El salomonismo y el milenarismo
llegaron a confundirse en la España del siglo XV, que se preparaba para
afrontar el punto de inflexión del año 1500.
Salomón fue ungido rey alrededor
del año 970 a .C.,
aproximadamente un milenio antes de nuestra era. Su reinado de exagerada
magnificencia, que generó tres mil proverbios, fue el paradigma del emperador
fabuloso de inmensa sabiduría. Salomón fortificó el monte Moria ampliando las
antiguas murallas, y desde entonces se llamaron Sión la ciudadela y el nuevo
monte del Templo. Su decadencia fue también la del reino de Israel, lo cual no
hizo sino incrementar la leyenda salomónica.1
Según se acercaba el año 1000, brotó en Europa la obsesión por los lugares en los que vivió Jesús, lo que hizo crecer las peregrinaciones, propició la generación y renovación de órdenes religiosas y finalmente, formulada por san Bernardo la guerra santa, dio lugar a las Cruzadas y con ellas a las órdenes de caballería.

En el proceso de Reconquista de España, el milenio fue un
periodo de europeización, mediante la asimilación de las corrientes culturales
de Cluny y del Císter y la aceptación de la supremacía del papado. En ese
contexto se conquistó Toledo en 1085, lo que provocó la respuesta musulmana de
los almorávides en primer lugar y, luego, de los almohades, que conquistaron
Sevilla en 1147 y la hicieron capital del nuevo imperio en 1172, con Abú Yacub
Yusuf. Los almohades eran más peligrosos que los almorávides y fue necesario
para la tarea reconquistadora el respaldo del papa a partir de Las Navas de
Tolosa en 1212. La Reconquista fue así una Cruzada alternativa, que además –a
diferencia de las de Tierra Santa– daba buenos resultados para la Cristiandad.
Con estos antecedentes, en cuanto se entró en la última
década del siglo XV, y ante el inminente cumplimiento del medio milenio tras el
primer milenio, el espíritu milenarista se instaló en la corte castellana. Fernando
el Católico puso en práctica argumentos milenaristas para formar un grupo de
nobles de cara a la conquista de Granada, sin descartar recuperar después
Jerusalén, y tanto para él como para Isabel se hizo urgente culminar la cristianización de España antes de que se cumpliera el medio milenio.

Con estos precedentes, parece evidente el sentido cruzado de
la empresa. Pero este espíritu cruzado y milenarista
seguramente ya existía antes, desde que el normando Jean IV de Bethencourt
partió del puerto templario atlántico (!) de La Rochelle (la pequeña roca) para
conquistar las islas Hespérides, las islas afortunadas, hoy las Islas Canarias,
que resultaron ser una escala imprescindible para la aventura atlántica. Para
la aventura atlántica de ida, que no para la de vuelta, lo cual, por cierto, ya
conocía Colón. Por cierto que Bethencourt también estuvo por Sevilla.10
Así que, después de todo, quién sabe si este espíritu de
Cruzada occidental no existía ya antes…
Todo nos lleva a Salomón: el milenio y el medio milenio; el
proyecto de imperio teocrático universal y la “inevitable” guerra santa, con
los freires guerreros del Templo de Jerusalén y con la Reconquista; el espíritu
cruzado, nobiliario y caballeresco; el ideal de conocimiento sinárquico y de
justicia; la fiesta de la Candelaria… Y hasta Colón y su enterramiento: ¡otro
cuerpo, como el de Alfonso X, partido salomónicamente en dos!
1. Montefiore, Simon Sebag. Jerusalén, la biografía
2. Apocalipsis 19 y 20
3. Apocalipsis 12
4. Un conmilitón es un soldado compañero de otro en la
guerra. La voz “Temple” es un galicismo, por la aplicación directa de la voz
francesa.
5. Alarcón Herrera, Rafael. La maldición de los santos templarios. El autor cita una manifestación del maestre portugués Gualdim País en este sentido.
6. Alarcón Herrera, Rafael. La otra España del Temple. La Orden de de los Caballeros Hospitalarios de San Juan (la que después sería Orden de Malta) ya existía cuando se fundó el Temple, pero no tenía fines militares, hasta que los incorporó siguiendo el ejemplo templario.
6. Alarcón Herrera, Rafael. La otra España del Temple. La Orden de de los Caballeros Hospitalarios de San Juan (la que después sería Orden de Malta) ya existía cuando se fundó el Temple, pero no tenía fines militares, hasta que los incorporó siguiendo el ejemplo templario.
7. Childress, David Hatcher. Los templarios y el secreto de Cristóbal
Colón
8. García Atienza, Juan. El
legado templario
9. Romero Gómez, Juan Antonio. Los templarios en el Reino de Sevilla
10. Alarcón Herrera, Rafael. La última Virgen Negra del Temple
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