martes, 25 de febrero de 2014

SEVILLA SALOMÓNICA (8: SALOMONISMO EN LA REFORMA, SALOMONISMO EN LA CONTRARREFORMA… SALOMONISMO ENFÍN)

El 24 de septiembre de 1559 se celebró en la plaza de San Francisco el primer auto de fe contra protestantes sevillanos.

El sentimiento reformista que se había iniciado en Alemania encontró adeptos en Sevilla. Ya el lebrijano Rodrigo de Valer se sentía inspirado por el espíritu de Dios para “aclarar las tinieblas del error y corregir a aquella generación adúltera y pecadora”.1 Naturalmente, fue perseguido por la Inquisición. Cuando murió en el convento de Nuestra Señora, en Sanlúcar de Barrameda, el enorme sambenito que había llevado de por vida fue colgado en la Catedral sevillana.2

Un seguidor suyo, el magistral catedralicio Juan Gil, llamado el doctor Egidio,3 también denominado bonus biblista (el buen biblista), fue demasiado lejos, hasta querer romper un lignum crucis de la propia Catedral y una imagen fernandina de la Virgen María (probablemente la Virgen de las Batallas).4 Se retractó, pero en el fondo siguió siendo luterano. Luego estuvo en Valladolid. Dejó comentarios manuscritos sobre el Génesis, sobre la Epístola de san Pablo a los Colosenses y sobre el salomónico Cantar de los Cantares y otros salmos, obras doctas y llenas de piedad cristiana.5 Tras su muerte, se descubrió la conspiración protestante española, con los focos en Sevilla y Valladolid.

También en la Catedral sevillana ejerció como predicador el conquense Constantino Ponce, el doctor Constantino, de sangre judaica.6 Sus temas favoritos eran los Proverbios, el Eclesiastés, el libro de Job y, naturalmente, el Cantar de los Cantares. Gestionó la cátedra de Sagrada Escritura en el colegio de los Niños de la Doctrina, donde se reunían clandestinamente los reformados para leer y comentar la Biblia. Entre su numerosa audiencia, según dice Cipriano de Valera en la exhortación de su Biblia, se hallaba el estudiante Benito Arias Montano. Después de intentar, sin éxito, entrar en la Compañía de Jesús, fue encarcelado como hereje por la Inquisición.

Los cadáveres del Dr. Egidio y del Dr. Constantino fueron exhumados y lanzados a la hoguera en el segundo auto de fe contra los protestantes, el 22 de diciembre de 1560. Sus obras están, lógicamente, perdidas.

Dentro de Sevilla, el principal foco reformista era el monasterio jerónimo de San Isidoro del Campo, el que había sido cenobio cisterciense fundado en el siglo XIII por Alonso Pérez de Guzmán, Guzmán el Bueno, para sepultura propia y de su esposa, en el mismo lugar donde había estado enterrado san Isidoro antes de la invasión sarracena.7 Era natural, porque los monjes de la Ordo Sancti Hieronymi, que habían venido del monasterio de San Jerónimo de Buenavista, y que en Santiponce eran llamados “los isidros”, se dedicaban, a imitación de san Jerónimo, a estudiar las Sagradas Escrituras.

Prácticamente toda la nómina del monasterio, con su prior a la cabeza, se alineó con la Reforma.8 El prior, el albino García Arias, llamado el “maestro blanco”, sustituyó los rezos por lecturas de las Sagradas Escrituras y pláticas sobre los Proverbios de Salomón. Luego se acobardó, pero fue valeroso a la hora de la muerte en la hoguera.9

Entre los miembros del monasterio estaban el morisco Casiodoro de Reina y el ya citado Cipriano de Valera, los primeros que tradujeron la Biblia completa al castellano, que habían conseguido huir en 1557 junto con otro monje, el escritor y humanista Antonio del Corro. Otros monjes fueron quemados públicamente en la hoguera sevillana del prado de San Sebastián o sufrieron prisión perpetua. Los que consiguieron huir al extranjero fueron quemados en estatua. Y los monjes restantes, a petición de Felipe II y previa aprobación del papa Pío V, volvieron a la comunidad jerónima.10 

También en otro monasterio jerónimo, el de Nuestra Señora del Valle, de Écija, se abrazaron las tesis reformistas. El prior huyó a Ginebra, mientras que el vicario fue quemado vivo.11

La Reforma caló en la mujer sevillana, como fue el caso de Isabel de Baena, que ofreció su casa para reuniones. Ella y otras muchas también sufrieron la hoguera. En el convento jerónimo de Santa Paula, una monja profesa, Leonor de San Cristóbal, fue castigada a no salir del lugar y tuvo que abjurar de vehementi.12

La reacción contrarreformista, avalada por el Concilio de Trento (finalizado en 1563), contó con el decidido apoyo de la Compañía de Jesús. El monasterio de Santiponce fue purificado con pláticas jesuitas, con las reliquias del mártir romano san Eutiquio, con esculturas de Martínez Montañés y con devociones marianas no evangélicas, como la Inmaculada Concepción y la Asunción.13

Y la Semana Santa fue la expresión plástica y dramática de la Contrarreforma. No es casual que la Semana Santa de Valladolid y la de Sevilla sean respectivamente paradigmas de la celebración pasionaria en el norte y en el sur de España, según reconoció en 1974 Agustín Turrado, prior de los dominicos de Jerez, en el semanario diocesano “Iglesia de Sevilla”.14

En el siglo XVI se tomaban muy en serio las analogías bíblicas y mitológicas. El príncipe Felipe, durante su estancia en los Países Bajos, había estado rodeado de un ambiente salomónico, con continuas referencias a su persona como un nuevo Salomón, lo cual sin duda influyó para que su padre el emperador abdicara. Desde el principio, Felipe II quiso ser un rey caracterizado por la prudencia y la sabiduría, apoyado en consejos, y con la misión de reconstruir la unidad de la Iglesia.

En ese ambiente de salomonismo, Felipe II, el rey que editó las obras del insigne arzobispo hispalense que fue san Isidoro, se decidió a construir el Real Monasterio de El Escorial, verdadero monumento contrarreformista. Unos querían que fuera una reconstrucción teórica del Templo de Salomón, para no olvidar las raíces judías del cristianismo; otros querían cristianizar la arquitectura pagana, sobre la teoría de que el clasicismo romano había utilizado la regla áurea de los judíos.15 En definitiva, el salomónico Escorial, encomendado a los rehabilitados monjes jerónimos, fue el eje de la lucha contra la Reforma, en cuartel de los soldados de Dios frente a las ideas protestantes de Lutero y Calvino.16

En 1584, el iniciado Juan de Herrera17 culminó la obra de El Escorial, demostrando que la Contrarreforma también sabía ser sobria y, por supuesto, severa. Herrera, por esos años, firmó en Sevilla el edificio de la Lonja (1583) y la Puerta de Triana (1585).

En la fachada de la basílica de El Escorial se colocaron las estatuas de los Reyes de Judá. Cinco de ellos coinciden con los de la Capilla Real de la Catedral de Sevilla, excepto Manaqués en lugar de Jesé. Además, el programa de enterramientos escurialense, con las estatuas orantes de Carlos V y Felipe II, es similar al de la Capilla Real sevillana, constituyendo, además de un legado, una encomienda a los reyes sucesores respecto al propio edificio. ¿Influyó la Capilla Real en El Escorial18 o fue al revés?19

En todo caso, cabe suponer la intervención de Arias Montano, teólogo y humanista de vocación sevillana y universal, sobre quien habré de extenderme en el próximo artículo.



1. Menéndez y Pelayo, Marcelino. Historia de los heterodoxos españoles
2. Fernández Campos, Gabino. Reforma y contrarreforma en Andalucía
3. Sanchez Herrero, José. Sevilla del Renacimiento (Historia de la Iglesia de Sevilla)
4. Ibid. 1
5. González de Montes. Raimundo. Artes de la Inquisizion Espanola
6. Ibid. 3
7. Ibid. 2
8. Ibid. 2
9. Ibid. 1. “el monasterio de jerónimos de San Isidro, cerca de Sancti Ponce (antigua Itálica)”, según el texto de Menéndez y Pelayo.
10. Ibid. 1
11. Ibid. 2
12. Ibid. 2. También: León de la Vega, Manuel de. Los protestantes y la espiritualidad evangélica en la España del siglo XVI. La abjuración de vehementi era de aplicación a los acusados sobre los que existían serias (“vehementes") sospechas de culpabilidad que no llegaban a ser probatorias.
13. Ibid. 2
14. Ibid. 2. El autor cita la referencia de Agustín Turrado y del semanario diocesano. Ya el conde de los Ángeles, en una Tercera de ABC, se había referido a la Semana Santa como reacción contrarreformista.
15. Rincón Álvarez, Manuel. Claves para comprender el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial. El Templo de Salomón tenía 60 codos de largo (unos 31,5 m), 20 de ancho (unos 10,5 m) y 30 de alto (unos 15,75 m), lo que nos da un lado de 20 x 30, lo que se aproxima mucho a la proporción áurea.
16. Cuadra Blanco, Juan Rafael de la. El Escorial y el Templo de Salomón
17. García Atienza, Juan. La cara oculta de Felipe II
18. Sáenz de Miera, Jesús. De obra «insigne» y «heroica» a «Octava Maravilla del Mundo»: la fama del El Escorial en el siglo XVI
19. Miguel González, Jesús, citando a Ricardo del Arco, Sepulcros de la Casa Real de Castilla


lunes, 17 de febrero de 2014

SEVILLA SALOMÓNICA (7: EL ORO Y LA PLATA, LA REVERENCIA DE LOS REYES Y EL HUMANISMO IMPERIAL, TODO PARA LA GRAN REINA)



Tras el Descubrimiento y la colonización, entró en España la Casa de Austria y, con ella, el imperio, vinculado a la misión salomónica del medio milenio. El emperador Carlos, que nació en 1500 y fue coronado rey de España en 1516, se benefició de la esperanza milenarista para lograr su título de emperador del Sacro Imperio Romano Germánico en 1520 y para justificar la conquista de América y la conversión de los indios.1 La fuerza del imperio inspiró el lema Plus Ultra (“Más allá”), que suponía la superación trascendental de las columnas de Hércules. Culminó así, con el Salomonis tria officia en Flandes para el joven Carlos de Gante, el entronque salomónico de la monarquía española, lo que para autores como Rosenthal explicaría la divisa columnaria evocando el Templo de Salomón.2


Hay que añadir que el emperador profesó un especial afecto a Sevilla, la capital del comercio transatlántico. Aquí, en el Alcázar, contrajo matrimonio en 1526 con la princesa Isabel de Portugal.

Los criterios arquitectónicos cambiaron, y de la mano del imperio emergente se generó el plateresco, como una primera expresión plástica de humanismo.

El humanismo, el movimiento intelectual, filosófico y cultural que dio lugar al Renacimiento, había surgido en el siglo XIV en Italia, con Dante, Petrarca y Boccaccio. Este retorno optimista al clasicismo, superador del dogmatismo medieval, no es ajeno al ideal sincrético salomónico y templario. De hecho, estos tres escritores italianos del dolce stil nuovo integraron el grupo de los Fedeli d’amore, dentro de la organización de terciarios templarios llamada Fede Santa, que llenó Europa de mensajes esotéricos, sobre todo después de la suspensión de la Orden del Temple por Clemente V.

Así, el Renacimiento aportó una espiritualidad humanista al salomonismo y al marianismo, conservando las bases esotéricas y sincréticas. ¿No es el propio Salomón quien dialoga con Dante en el cuarto cielo, el del sol? ¿Y no llega a estar Dante en presencia de la Virgen María y de san Gabriel en el octavo cielo, el cielo de las estrellas?3 Pero también hay reconocimiento de la figura de san Bernardo. ¿No se apoya Dante en san Bernardo para llegar al cielo definitivo?4

San Bernardo, especialmente atraído por el salomónico Cantar de los Cantares,5 había sido el gran impulsor de la devoción a la Virgen María, enunciando los términos de lo que siglos después se definiría como hiperdulía.6 Bernardo de Claraval promovió el Císter y el Temple, y el entusiasmo mariano de ambas órdenes, unido a la movilidad de los templarios, hizo que Europa se llenara de imágenes de inspiración bizantina, muchas de las cuales eran Vírgenes Negras, cuyo color denota la pervivencia de los principios arcaicos de la veneración a las deidades de la fertilidad y del culto a la Madre Tierra. Definitivamente, desde san Bernardo, María no es ya una diosa. Para el de Claraval, Maria es la Gran Dama de nuestro ideal caballeresco, nada más y nada menos que Nuestra Señora.7

El Renacimiento trajo una iconografía mariana humanizada, con la Madonna y la Piedad. Pero Sevilla tenía ya su reina, majestuosa y cercana al mismo tiempo: la Virgen de los Reyes.

En fase de plena influencia imperialista en Sevilla, Diego de Riaño comenzó en 1526 la obra del Ayuntamiento hispalense, en cuyo edificio plateresco aparecen, junto a los relieves del fundador que “edificó” la ciudad y del dictador romano que la “cercó de muros y torres altas”,8 y al lado del nudo alfonsino que es emblema de la ciudad, los signos del emperador Carlos que patrocinó la obra: el escudo del imperio español, las columnas de Hércules y las armas de Borgoña: el Toisón de Oro y la Cruz de San Andrés. La orden del Toisón, fundada en 1429 por el duque de Borgoña sobre la leyenda de Jasón, Hércules, los Argonautas y el vellocino de oro, fue considerada la más ilustre y gloriosa orden de caballería occidental y el Toisón en el collar se convirtió en el símbolo de Jerusalén, la ciudad santa que el duque y sus caballeros reconquistarían en una nueva Cruzada para restituirla al papado.

Y en la plaza de San Francisco, junto a los símbolos imperialistas y a los medallones paganos, en el rincón del arquillo presidido por el emblema de las Cinco Llagas, que daba entrada a la Casa Grande de la comunidad franciscana, se colocó, casi escondida pero haciendo valer su autoridad, la cruz de la Inquisición. En esa plaza, en el auto de fe del 24 de septiembre de 1529, el llamado sermón de la fe se basó en un texto del Cantar de los Cantares: Cazadnos las raposas, las raposas pequeñas, que estropean la viña”,9 recurrencia bíblica de los inquisidores que figuraba también en la portada principal del castillo de San Jorge.10 También el Santo Oficio fue salomónico, a su manera. El Directorium Inquisitorum o manual para inquisidores prescribía que “la mentira por vía judicial, en beneficio del derecho, del bien común y de la razón es totalmente encomiable.” y exhortaba al respecto: “¡Pensad en el juicio de Salomón!”.11

Las similitudes entre la corona castellana y la casa de David fueron apuntadas por el sevillano Pedro Mejía (o Mexía), en su inconclusa Historia del Emperador Carlos V. Mejía fue veinticuatro del gobierno de la ciudad y contador de la Casa de Contratación. Como el inquieto humanista que era, mantuvo correspondencia con Erasmo de Rotterdam, Luis Vives y Juan Ginés de Sepúlveda, y escribió la Silva de varia lección, una ingente miscelánea (lo que los clásicos llamaban “silva”) de divulgación de la cultura y conocimientos de la época de Salomón, la historia del Templo y de sus saqueos, destrucciones y reconstrucciones,12 incluida la época de los templarios, hasta Saladino, añadiendo disquisiciones filosóficas y noticias científicas.13 Murió en 1551.

Ese mismo año, que inauguraba la segunda mitad del siglo, comenzaron, dirigidas por Martín de Gaínza, las obras de la nueva Capilla Real de la Catedral sevillana. Ya estaba concluida la fábrica gótica catedralicia que había empezado por los pies, la obra de unos locos que se aferraban al argot medieval.

En el arco de entrada interior de la Capilla Real, a 24 metros de altura, se colocaron las figuras de los reyes bíblicos que había dibujado Pedro de Campaña y a las que habían dado cuerpo Pedro de Campos y Lorenzo de Bao: David, Ezequías, Josafat, Josías, Jesé y Salomón.14 La inspiración vino del Libro de los Reyes, verdadero árbol genealógico de la Casa de David y de Cristo, obra cumbre del simbolismo bíblico, que junto con el de los Jueces tuvo una gran difusión en Europa en la Edad Media, sobre todo a raíz de las cinco traducciones que de ambos textos hicieron los templarios.15

Tras morir Gainza en 1556, Hernán Ruiz el Joven reanudó las obras de la Capilla, cuya forma circular imita, como tantos otros ejemplos en la Cristiandad, la redondez de la mezquita de la Roca, que, convertida en iglesia cristiana por los templarios, fue identificada por el hombre medieval como el propio Templo de Salomón.16 En el exterior, en la plaza de la Virgen de los Reyes, el ábside de la Capilla ostenta orgullosamente el punto de partida y el punto de destino de la dinastía real española en los escudos de la España de Fernando III y de la del emperador Carlos con las columnas del Plus Ultra y el Toisón de Oro.

El sentido genealógico queda patente en los enterramientos: en el centro, la urna de san Fernando, obra cumbre de la orfebrería barroca sevillana, bajo la Virgen de los Reyes; en el lado del Evangelio, Alfonso X orante (aunque el sepulcro actual es de factura más reciente), y enfrente, también orante, su madre, Beatriz de Suabia, los dos sepulcros con columnas a ambos lados. En la cripta, Pedro I, su esposa María de Padilla y sus hijos Alfonso y Juan, además de Fadrique Alfonso de Castilla, maestre de Santiago e hijo de Alfonso XI. Este programa de enterramientos (que luego veremos en El Escorial) es, además de un legado, una encomienda a los reyes sucesores respecto al propio edificio.

Por las abdicaciones de Bruselas, entre 1555 y 1556, España y las Indias pasaron a su hijo, el rey Felipe II. Y el que había sido emperador de media Europa se retiró a Yuste.

El Toisón siguió vinculado a la Casa de Austria. Y aun hoy, su emblema y su espíritu perviven (¡cómo no!) en Sevilla y en su Semana Santa. Lo vemos en no menos de quince hermandades, estando acreditada en varios casos la concesión real.17 Entresacamos tres ejemplos: uno, Montserrat, la cofradía de marcado sello monárquico y caballeresco calatravo, fundada por catalanes veneradores de su Virgen Negra, la “Moreneta”; dos, la Carretería, identificada con el ideal de la caballería de Santiago y con salomónicos varales para el Mayor Dolor; y tres, San Bernardo, la hermandad que encabezó la iniciativa de solicitar para Sevilla el título de Mariana, en coherencia con el carácter de gran mariano universal de su santo titular.



1. Cuadra Blanco, Juan Rafael de la. El Escorial y el Templo de Salomón
2. Rosenthal, Earl E. Plus Ultra Non Plus Ultra, and the columnar device of Emperor Charles V
3. Guénon, Réné. El esoterismo de Dante
4. Alighieri, Dante. La divina comedia
5. Guénon, Réné. San Bernardo
6. En el concilio Vaticano II se definió el culto mariano como hiperdulía, una forma distinguida de la dulía, la veneración a los santos, a diferencia de la latría, que es la adoración debida solo a Dios.
7. Huynen, Jacques. El enigma de las Vírgenes Negras
8. La lápida de la Puerta de Jerez así lo proclama, como una manifestación de la propia ciudad: “Hércules me edificó / Julio César me cercó / de muros y torres altas / El rey santo me ganó / con Garci Pérez de Vargas”. Se recomienda la lectura de la entrada Sevilla, nueva Jerusalén, de este mismo blog.
9. Cantar de los Cantares, 2-15
10. Fernández Campos, Gabino. Reforma y contrarreforma en Andalucía
11. Aymerich, Nicolás y Peña, Francisco. El Manual de los Inquisidores, citado por Eslava Galán, Juan. Historias de la Inquisición
12. Ibid. 1
13. Mejía, Pedro. Silva de varia lección
14. Morales, Alfredo José. La Capilla Real de Sevilla
15. Alarcón Herrera, Rafael. La otra España del Temple
16. Ibid. 1. Se recomienda la lectura de las anteriores entradas de esta serie.
17. Carrero Rodríguez, Juan. Anales de las cofradías sevillanas. Ostentan en sus escudos el Toisón de Oro la Cena, la Amargura, el Rocío, San Bernardo, la Exaltación, las Cigarreras, Montesión, la Quinta Angustia, el Valle, la Carretería, San Buenaventura, Montserrat, los Servitas, el Santo Entierro y la Trinidad.



viernes, 7 de febrero de 2014

SEVILLA SALOMÓNICA (6: DESDE SEVILLA A JERUSALÉN… Y AL CIELO)

Cuando se descubrió América, Fadrique Enríquez de Ribera tenía dieciséis años y ya había participado en la conquista de Granada, como caballero de la Orden de Santiago.

Con sus padres se unieron dos linajes de gran peso en el gobierno de Sevilla. Su padre era el adelantado mayor Pedro Enríquez, tataranieto de Alfonso XI y de su amante sevillana Leonor de Guzmán, padres también del que sería el primer rey de la casa de Trastámara, Enrique II; Pedro, además, era tío de Fernando el Católico. Su madre era Catalina de Ribera, descendiente del refundador de la Cartuja de Santa María de las Cuevas, Per Afán de Ribera “el Viejo”, y también, por otro lado, del marqués de Santillana, además de sobrina del cardenal Pedro González de Mendoza.1

Fadrique fue comendador de Santiago en Beas y Guadalcanal, renunciando a los fondos de esta última a favor del rescate de cautivos.2 Su madre murió en 1505 (su padre ya había fallecido al regreso de la conquista de Granada), dejándole en herencia entre otros bienes la villa de El Coronil, la Huerta del Rey y la casa de San Esteban, que había sido confiscada por la Inquisición a un judío converso condenado y relajado llamado Pedro Ejecutor.3

En 1511, Fadrique fue nombrado VI adelantado mayor de Andalucía tras la muerte de su hermano mayor Francisco, hijo del primer matrimonio de su padre. Y en 1514 fue primer marqués de Tarifa por concesión de la reina Juana.4

En 1518, en un viaje un tanto insólito a Tierra Santa, movido por su espíritu peregrino y por su afán de conocimiento, Fadrique partió de Bornos y visitó Tortosa, Montserrat, el sur de Francia y varias ciudades italianas, zarpando de Venecia con algún acompañamiento personal y con el poeta Juan del Encina como compañero de viaje, en un barco veneciano con otros doscientos peregrinos. Visitó Jerusalén, Belén y Nazaret. Como era de esperar, tuvo que superar la animadversión de los lugareños sarracenos contra los españoles. Fue armado caballero del Santo Sepulcro,5 lo que sin duda supuso el culmen de su carrera caballeresca. Seguramente supo en Jerusalén, si no lo sabía ya, que un cruzado peregrino alemán, Juan de Wurzburgo, había realizado en 1165 el recorrido desde el pretorio al Calvario,6 un peregrino cruzado que había conocido de primera mano la iglesia que los templarios estaban edificando en el lugar del Templo de Salomón a Santa María de Letrán (de los Latinos)7 y el establecimiento que los hospitalarios de San Juan habían construido para albergue y hospital de peregrinos.8

Al regreso, Fadrique visitó al maestre de los sanjuanistas en su sede de Rodas9 y llevó a cabo un periplo por Italia, empapándose de cultura renacentista. Compró esculturas, libros, monedas, tapices… además de bulas, licencias, privilegios, prerrogativas e indulgencias. Y encargó las sepulturas de sus padres. Dejó testimonio de su viaje en su libro Desde Sevilla a Jerusalén, en el que contó con la colaboración en verso de Juan del Encina.10

En 1521, con una concesión del papa Clemente VII, inauguró en Sevilla la devoción de imitación de la Vía Dolorosa, germen de nuestra Semana Santa. El primer Vía Crucis sevillano comenzó en la capilla de las Flagelaciones de su palacio de la collación de San Esteban. Y el Calvario era la Cruz del Campo, el templete que levantara el asistente Diego de Merlo en 1482 para sustituir el humilladero de madera de la huerta de los Ángeles, construido en 1380 por la cofradía de negros fundada por el arzobispo Gonzalo de Mena, que también fundó la cartuja de Santa María de las Cuevas. La cofradía felizmente pervive, conocida hoy como de “los Negritos”, con el Cristo de la Fundación y la Virgen de los Ángeles, en demostración histórica de que Sevilla siempre ha sido tolerante con el que se integra.

Según una tradición, Fadrique trajo también piedras de la lapidación de san Esteban ante la puerta jerosolimitana, luego llamada de los Leones, que conduce a la Vía Dolorosa y que también es identificada por el nombre del protomártir.

Fadrique amplió y enriqueció su palacio de San Esteban  –ya para siempre “Casa de Pilatos” –, y lo hizo presidir, como el castillo de Bornos, por la Cruz de Jerusalén. Así, bajo un signo antiguo relacionado con santa Elena, con las Cinco Llagas de Cristo y con la cofradía del Santo Sepulcro, entró el Renacimiento italiano en Sevilla, una ciudad a la que acudían ingentes riquezas desde que obtuviera el monopolio del comercio con Indias a principios del siglo, y que se acogió al mito de la “Nueva Roma” para ocultar su pasado musulmán.11

El marqués de Tarifa murió en 1539 sin ver terminado el hospital de las Cinco Llagas o de la Sangre que había sido iniciativa de su madre, aunque dejó en su testamento dinero más que suficiente para concluir la obra, y también para realizar los sepulcros de la familia.12 Fue sepultado con el hábito de Santiago,13 lógicamente, en la Cartuja, con tierra de Getsemaní, junto a su familia, y muy cerca del lugar por donde había pasado, en vida y ya muerto, Cristóbal Colón. Y “toda la ciudad acudió a su entierro”.14 Muchos de sus enseres se vendieron para costear el hospital y sus libros pasaron a la Cartuja, cuyos monjes fueron sus albaceas. Hoy, el Hospital de las Cinco Llagas, también presidido por la Cruz de Jerusalén cuyas cinco cruces representan las cinco llagas de Cristo, es sede del Parlamento de Andalucía, y la Cartuja de Santa María de las Cuevas, recuperada por la Expo 92, es sede del Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico.

Casi un siglo después de muerto Fadrique, en 1625, la descendiente marquesa de Tarifa se casó con el duque de Medinaceli y el marquesado revirtió en el ducado en la persona del hijo de ambos, Juan Francisco de la Cerda y Enríquez de Ribera. Pero a propósito de Medinaceli y del ducado vamos a hacer un poco de historia.

Según la tradición cabalística, Salomón sintetizó todo el conocimiento del universo, la fórmula de la creación y el nombre secreto de Dios en un jeroglífico grabado en un mueble: la llamada Mesa de Salomón, custodiada en el Templo de Jerusalén. Cuenta la leyenda que la Mesa, tras muchas vicisitudes tras la destrucción del Templo, se hallaba en la toledana “cueva de Hércules” y que, ante la invasión musulmana, pudo ser evacuada a tiempo y llevada a Ocilis, cerca de Soria. Luego, el caudillo Tarik, aunque no pudo hallar la Mesa, bautizó la ciudad como Medina-al-Shelim, la Ciudad de Salomón. Y finalmente, cuando los castellanos conquistaron el lugar, cristianizaron su nombre como Medina Coeli, Ciudad del Cielo. Esta ciudad no es otra que la actual Medinaceli, preciosa localidad de la provincia de Soria,15 orgullosa de su pasado desde los tiempos de los romanos.

Una de las mercedes del triunfante Enrique II de Trastámara fue crear en 1368 el condado de Medinaceli en la persona de Bernardo de Bearne (hijo bastardo del francés conde de Foix y, por lo tanto, sin fortuna), que había ayudado a Bertrand du Guesclin en la campaña de Enrique contra Pedro I.

Du Guesclin para los franceses es como el Cid para nosotros. Sus intervenciones fueron decisivas para el futuro de Europa.

Hay fuentes que le relacionan con el Temple, sobre la tesis de que Jacques de Molay, antes de morir en la hoguera, entregó el maestrazgo a Johannes Marcus Larmenius, con lo que Bertrand habría sido el quinto gran maestre neotemplario.16 En cualquier caso, es general la atribución de un espíritu templario a Du Guesclin y a sus Compañías Blancas, lo cual puede hacerse perfectamente extensivo a Bernardo de Bearne, como también es el caso de Juan III de Bethencourt, padre del conquistador de las Canarias Juan IV.17

¿Por qué solicitó el de Bearne el enclave de Medinaceli y no otro? ¿Conocía la leyenda de la Mesa de Salomón?

Bernardo contrajo matrimonio en Sevilla con Isabel de la Cerda Pérez de Guzmán, nieta de Guzmán el Bueno y heredera de Fernando de la Cerda, el hijo mayor de Alfonso X el Sabio. Al morir Fernando antes que sus dos hijos, los Infantes de la Cerda, el mayor de estos luchó por el trono sin éxito hasta que, ya sexagenario, reconoció como rey a Alfonso XI, a cambio de la importante donación de territorios, los llamados “señoríos de la recompensa”. Y el condado ascendió después a ducado, por decreto de Isabel la Católica.

A mediados del siglo XX, la duquesa de Medinaceli y marquesa de Tarifa, Victoria Eugenia Fernández de Córdoba y Fernández de Henestrosa, fundó junto con catorce cofradías sevillanas la Pía Unión para restablecer la devoción del Vía Crucis a la Cruz del Campo, colocándose entonces los primeros azulejos de las estaciones. Luego, en 1995, ha habido que reponerlos, también con intervención directa de la duquesa, presidenta de la Pía Unión. En la actualidad se celebra cada cuaresma el Vía Crucis, pero dentro de la propia Casa de Pilatos, en un piadoso y exquisito ambiente sevillano y cofrade. En 2013 falleció la duquesa.

Cerca está la iglesia de San Esteban, cuya fachada a los pies de la nave, a la calle Medinaceli, es tal vez la mejor portada gótico-mudéjar de Sevilla. Allí reside la hermandad de San Esteban, uno de cuyos titulares de san Juan de Ribera, de la misma familia ducal. Y el motivo del palio de la Virgen de los Desamparados es la fachada de la Casa de Pilatos, que parece sugerir al capataz a mandar “¡al cielo!”.

Y luego está el también cercano Cristo de Medinaceli, Nuestro Padre Jesús Cautivo y Rescatado, del que ya hablaremos otro día.



1. JM para Asociación Albariza, Cultura y Naturaleza. Don Fadrique Enríquez de Ribera, un puente hacia el Renacimiento (La ciudad a través de sus personajes. VI)
2. Ibid. 1
3. Eran relajados al brazo secular los reos que habían sido condenados por la Inquisición, encargándose el poder civil de las ejecuciones en la hoguera.
4. Ibid. 1
5. García Martín, Pedro. La Odisea del Paraíso. La peregrinación a Jerusalén de Don Fadrique Enríquez de Ribera (Revista Arbor)
6. Carrero Rodríguez, Juan. Anales de las cofradías sevillanas
7. Alarcón Herrera, Rafael. La maldición de los santos templarios
8. Demurger, Alain. Caballeros de Cristo: templarios, hospitalarios, teutónicos y demás órdenes
9. La Orden de los Caballeros Hospitalarios de San Juan tuvo que abandonar la isla en 1522 ante Solimán el Magnífico. En 1530, Carlos V les concedió la isla de Malta y desde entonces es conocida como la Orden de Malta.
10. González Moreno, Joaquín. Desde Sevilla a Jerusalén, con versos de Juan del Encina y prosa del primer marqués de Tarifa
11. Lleó Cañal, Vicente. Nueva Roma
12. Ya había fundado Catalina de Ribera un primer hospital de las Cinco Llagas del Señor para “cura de mugeres” en la collación de Santiago.
13. Ibíd. 1
14. Ibid. 9
15. Alarcón Herrera, Rafael. La otra España del Temple
16. Carreño, Lucía. Bertrand du Guesclin y sus Compañías Blancas
17. Almazán de Gracia, Ángel. La Candelaria templaria de Tenerife, donde a Alarcón Herrera, Rafael, autor de La última Virgen Negra del Temple. Se recomienda la lectura del artículo Las cruzadas del medio milenio tras el primer milenio de Cristo, de esta misma serie.


lunes, 3 de febrero de 2014

SEVILLA SALOMÓNICA (5: CRUZADAS DEL MEDIO MILENIO TRAS EL PRIMER MILENIO DE CRISTO)

El salomonismo y el milenarismo llegaron a confundirse en la España del siglo XV, que se preparaba para afrontar el punto de inflexión del año 1500.

Salomón fue ungido rey alrededor del año 970 a.C., aproximadamente un milenio antes de nuestra era. Su reinado de exagerada magnificencia, que generó tres mil proverbios, fue el paradigma del emperador fabuloso de inmensa sabiduría. Salomón fortificó el monte Moria ampliando las antiguas murallas, y desde entonces se llamaron Sión la ciudadela y el nuevo monte del Templo. Su decadencia fue también la del reino de Israel, lo cual no hizo sino incrementar la leyenda salomónica.1

El milenarismo tiene además un sentido apocalíptico. Según este texto bíblico, tras la primera derrota de la bestia, Jesucristo reinará en la Tierra con los mártires y los justos durante mil años, mientras un ángel mantiene presa a la bestia. Después del milenio, la bestia será desatada por poco tiempo, engañará a las naciones y rodeará la “ciudad amada”, hasta que, tras la lucha final y el Juicio Universal, el fuego divino consumirá a los embaucados y a la bestia embaucadora por los siglos de los siglos.2 Este ángel es san Miguel Arcángel,3 el jefe de los ejércitos de Dios, al que vemos cada Semana Santa impidiendo al mal acercarse al triple trono de la Santísima Trinidad en su Decreto; pero lo vemos también en llamadores de la Virgen, con la Macarena  y con el Dulce Nombre: el capataz, en presencia del ángel, usa el dragón como martillo para llamar a levantar el paso.

Según se acercaba el año 1000, brotó en Europa la obsesión por los lugares en los que vivió Jesús, lo que hizo crecer las peregrinaciones, propició la generación y renovación de órdenes religiosas y finalmente, formulada por san Bernardo la guerra santa, dio lugar a las Cruzadas y con ellas a las órdenes de caballería.

La primera en militarizarse y la más representativa de estas fue la Orden de los Pobres Conmilitones de Cristo, a la que el rey franco de Jerusalén, Balduino II, le entregó la que había sido su propia residencia, la mezquita de Al-Aksa, en la zona sur de la explanada antes ocupada por el Templo de Salomón. El centro de esta explanada estaba (y sigue estando) orgullosamente ocupado por la mezquita de la Roca, en la que sorprendentemente había un detalle cristiano de origen musulmán, al estar señalado el lugar de la ceremonia de la Presentación de Jesús y la Purificación de María. Los Conmilitones hicieron de esta mezquita su primera iglesia, pasando a ser conocidos como templarios, del Templo de Salomón, y su orden fue en adelante la Orden del Temple.4 Hasta tal punto se identificaron los templarios con el gran sabio bíblico que se consideraban “integrados en la fe de Salomón” porque, al erigirse en custodios del Templo, se asimilaban a los levitas, primeros custodios del sagrado lugar y del Arca de la Alianza allí guardada.5 La Roca fue así el primer templo templario (si se me permite la aparente redundancia), llegando a ser identificada con el Templo de Salomón. Y la devoción a la Presentación y la Purificación, mixtificada con la celebración arcaica de las candelas, se convirtió en preceptiva para los templarios, difundiéndose por Europa la fiesta de la Candelaria, antesala de la primavera.6

En el proceso de Reconquista de España, el milenio fue un periodo de europeización, mediante la asimilación de las corrientes culturales de Cluny y del Císter y la aceptación de la supremacía del papado. En ese contexto se conquistó Toledo en 1085, lo que provocó la respuesta musulmana de los almorávides en primer lugar y, luego, de los almohades, que conquistaron Sevilla en 1147 y la hicieron capital del nuevo imperio en 1172, con Abú Yacub Yusuf. Los almohades eran más peligrosos que los almorávides y fue necesario para la tarea reconquistadora el respaldo del papa a partir de Las Navas de Tolosa en 1212. La Reconquista fue así una Cruzada alternativa, que además –a diferencia de las de Tierra Santa– daba buenos resultados para la Cristiandad.

Con estos antecedentes, en cuanto se entró en la última década del siglo XV, y ante el inminente cumplimiento del medio milenio tras el primer milenio, el espíritu milenarista se instaló en la corte castellana. Fernando el Católico puso en práctica argumentos milenaristas para formar un grupo de nobles de cara a la conquista de Granada, sin descartar recuperar después Jerusalén, y tanto para él como para Isabel se hizo urgente culminar la cristianización de España antes de que se cumpliera el medio milenio.

También Cristóbal Colón estaba convencido de que sus descubrimientos serían prólogo de la recuperación de los Santos Lugares. No vamos a entrar (de momento) en los orígenes de Colón, pero lo que sí sabemos es que estuvo en Portugal, donde se casó con Felipa Moniz de Perestrello, hija de Bartolomé Perestrello, maestre de la Orden de Cristo sucesora del Temple y marino al servicio de don Enrique el Navegante.7 Sabemos que Colón tuvo acceso pleno a los mapas de la escuela náutica de Sagres, la fundación templaria de la Orden de Cristo y de su gran maestre don Enrique el Navegante, y que entre estos mapas estaban los valiosísimos de la familia judía de los Cresques, que había vivido precisamente junto a la casa del Temple en Ciutat de Mallorca, que así se llamaba entonces la capital balear.8 Sabemos también que Colón se apoyó en los franciscanos de La Rábida, enclave en la costa atlántica requerido con afán por los templarios en el repartimiento del alfoz de Sevilla,9 donde existió un ribat, un convento fortificado sarraceno, sobre el lugar llamado anteriormente “la peña (o roca) de Saturno”. Y sabemos que zarpó del vecino puerto de Palos con tres navíos en cuyas velas lucían cruces patadas rojas templarias. Ahí lo dejamos.

Con estos precedentes, parece evidente el sentido cruzado de la empresa. Pero este espíritu cruzado y milenarista seguramente ya existía antes, desde que el normando Jean IV de Bethencourt partió del puerto templario atlántico (!) de La Rochelle (la pequeña roca) para conquistar las islas Hespérides, las islas afortunadas, hoy las Islas Canarias, que resultaron ser una escala imprescindible para la aventura atlántica. Para la aventura atlántica de ida, que no para la de vuelta, lo cual, por cierto, ya conocía Colón. Por cierto que Bethencourt también estuvo por Sevilla.10

Así que, después de todo, quién sabe si este espíritu de Cruzada occidental no existía ya antes…

Colón estuvo muy vinculado a Sevilla. En la Cartuja de Santa María de las Cuevas encontró un amigo –el monje italiano Gaspar Gorricio– cuando empezó a tener problemas con los Reyes Católicos y con los franciscanos. En este lugar se hospedaba en sus estancias sevillanas, en él dejó su legado cuando marchó a la corte de Valladolid a reclamar lo que ya era un imposible –en realidad fue a Valladolid para morir–. Y en la capilla cartuja sevillana de Santa Ana estuvo su segundo enterramiento provisional, tras el entierro en la ciudad donde murió, hasta que sus restos, por deseo de su hijo Diego, se trasladaron en 1542 a tierras del Nuevo Mundo. Está acreditado que una parte de su cuerpo está en la Catedral de Sevilla desde la guerra de Cuba en 1898, junto a la siempre enorme representación de otro Cristóbal, el Christophorus original, el santo que lo fue por ser el primer portador de Cristo. Pero también hay un mausoleo de Colón en la Catedral de Santo Domingo.

Todo nos lleva a Salomón: el milenio y el medio milenio; el proyecto de imperio teocrático universal y la “inevitable” guerra santa, con los freires guerreros del Templo de Jerusalén y con la Reconquista; el espíritu cruzado, nobiliario y caballeresco; el ideal de conocimiento sinárquico y de justicia; la fiesta de la Candelaria… Y hasta Colón y su enterramiento: ¡otro cuerpo, como el de Alfonso X, partido salomónicamente en dos!



1. Montefiore, Simon Sebag. Jerusalén, la biografía
2. Apocalipsis 19 y 20
3. Apocalipsis 12
4. Un conmilitón es un soldado compañero de otro en la guerra. La voz “Temple” es un galicismo, por la aplicación directa de la voz francesa.
5. Alarcón Herrera, Rafael. La maldición de los santos templarios. El autor cita una manifestación del maestre portugués Gualdim País en este sentido.
6. Alarcón Herrera, Rafael. La otra España del Temple. La Orden de de los Caballeros Hospitalarios de San Juan (la que después sería Orden de Malta) ya existía cuando se fundó el Temple, pero no tenía fines militares, hasta que los incorporó siguiendo el ejemplo templario.
7. Childress, David Hatcher. Los templarios y el secreto de Cristóbal Colón
8. García Atienza, Juan.  El legado templario
9. Romero Gómez, Juan Antonio. Los templarios en el Reino de Sevilla
10. Alarcón Herrera, Rafael. La última Virgen Negra del Temple