La pujanza de la Orden de San Juan en Sevilla se evidencia
por la fundación en su seno de un convento de monjas, lo que, ciertamente, no
era tan habitual en las órdenes de caballería.
En este caso, fue una bula otorgada en la sede de la Orden
en Rodas, en 1490, a la viuda de don Gonzalo Farfán de los Godos, la ilustre
dama sevillana doña Isabel de León, por mediación de su hijo, frey Antón Farfán
de los Godos, para fundar un monasterio de clausura en sus propias casas de la
collación de San Marcos, a gloria de Dios, de la Virgen María y de San Juan
Bautista (1). Los Farfán de los Godos eran mozárabes que vinieron de Marruecos
en el siglo XIV, pero se consideraban descendientes directos de los godos
peninsulares, estando la rama muy vinculada a Sevilla.
El convento se dedicó a San Juan, indirectamente, por su advocación a su madre, Santa Isabel y a la Visitación que a esta hizo Nuestra Señora, por estar ya esperando al que sería Juan el Bautista. Doña Isabel, la Farfana, fue la primera priora del cenobio, integrado por “mujeres sin tacha” (2) “de calidad y nobleza” (3), dispuestas a ceder sus bienes a la institución, que se dedicó a suministrar lienzos a peregrinos de Tierra Santa. En 1493 se consagró la iglesia, no sin controversia con la autoridad eclesiástica, celosa de que no se le hubiera pedido permiso. El monasterio llegó a tener, entre otras propiedades, nueve cortijos: dos en Lora, dos en Villanueva de los Infantes y otros, respectivamente, en Marchena, Carmona, Lebrija, Alcolea y Paterna. Frey Antón Farfán de los Godos llegó a ser comendador de Fregenal, Salamanca y Peñalver, además ser promotor de la encomienda de Alcolea, de lo que queda testimonio en el escudo de la localidad.
El convento se dedicó a San Juan, indirectamente, por su advocación a su madre, Santa Isabel y a la Visitación que a esta hizo Nuestra Señora, por estar ya esperando al que sería Juan el Bautista. Doña Isabel, la Farfana, fue la primera priora del cenobio, integrado por “mujeres sin tacha” (2) “de calidad y nobleza” (3), dispuestas a ceder sus bienes a la institución, que se dedicó a suministrar lienzos a peregrinos de Tierra Santa. En 1493 se consagró la iglesia, no sin controversia con la autoridad eclesiástica, celosa de que no se le hubiera pedido permiso. El monasterio llegó a tener, entre otras propiedades, nueve cortijos: dos en Lora, dos en Villanueva de los Infantes y otros, respectivamente, en Marchena, Carmona, Lebrija, Alcolea y Paterna. Frey Antón Farfán de los Godos llegó a ser comendador de Fregenal, Salamanca y Peñalver, además ser promotor de la encomienda de Alcolea, de lo que queda testimonio en el escudo de la localidad.
Juan de Mesa hizo el retablo mayor, con una gran cruz de San Juan, pinturas de Juan del Castillo de la vida de San Juan: nacimiento, infancia, bautismo de Cristo, degollación... y esculturas de los padres, Isabel y Zacarías.
En un retablo de Juan de Oviedo y Juan Martínez Montañés, está el impresionante Cristo de la Misericordia, de otro Juan, Juan de Mesa. Por todo el recinto hay cruces de San Juan, o de ocho beatitudes, o de Malta... (ya la orden estaba en Malta, desde que en 1530 el emperador Carlos, con el beneplácito del papa Clemente VII, les cediera la isla, ocho años después de que los hospitalarios hubieran salido de Rodas).Incluso, la espadaña manierista nos muestra dos cruces, en este caso sobre fondo azul (lo cual no significa nada en relación con los principios amalfitanos, sino solo que se trata de azulejos...).
Con la Desamortización de Mendizábal, en el XIX, el lugar se convirtió en cárcel de mujeres. Luego fue reformatorio, también de mujeres, conocido como “casa de las arrepentidas”, bajo tutela de las religiosas de San Felipe Neri. Hoy siguen allí las filipenses, Hijas de María Dolorosa, dedicadas a la formación de niñas y a trabajos de costura, no ya de lienzos para peregrinos, sino de bordados. Es curioso el carácter permanentemente femenino del enclave.
Solo una referencia a una tierna leyenda para terminar esta
entrega: cada Viernes Santo, de madrugada, sale de Santa Isabel el alma del
nazarenito Tomasín, con su varita, para hacer penitencia con su Hermandad de
Los Gitanos, cuyo hábito no pudo llevar en su corta vida.
(1) González Carballo, José. La Orden de San Juan en
Sevilla (Siglos XIII-XVI)
(2) Ortiz de Zúñiga, Diego. Anales eclesiásticos y
seculares de la ... ciudad de Sevilla
(3) VV.AA. Sevilla oculta. Monasterios y conventos de
clausura
(4) Un beneficio eclesiástico era un cargo con rentas a vavor de su titular o beneficiado. Un cuarto era la cuarta parte de un beneficio.
(5) Carrero Rodríguez, Juan. Anales de las Cofradías
Sevillanas
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