Así como en el siglo XVII Sevilla
había sufrido la calamidad de la peste, también tuvo que soportar otra
catástrofe a mediados del XVIII. La ciudad, aunque estaba bien avanzado el
siglo de las Luces, vivía aún en el Barroco cuando sufrió, en 1755, el
terremoto (de Lisboa) que hizo tañer solas las campanas de la Giralda. Fue una
ruina para el caserío de la ciudad y convirtió sus calles en “teatros de
amargura y sentimiento”, pero no ocasionó pérdidas personales, lo que se
atribuyó a la intercesión de la Virgen Inmaculada.1 Y su triunfo dio nombre a la
plaza entre la Catedral, la Lonja, el Alcázar y el Hospital del Rey.
En 1760 fue nombrado asistente de
Sevilla Ramón de Larumbe, caballero de la Orden de Santiago, miembro del
Consejo del “cathólico y muy alto y poderoso Sr. D. Carlos III”, intendente
general del ejército de los Cuatro Reinos de Andalucía y superintendente
general de Rentas.2
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Lápida de la columna de la izquierda (según el espectador) de la pareja exterior de la Alameda de Hércules |
El asistente Larumbe completó el
paseo de la Alameda de Hércules en 1764, con un nuevo distilo en el extremo
cercano a la muralla, dando réplica al que colocara el conde de Barajas en el
siglo XVI con columnas procedentes del templo romano de la Costanilla. Cayetano
de Acosta realizó las nuevas columnas, rematadas por leones y escudos
representativos de España y Sevilla. En ellas, sendas lápidas, prácticamente
ilegibles ya, presentan en su cabecera, en salomónica solución, dos símbolos
que además, por separado, tienen seguramente raíces salomónicas: el símbolo
civil, el lema de la ciudad, el “nomadejado” de Alfonso X, acaso infundido por
el nudo infinito de Salomón;3 y el símbolo religioso, la cruz patada (pattée) que difundieron los templarios,
los Pobres Compañeros (Commilitones,
compañeros de lucha) de Cristo y del Templo de Salomón, desde que el papa
cisterciense Eugenio III se la otorgó en 1147. La forma ensanchada de sus
extremos –como patas– parece inspirada en el crismón pirenaico. Es la misma
cruz del Agnus Dei y de los sellos de
los maestres templarios. Sobre su simbología se ha escrito mucho, como alegoría
del ciclo solar y de la cuadratura del círculo, y como señal de los maestros
iniciadores.4
El gran patrocinador de los
templarios fue san Bernardo. La disciplinada orden, aguerrida y religiosa a un
tiempo, daba cuerpo a los deseos del santo en su vocación de librar Tierra
Santa de los enemigos del Cristianismo. El Doctor melifluo, como era llamado
Bernardo, le dio su respaldo moral y espiritual en su Elogio de la nueva milicia (De laude novae militiae), inspiró su
regla, de grandes analogías cistercienses, y fue su principal valedor en lo económico
y en lo político.
San Bernardo había ingresado en el
Císter en 1109, cuando la orden, restauradora del rigor benedictino, tenía
apenas una década de existencia. En 1115 fundó la comunidad de Claraval (Clairvaux), cambiando el nombre del
valle de la Amargura, y dos años después fue investido como abad. Por su
influencia –fundó sesenta y ocho monasterios en toda Europa–, puede afirmarse
que fue el padre del gran crecimiento cisterciense.5 El Císter y el Temple,
por tanto, estaban estrechamente unidos.
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Hornacina del brocal del pozo de San Isidoro del Campo |
Alonso Pérez de Guzmán, el Bueno, y
su mujer, María Alonso Coronel, fundaron en 1301 el monasterio de San Isidoro
del Campo en el lugar donde según la tradición estaba el colegio que creó san
Isidoro, el arzobispo sevillano que fuera ponderado como un nuevo Salomón, y donde estuvo enterrado el santo patrón sevillano hasta el
traslado a León en 1063.6 El monasterio se entregó a los monjes del Císter –caso
insólito en el sur de España–. Luego vendrían los jerónimos. Pero antes, la
iglesia cisterciense guardó como reliquia, en una hornacina protegida por una
reja, un fragmento del brocal del pozo erosionado por el agua y la soga, que
había hecho meditar al santo sobre el valor de la perseverancia, con una
leyenda en latín que proclama que la gota horada la piedra; y, sobre la
leyenda, la cruz patada.7
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Lápida de limosnas de la Capilla de San José |
En Sevilla, podemos ver la cruz
patada en lápidas, en el Salvador, en la Magdalena o en la Capillita de San
José, que construyeron los carpinteros sevillanos. Pero, ciertamente, no abunda
en las iglesias sevillanas, y está totalmente ausente en la heráldica cofrade
de la ciudad, salvo el significativo caso de la cruz patada de plata de los
mercedarios.10
En 1767 fue nombrado asistente de
Sevilla Pablo de Olavide. Había nacido en Perú y había tenido una azarosa
juventud, aparte de una exquisita formación, y había vivido en Francia, quedando
impregnado de la filosofía de la Ilustración. Es curiosa la personalidad de
Olavide, en la que se aúnan el espíritu filosófico enciclopedista, ponderado
incluso por Voltaire, y una fuerte conciencia católica, que lo llevó a ser caballero de la Orden de Santiago e incluso a
escribir El Evangelio en triunfo.11
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Azulejos de cuarteles, barrios y manzanas |
Cuando Carlos III, aconsejado por
Campomames, lo designó superintendente para las Nuevas Poblaciones y asistente
de Sevilla, Olavide pensó implantar aquí ideas y criterios propios de París.
Mandó realizar el primer plano de Sevilla en 1771. Modernizó el gobierno
municipal e instituyó la figura del alcalde de barrio. Organizó la ciudad en
cuarteles (quartiers), barrios y
manzanas, rotulando las calles, las lindes de las manzanas y determinados
edificios relevantes, con pequeños azulejos. El ejemplo lo siguieron muchos
particulares para los números de las casas. Y en todos los azulejos, por
sistema, presidiendo, la misma cruz patada que utilizara la orden templaria, de
francesas y cistercienses raíces.
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Azulejos de edificios y casas |
Raíces francesas tuvieron también
los jardines de las Delicias, luego afinados por el asistente Arjona en 1825.
El propio nombre que dio Olavide a la novedosa zona verde de Sevilla es un
homenaje a Voltaire, del que fue huésped en su finca de recreo, llamada “Les Délices”. El Panteón de Sevillanos
Ilustres es otro ejemplo parisino, aprovechando la cripta de la Casa Profesa de
los expulsados jesuitas. Olavide, encargado de dar utilidad a los bienes de la
Compañía y, por otra parte, de crear la Universidad sevillana, laica y
unitaria, concibió así salomónicamente el nuevo uso integral del edificio de la calle de la
Compañía (hoy Laraña, aunque con Olavide conservó el antiguo nombre dedicado a los jesuitas),12 manteniendo y aun abriendo a la ciudad la devoción del
Cristo de la Buena Muerte. No deja de ser curioso: Sevilla, que había sido la
nueva Jerusalén, la nueva Roma e incluso la nueva Babilonia, quería ser la
nueva París.
Olavide ocupó el cargo de asistente
en Sevilla hasta que en 1778 tuvo que comparecer ante el tribunal de la
Inquisición.13
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Azulejos de calles |
¿Obedece la cruz de los azulejos a
un ánimo de homenajear a los templarios? No olvidemos que Voltaire y
Campomanes, dos de los amigos de Olavide, se significaron como historiadores
recuperadores de la memoria de los caballeros del Templo de Salomón.14 Por otra
parte, se cree, aunque no hay seguridad, que Olavide era masón. Otro de sus
empeños fue la recuperación del barrio de la Mancebía, antes ocupado
por el compás templario de Sevilla...
En cualquier caso, ahí están los “azulejos
de Olavide”, un tesoro de la historia hispalense, gracias a los cuales
conservamos memoria viva de nombres antiguos y entrañables. Hasta en la
Catedral colocó el asistente un distintivo (de piedra en este caso) para
señalizar cuartel, barrio y manzana…
Habremos de centrarnos en la
Catedral en la próxima entrada.
1. Roda Peña, José. Sevilla, hitos y mitos
2. Placa del mercado de la Feria, en Omnium Sanctorum, abierto en el mismo año de 1764. En ella solo figura el lema NO8DO.
2. Placa del mercado de la Feria, en Omnium Sanctorum, abierto en el mismo año de 1764. En ella solo figura el lema NO8DO.
3. Se recomienda la lectura del
artículo núm. 2 de esta serie, Rey sabio,
nudo infinito.
4. Se recomienda la lectura del
artículo núm. 14 de la serie La casa de
la Pajería y sus circuntancias, titulado Geometría y devociones.
5. Merton, Thomas. San Bernardo, el último de los padres
6. Se recomienda la lectura del artículo núm. 1 de esta serie, Etimologías, letanías, columnas y tronos de la sabiduría.
7. Guía del Monasterio de San Isidoro del Campo, editada por la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía
7. Guía del Monasterio de San Isidoro del Campo, editada por la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía
8. Ibid. 3
9. Se recomienda la lectura del
artículo núm. 13 de la serie La casa de
la Pajería y sus circuntancias, titulado Al fin, los orígenes; por fin, el mar.
10. Se recomienda la lectura del
artículo núm. 16 de esta serie, Elevar la
mirada y dar gracias al cielo.
11. Defourneaux, Marcelin. Pablo de Olavide, el afrancesado
12. Ibid. 11
13. Ibid. 11
14. Voltaire. Historia Universal. Rodríguez Campomanes, Pedro. Dissertaciones históricas del Orden y Cavallería de los Templarios. Se recomienda la lectura del artículo núm. 10 de la serie La casa de la Pajería y sus circuntancias, titulado La cruz en triunfo.
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