En Sevilla, los primeros autos de fe generales, en las gradas de la Catedral, a lo largo de la Biblioteca Colombina, fueron sobrios y austeros,1 pero el inquisidor general y arzobispo de Sevilla Fernando de Valdés se empeñó
en que estas manifestaciones de poderío inquisitorial tuvieran especial
solemnidad y magnificencia,2 y ya
para el auto de fe de 1559 la ciudad cedió su plaza mayor para que el
espectáculo fuera “más glorioso” y “más horroroso a los infieles su castigo”.3 Realmente, el propósito de la Inquisición no era salvar almas, sino extirpar la
herejía “para edificación de todos y también para dar miedo”.4
Arquillo del Ayuntamiento, antiguo pórtico de acceso al convento Casa Grande de San Francisco, con el emblema de las Cinco Llagas duplicado |
Además, para que la afición no
decayera, se buscaba que los autos de fe generales tuvieran variedad. Baste un
ejemplo: en el de 1579 había un esclavo negro blasfemo, un artillero inglés, un
morisco renegado, una histérica que veía al demonio, varios bígamos, algunos
fornicadores y, por supuesto, varios judaizantes. Y el único relajado al brazo
secular –es decir a la hoguera– fue un protestante flamenco que quemaba
estampas de santos.6
En el siglo XVI había un auto de fe general cada año, aunque en algunos años hubo dos, y en cambio a veces había dos o tres años entre un auto y otro. En cambio, en el siglo
XVII ya solo se celebraron cuatro autos generales. Se buscó que coincidieran con
alguna festividad o, al menos, con un domingo, como el de 1648. Los de
1604 y 1624 fueron el día de San Andrés y el de 1660, el último que se celebró
en Sevilla, con una “majestuosa asistencia”, fue el día de San Hermenegildo.7
En los mejores tiempos del Santo
Oficio, en la plaza de San Francisco se montaban un tablado central y dos
graderíos o teatros. En el centro del tablado estaba el altar, iluminado con cuatro
haces de luz y presidido por la cruz verde de la fe, que en ocasiones fue la
misma cruz parroquial de Santa Ana.8
Auto de Fe en la plaza de San Francisco de Sevilla en 1660 (fragmento), atribuido a Francisco Herrera el Mozo. Colección particular. Iglesia de la Magdalena |
El teatro de enfrente, “media piña
de gradas” o “media naranja”, era el de los reos, sentados según la gravedad de
las penas en una pirámide penal, donde la cúspide era la de los destinados a
convertirse en cenizas. También tenían su sitio en él las “efigies” de los fallecidos
y los escapados.10
Este recinto, en el que entraban
perfectamente dos mil espectadores de pie, tenía dos puertas: una a Génova
(actual avenida de la Constitución), por donde entraba la procesión, y otra a
Sierpes. Los familiares de la Inquisición controlaban los accesos, y había que
mostrarles la invitación. En la plaza entraban también los soldados y sus
monturas, y aun había espacio para aparcamiento de carruajes. El protocolo era
muy estricto. La Inquisición incluso distribuía las plazas de los balcones y
ventanas de la plaza que, por supuesto, estaban engalanados con colgaduras.11
A una señal de campanita de plata,
el orden del día se iniciaba con el juramento de las autoridades, en pie y con
la mano derecha levantada formando con los dedos la señal de la cruz.12 Se
celebraba la misa de la fe, con el muy importante y tremendo sermón de la fe
desde un púlpito, en el que el predicador buscaba las referencias y
argumentaciones más concluyentes. En 1529, el tema del sermón fue un texto del
Cantar de los Cantares que estaba también reproducido a las puertas del
castillo de San Jorge: “Cazadnos las raposas, las raposas pequeñas, que
estropean la viña”.13
14
Se ofrecía a los
reos la posibilidad de abjurar de sus errores en el mismo acto. Incluso un reo
condenado podía reconocer públicamente que había pecado y que se arrepentía, y
entonces, si tenía suerte y los inquisidores consideraban sincero el arrepentimiento,
lo estrangularían y quemarían su cadáver. En todo caso, los inquisidores
solicitaban a los verdugos civiles el empleo de la misericordia en la
ejecución, lo que en la práctica, seguramente, no significaría gran cosa. Los
curas eran despojados de sus vestimentas eclesiásticas y se les raía con una cuchilla las manos,
labios y tonsura.15
A la hora de la comida, se accedía
a las estancias preparadas bajo las gradas, en las que se daba un suculento
almuerzo, para lo que se contaba con la colaboración económica de comisarios y
familiares. Y a primera hora de la tarde (excepto en verano) se iniciaba la procesión hacia el quemadero.16 Ya hablaremos de ello.
Quedémonos de momento en la plaza,
donde proseguía el auto de fe con la lectura de las causas de los condenados a
penas menores, y también de los que resultaban absueltos. En caso de
absolución, los reos subían al arco central de la galería para recibir allí su penitencia,
para lo cual existía un manojo de varitas de mimbre blanco.17
Cruz de la Inquisición junto al Ayuntamiento |
De inmediato, mientras la plaza era un ascua de luces, se organizaba la procesión que volvía al castillo por el mismo itinerario de ida, con los inquisidores en sus coches y, cerrando el desfile, los soldados.19 El itinerario aparecía profusamente iluminado, como prácticamente toda la ciudad, “simbolizando la luz de la verdadera fe que ardía en los pechos de los sevillanos, y para seguridad”.20 Al día siguiente al auto de fe, la Cruz Verde regresaba a su lugar de origen.21
La plaza de San Francisco guarda un recuerdo, aunque indirecto, de los autos de fe. En 1703, con ocasión del que se celebró con carácter particular en el convento Casa Grande de San Francisco, se instaló una cruz fija, lisa, de estilo dieciochoesco, en el rincón junto a la entrada.22
A mediados del siglo XIX se comenzó a derribar el convento franciscano. Su pórtico de acceso, con las cinco llagas del emblema franciscano, ha permanecido como un arquillo junto a la puerta de entrada a la sala capitular del edificio del Ayuntamiento.
Cruz de la casa Guardiola |
1. Pérez, Joseph. Breve Historia de la Inquisición en España
2. Kamen, Henry. La Inquisición Española. Una revisión
histórica
3. AHN, Inquisición, libro 498,
citado por González de Caldas, Victoria ¿Judíos
o cristianos?: el proceso de fe Sancta Inquisitio
4. Peña Francisco. Comentario del Manual del Inquisidor de
Nicholas Eymerich
5. Fernández Campos, Gabino. Reforma y contrarreforma en Andalucía.
Sánchez y Escribano, F. Juan de Mal Lara:
su vida y sus obras
6. Eslava Galán, Juan. Historias de la Inquisición
7. Biblioteca Colombina 55-5-26,
citado por González de Caldas, Victoria, ob.cit.
8. AHN, Inquisición, citado por
Maqueda Abreu Consuelo. El auto de Fe
9. Ibíd. 8
10. Ibíd. 7
11. González de Caldas, Victoria,
ob.cit.
12. Amézaga, Elías. Auto de Fe en la Inquisición de Valladolid,
citado por Maqueda Abreu, Consuelo, ob.cit.
13. Cantar de los Cantares, 2-15. Fernández Campos, Gabino. Ob.cit. Se
recomienda leer el capítulo 7 de la serie de este blog Sevilla salomónica, titulado El
oro y la plata, la reverencia de los reyes y el humanismo imperial, todo para
la gran reina.
14. Ibíd. 6, 7 y 11
15. Ibíd. 7
16. Ibíd. 6 y 11
17. Ibíd. 11
18. Ibíd. 11
19. Ibíd. 6 y 11
20. Ibíd. 7
21. El
Auto de fe (www.gabrielbernat.es)
22. Domínguez Arjona, Julio. La cruz de la Inquisición (www.galeon.com)
22. Domínguez Arjona, Julio. La cruz de la Inquisición (www.galeon.com)
23. Fotos antiguas de Sevilla: Plaza de San Francisco y Ayuntamiento.
1833-1868, Reinado de Isabel II (www.genova-cafebar.es).
También láminas de Charles Clifford (www.alhambra-patronato.es)
24. Vázquez Consuegra, Guillermo. Sevilla cien edificios
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