sábado, 13 de abril de 2019

SÁBADO DE PASIÓN, SÁBADO DE DOLORES

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María Santísima de los Dolores,
de Torreblanca
Pensar en el Corazón de la Virgen es pensar en los dolores de su alma. La devoción a la Virgen de los Dolores, la Mater dolorosa, había sido establecida a finales del siglo XI y había tenido una gran propagación, introduciéndose en la liturgia como el Officium Parvum de Septem Doloribus B.V.M. gracias a los franciscanos, a los dominicos y sobre todo a los servitas florentinos, promovida por estos últimos como devoción principal desde 1239, como un Rosario. (...) La iconografía de los Siete Dolores entró en la Semana Santa de Sevilla con una pintura —inspirada, cómo no, en san Lucas— que había pertenecido a la duquesa de Borgoña, madre de Felipe I el Hermoso, y que Felipe II donó en 1570 a la hermandad, por él instituida, de los Dolores de la Soberana de los Ángeles. Con la devoción a los Siete Dolores se introdujo la costumbre de colocar sobre el pecho de la Virgen un corazón atravesado por siete espadas, o por una espada como compendio de todas.
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Sin duda, el puñal es un símbolo, un concepto, pero no nos debe impedir «ver» el concepto principal de la Virgen: su corazón, que no es, naturalmente, visible con los ojos del cuerpo, pero que es el gran protagonista, porque, si la Virgen en su paso de palio es para sus cofrades el centro del mundo, el corazón de María es el centro del centro.
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Hay que saber adivinar el alma en el corazón de la Virgen, más allá de la «apariencia» de madera del candelero y de los encajes que le adornan el busto.
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Del libro de Antonio Hernández Lázaro El paso de palio: la búsqueda, Editorial Almuzara, 2018, pp.193-194, 195 y 196.



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