viernes, 19 de abril de 2019

MADRUGADA DEL PASMO INMACULADO

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Hay que ir al evangelio apócrifo de Nicodemo, los Hechos de Pilatos (Acta Pilati), y más concretamente a la versión tardomedieval del original, según las investigaciones del teólogo e investigador bíblico alemán Constantin von Tischendorf, del siglo XIX, que redactó la llamada «recensión B» del citado texto apócrifo, en la que se nos cuentan episodios como (...) el encuentro de la Madre con el Hijo. Menos mal que tenemos este evangelio apócrifo, porque, si no, no se habrían establecido los hitos en la Vía Dolorosa de Jerusalén, no se habría generado la devoción del Viacrucis, y quién sabe si tendríamos o no tendríamos la Semana Santa en Sevilla como la tenemos.
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María Santísima de la Concepción
Según esta recensión B del evangelio de Nicodemo, el joven discípulo Juan, que habría visto a Jesús salir del pretorio hacia el Calvario «llevando sobre sus hombros un pesadísimo madero», corrió a avisar a María, que no sabía nada. La Virgen preguntó a Juan cuál de los tres reos era Jesús, y Juan se lo señaló: «El de la corona de espinas».
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El pasmo de la Virgen María se entendió perfectamente por el humanismo renacentista, como un lógico y natural ataque de histeria. Después de todo, María era humana.
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El Concilio de Trento había promovido la inclusión de san Juan acompañando a la Madre, pero proscribió la advocación del Pasmo, porque quería que prevaleciera la idea de la entereza de María, Mater inviolata. Y esto fue determinante para la iconografía cofrade sevillana. Cabe deducir que, al crecer de tamaño el paso, se pudo integrar en él la figura de san Juan Evangelista, imprescindible para la representación de la secuencia de la Calle de la Amargura.
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Cristo va delante, en su paso, cargando con la cruz, y la Virgen María, su madre, va detrás, con san Juan Evangelista, llena de intenso dolor y honda amargura, a duras penas recuperada del pasmo. (...) Así lo sentimos al comenzar la madrugada del Viernes Santo, con el Nazareno del Silencio y la Virgen de la Concepción, que lleva el pasmo retratado en su cara (...).
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Del libro de Antonio Hernández Lázaro El paso de palio: la búsqueda, Editorial Almuzara, 2018, pp. 67 a 72.


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