(...)
Hay que ir al evangelio apócrifo de Nicodemo,
los Hechos de Pilatos (Acta Pilati), y más concretamente a la versión
tardomedieval del original, según las investigaciones del teólogo e
investigador bíblico alemán Constantin von Tischendorf, del siglo XIX, que
redactó la llamada «recensión B» del citado texto apócrifo, en la que se nos
cuentan episodios como (...) el encuentro de la Madre con el Hijo. Menos mal que tenemos
este evangelio apócrifo, porque, si no, no se habrían establecido los hitos en
la Vía Dolorosa de Jerusalén, no se habría generado la devoción del Viacrucis,
y quién sabe si tendríamos o no tendríamos la Semana Santa en Sevilla como la
tenemos.
(...)
María Santísima de la Concepción |
Según esta recensión B del
evangelio de Nicodemo, el joven discípulo Juan, que habría visto a Jesús salir
del pretorio hacia el Calvario «llevando sobre sus hombros un pesadísimo
madero», corrió a avisar a María, que no sabía nada. La Virgen preguntó a Juan
cuál de los tres reos era Jesús, y Juan se lo señaló: «El de la corona de
espinas».
(...)
El pasmo de la Virgen María se
entendió perfectamente por el humanismo renacentista, como un lógico y natural
ataque de histeria. Después de todo, María era humana.
(...)
El Concilio de Trento había
promovido la inclusión de san Juan acompañando a la Madre, pero proscribió la
advocación del Pasmo, porque quería que prevaleciera la idea de la entereza de
María, Mater inviolata. Y esto fue determinante para la iconografía
cofrade sevillana. Cabe deducir que, al crecer de tamaño el paso, se pudo
integrar en él la figura de san Juan Evangelista, imprescindible para la
representación de la secuencia de la Calle de la Amargura.
(...)
Cristo va delante, en su paso,
cargando con la cruz, y la Virgen María, su madre, va detrás, con san Juan
Evangelista, llena de intenso dolor y honda amargura, a duras penas recuperada
del pasmo. (...) Así lo sentimos al comenzar la madrugada del Viernes Santo,
con el Nazareno del Silencio y la Virgen de la Concepción, que lleva el pasmo
retratado en su cara (...).
(...)
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