de 1503, estando pendiente la conquista de Nápoles, el papa permitió a la Inquisición imponer la condena a galeras. Fue una gran idea, porque vino a resolver varios problemas de un golpe.2

Puerta del Perdón de la
Catedral de Sevilla
La pena de sambenito, que implantó el cardenal Cisneros cuando fue inquisidor general, era especialmente vergonzante. El reo no podía quitarse esta prenda, con su cruz de San Andrés pintada, mientras durara la condena, que podía ser de un año o varios, o incluso de por vida. Además, una vez cumplida la condena (aunque fuera condena de relajación al brazo secular, con la consiguiente quema en la hoguera), el sambenito se colgaba en la iglesia, para escarnio permanente. Precisamente, una de las funciones del inquisidor en sus visitas era comprobar que todos los sambenitos colgados en las distintas iglesias se mantenían en condiciones.3

Y luego estaba la pena de cárcel, a cumplir en celdas llamadas públicas o de penitencia, aunque también, cuando las penas no eran muy largas, en conventos, hospitales, cartujas, casas de “arrecogidas” y otros lugares por el estilo, aunque es significativa la cercanía sistemática, incluso física, entre la Orden de Predicadores y el Santo Oficio. A partir de 1496, en cuanto se vio que el castillo de San Jorge se había saturado, el receptor Diego García de Medina estableció la distinción entre “cárcel mayor” y “cárcel perpetua”. La cárcel mayor era el castillo, en el que estaban la “cárceles secretas”, que en realidad eran las cárceles preventivas, en las que el reo permanecía –y recibía el tormento necesario– mientras se instruía su causa, previamente al auto de fe. Cuando el reo era condenado a prisión, esta pena no se cumplía en el castillo, sino en una cárcel perpetua, llamada así porque, en efecto, muchas condenas eran de cadena perpetua, aunque, en la práctica no solían durar más de ocho años. La manutención se sufragaba a cargo del reo. Si le habían quedado bienes no incautados, que se encontraban “bajo secuestro”, y había que venderlos para atender a los gastos, en cuyo caso se subastaban a voz de pregonero en las gradas de la Catedral.4

Según las referencias, la primera cárcel perpetua sevillana estuvo en un corral del barrio de Pedro Ponce, que ocupaba la parte sur de la actual plaza de la Encarnación, en la zona cercana a la calle de los Dados (actual Puente y Pellón).5

Calle Azofaifo
Sustituyendo a la anterior, en los primeros años del siglo XVI se utilizó como cárcel perpetua una casa en la calle del Azofaifo, en la collación del Salvador, alquilada al prócer sevillano Alonso Fernández de Santillán. El Santo Oficio era moroso en el pago de rentas. Ante una subida en 1562 a 124 ducados al año (46.500 maravedíes), se barajó trasladar la cárcel a unos almacenes de azúcar en la collación de la Magdalena, o bien utilizar la pequeña ermita de San Telmo, cerca del quemadero, aunque era del papa y estaba ocupada por el obispo de Marruecos. Pero, según todos los indicios, la casa del Azofaifo siguió siendo cárcel perpetua a fines del siglo XVI, cuando era propiedad de Elvira de Zúñiga y Guzmán. Cuando surgió el brote de protestantismo, esta cárcel se quedó chica porque llegó a haber ochocientos presos, y el Santo Oficio tuvo que alquilar la casa anexa, que era de Antonio de Hervás, para las mujeres. Ambas casas estaban tal vez frente al convento de dominicas de la Pasión. Los presos iban a misa todos los domingos a la parroquia del Salvador, vigilados por el alcaide. Los enfermos no recibían mal trato: eran trasladados al hospital de San Hermenegildo, también llamado del Cardenal por haber sido fundado por el cardenal Cervantes, y vulgarmente identificado como el de “los heridos”, que estaba situado en la actual plaza de San Leandro,6 y que fue el más importante establecimiento quirúrgico de la ciudad en el siglo XVII gracias a la labor del médico Hidalgo de Agüero, seguidor de Paracelso.7

Galería del antiguo convento de
Santa María de los Reyes
Durante el siglo XVII existió también una cárcel perpetua en la calle Santiago, en el lugar que fue después dedicado a convento de dominicas de Santa María de los Reyes, fundado en 16078 (o 1611 según algunos autores).

Desde 1611 existió una cárcel perpetua en Triana, cerca del castillo y de Santa Ana, en la calle llamada de las Confesas (tramo de la actual Rodrigo de Triana entre San Jacinto y Victoria), transversal de la calle de Santo Domingo (actual San Jacinto). Y, según parece, en 1673 se instaló una segunda cárcel en un grupo de casas y casillas accesorias arrendadas en la misma calle, que en esa época era más conocida como de las Cadenas.9 Se sabe que los inquisidores sevillanos gestionaron la compra de estos edificios, por lo caros que resultaban los alquileres y porque, evidentemente, pensaban quedarse largo tiempo.10

Sin embargo, el siglo XVIII presenció los coletazos de la Inquisición. Hubo una oleada de represión entre 1720 y 1730, porque aparecieron los curas enemigos de la causa borbónica,11 pero ya el ceremonial inquisitorial había dejado de contar con el respeto del pueblo, entre otras razones porque ya eran más brillantes las procesiones de Semana Santa o del Corpus. En 1731, el tribunal condenó a relajación a un relapso por judaísmo, y se planteó traer reos de Llerena para celebrar un auto más solemne y evitar en todo caso sensación de vacío. Al final, se desistió y el reo fue a Llerena.12

La Inquisición fue progresivamente más laxa en la aplicación de las penas de prisión, que se podían cumplir en el propio domicilio o en un convento, permitiendo generalmente el régimen abierto. Por el contrario, la Inquisición no fue nada indulgente en la confiscación de bienes. La economía era el problema.13

Retrato de Pablo de Olavide en el
Centro de Interpretación de las Nuevas Poblaciones
en La Carolina (Jaén)
Como una última sacudida, vendría la persecución de los librepensadores y los masones, de lo que fue paradigma el proceso de Pablo de Olavide. Aunque la prisión y el autillo del asistente de Sevilla se llevaron a cabo en Madrid, el Santo Oficio sevillano fue acumulando documentación contra el asistente al menos desde 1768 (al año siguiente de la toma de posesión de su cargo), por tener “pinturas provocativas”. Se produjo la confiscación de sus libros y la delación de su plan de estudios universitarios, y Olavide fue detenido en 1774. La instrucción terminó en 1776 y el asistente fue encarcelado en la casa de la Inquisición de Madrid. Hubo inquisidores que pensaron en la hoguera y otros en azotes. Se dictó sentencia, yendo el inquisidor mayor a ver al rey Carlos III para informarle personalmente. Olavide cesó como asistente de Sevilla en 1778, el mismo año en que se celebró el autillo a puerta cerrada en el que fue declarado “convicto hereje, infame y miembro podrido de la religión” y condenado a destierro perpetuo a veinte leguas de la corte, de Lima y de “las Andaluzias”, y a ocho años de reclusión en un monasterio. Se le dispensó del sambenito. Escuchó la sentencia llorando y enfermó varios días.14

Aspecto actual de las casas de la calle
Jesús del Gran Poder, donde estuvo la última
residencia de la Inquisición en Sevilla
Pocos meses antes se había autorizado a la Inquisición sevillana el traslado desde el castillo de Triana hasta el colegio de las Becas, la cuarta sede inquisitorial y cárcel secreta del Santo Oficio en Sevilla, tras San Pablo el Real, el palacio de Tavera y el propio castillo de San Jorge.15 El antiguo colegio de la Concepción de Nuestra Señora, de los expulsados jesuitas, había sido fundado en 1620 para niños pobres, sobre casas antes pertenecientes a los Roelas y a los señores de Almonaster, en la recién urbanizada plaza de la Alameda, al final de la calle de las Palmas (actual Jesús del Gran Poder, ocupando una manzana entre las calles de las Becas coloradas y del Hombre de piedra, y absorbiendo la antigua calle llamada Arquillo de los Roelas, junto a Santa Clara. Se efectuó la toma de posesión en 1782. En la iglesia del colegio estaban enterrados los arzobispos del siglo XVII sevillano Agustín de Spínola Basadone y Ambrosio Ignacio Spínola y Guzmán. Allí residió la Inquisición hasta la primera extinción del tribunal, decretada por los franceses en 1810, y luego volvió a instalarse en 1814, hasta la abolición del Santo Oficio en 1820. Dejó el nombre de la Inquisición al edificio, que fue convertido en cuartel, con su cuadra en la antigua iglesia. Su polvorín estalló en la revuelta de 1823.16

Iglesia de San Bartolomé
de Almagro (Ciudad Real)
(antiguo convento jesuita y
prisión de Olavide)
www.wikipedia.org
Volvamos a Olavide, que fue conducido al monasterio de Sahagún, aunque poco después obtuvo la compasión del inquisidor general para ser trasladado al convento de capuchinos de Murcia por motivos de salud. Como necesitaba baños sulfurosos, fue llevado a Puertollano. Luego, terminada la cura, fue trasladado a Almagro, pudiendo alquilar con el dinero que manejaba el antiguo convento y colegio de jesuitas, que antes de ser de la Compañía de Jesús había pertenecido a la Orden de Calatrava. Casi se puede afirmar que se realizaba así un antiguo proyecto del sacristán mayor calatravo de convertir el convento en un hospicio. Olavide fue allí casi libre, pero se le ordenó volver a Murcia. Siguió argumentando problemas de salud y el inquisidor se ablandó de nuevo, permitiéndole una nueva cura termal de dos meses en Caldas, en Cataluña. Antes de los dos meses, Olavide huyó a Francia, permitiéndose comunicárselo al rey Carlos III.17

El proceso del afrancesado Olavide fue en realidad el proceso de la peligrosa Ilustración, el afán de los inquisidores de frenar las ya imparables corrientes filosóficas del siglo de las luces. Pero la Inquisición no era ya lo que había sido. La Edad Moderna pronto iba a dejar paso a la que llamamos Contemporánea. En el momento en que el asistente que tanto había hecho por Sevilla huyó a Francia, faltaban diez años para la Revolución Francesa.

Menos mal que algunas de las acusaciones absurdas contra Olavide no pudieron elevarse a definitivas, como fue la de no rezar el rosario.16 No olvidemos que para los dominicos el rosario era elemento fundamental de la fe. Hablaremos del rosario en la próxima entrada.



1. Las penas en la Inquisición española (www.gabrielbernat.es)
2. González de Caldas, Victoria. ¿Judíos o cristianos? El proceso de fe Sancta Inquisitio
3. Kamen, Henry. La Inquisición española. Una revisión histórica
4. Ibíd. 2. También Gil, Juan. Los conversos y la Inquisición sevillana. También Las cárceles de la Inquisición sevillana. Universidad de Sevilla, y el artículo De la Inquisición sevillana en el siglo XVI (www.personal.us.es).
5. Ibíd. 2
6. Ibíd. 4
7. Herrera Dávila, Joaquín. El Hospital del Cardenal de Sevilla y el Doctor Hidalgo de Agüero (Visión histórico-sanitaria del Hospital de San Hermenegildo 1455-1837)
8. Pérez Cano, María Teresa. Patrimonio y Ciudad. El sistema de los conventos de clausura en el Centro de Sevilla
9. Ibíd. 5. También, sobre la ubicación, Diccionario histórico de las calles de Sevilla. Consejería de Obras Públicas y Transportes de la Junta de Andalucía y Ayuntamiento de Sevilla
10. Ibíd. 2
11. Eslava Galán, Juan. Historias de la Inquisición
12. Ibíd. 2. Un relapso es un reincidente que con su conducta entra en contradicción con lo que había declarado.
13. Ibíd. 2, 4 y 11
14. Defourneax, Marcelin. Pablo de Olavide, el afrancesado.
15. Historia de Sevilla. Universidad de Sevilla, coordinado por Borrego Paín, Dimas. Se recomienda leer al artículo nº 18 de esta serie, titulado Historias y leyendas del castillo que había sido caballeresco.
16. González de León, Félix. Noticia histórica del origen de los nombres de las calles de esta M.N. M.L.Y M.H. ciudad de Sevilla…
17. Ibíd. 14
18. Ibíd. 14