Si el auto de fe era una
representación del Juicio Final, el quemadero era metáfora del infierno.
El suplicio de Diego Duro (fragmento en el que se aprecia el quemadero). Fresco de Lucas Valdés. Parroquia de Santa María Magdalena |
Los condenados a relajación –que no
a muerte, porque el Santo Oficio no mataba a nadie a conciencia– eran
entregados al “brazo secular”, al poder civil, lo que en la práctica suponía
ponerlos en manos del verdugo municipal. Estos destinados a la hoguera no
tenían por qué quedarse en el auto de fe hasta el final. Además, la hora ideal
para las ejecuciones era la primera de la tarde, excepto en verano, en que se
diferían a las seis, cuando ya había pasado el calor, aunque siempre
procurando evitar que se echara la noche encima. Por tanto, una vez dictada
sentencia contra estos desdichados, se organizaba en la plaza la lúgubre procesión
hacia el quemadero, con los reos montados en burros, sentados al revés los
rebeldes, custodiados por los soldados y acompañados por los Niños de la
Doctrina y los frailes, que no paraban de conminarlos a que se confesaran.1
La triste comitiva, con el
asistente al frente, salía por la puerta de Jerez, cruzaba el arroyo Tagarete y
giraba a la izquierda en dirección al quemadero. Existió un itinerario
alternativo, por Tundidores y Alcaicería de la Seda (dos tramos de la actual Hernando
Colón), Gradas de la Catedral (Alemanes) y Borceguinería (Mateos Gago), en
dirección a la puerta de Minjoar o de las Perlas, que en tiempos fue la puerta
de la Judería y hoy es de la Carne, y desde allí al quemadero bordeando el
Tagarete.2
Hasta el último momento, el
relajado podía abjurar de sus errores y reconciliarse con la Iglesia,
recibiendo en este caso un trato mucho más favorable: se le ajusticiaba por
garrote y se quemaba su cadáver. De todas formas, el manual aconsejaba no ablandarse
por confesiones que pudieran estar provocadas por el pánico.3
El quemadero de Sevilla estuvo en
el prado de San Sebastián, llamado así por la proximidad de la ermita del mismo
nombre, dentro de la amplia zona de Tablada (que quedaba entonces a este lado
del río). Era muy fuerte el perfil siniestro del lugar, porque estaba allí
también la horca del poder civil. Era una mesa cuadrada, cóncava en el centro,
de piedra y ladrillo, con estatuas de los “cuatro profetas” en las esquinas, y
con columnas traídas del pueblo de Villafranca. Parece ser que estas
estatuas de yeso, huecas, se utilizaban para colocar a los impenitentes, a fin
de que murieran a fuego lento.4
Azulejo de la calle Susona |
Mural de azulejos conmemorativo del lugar donde se puso la cabeza de Susona, en la calle Susona |
Mural de azulejos de la leyenda de Susona, junto al azulejo de la calavera, en la calle Susona |
No hay consenso entre los historiadores respecto a la cifra de ajusticiados en la hoguera, dato que se hace aún más confuso por el hecho de incluir a los quemados en efigie. Según Llorente, en la España del siglo XV, el dominico Tomás de Torquemada, confesor de Isabel la Católica y primer inquisidor general de Castilla y Aragón, llevó a la hoguera a más de 10.000 personas y otros 27.000 sufrieron penas infamantes.7
Según el historiador Francisco
Bernáldez, cura de Los Palacios, la Inquisición quemó en Sevilla entre 1482 y 1489 a setecientos reos. El
padre Mariana señala que en un solo año ardieron dos mil personas en Sevilla.
Jerónimo Zurita cita que para 1520 iban ya cuatro mil quemados. La comunidad
criptojudía había quedado prácticamente exterminada.8
Los inquisidores se erigieron en
jueces de la moral cristiana. Aunque la sodomía entraba en la jurisdicción
civil, en 1506 ardieron en Sevilla diez sodomitas, y en 1521 el Santo Oficio,
que ya entendía de delitos sexuales, envió a la hoguera a “tres hombres e un
mochacho que dizen que eran de fuera de Sevilla por el pecado contra natura”.9
Tras la muerte del rey católico en 1524,
la Inquisición cargó a fondo contra los moriscos, muchos de ellos agricultores,
que se habían convertido por decreto para librarse de la expulsión de 1502, y
que eran ya automáticamente sospechosos.10
En el auto de fe de 1524 hubo trece
quemados, pero a partir de 1530 las condenas a muerte disminuyeron. En 1536
tuvo lugar un proceso contra cinco religiosos de San Agustín que habían matado
a un provincial. En 1546 hubo setenta condenados, de los que veintiuno fueron
quemados.11
Surgió después, en la segunda mitad
del siglo XVI, el asunto de los protestantes. La Inquisición se convirtió en un
eficaz medio de control contrarreformista, en un contexto hispano, en el que la
Iglesia sentaba su poderío, apoyándose en Trento. Fueron perseguidos los
alumbrados y los quietistas, como también lo fueron los usurpadores de cargos y
oficios eclesiásticos, los curas desviados y los solicitantes de confesionario.12
El Santo Oficio reprimió todo lo que pudo los delitos sexuales. Entre 1578 y 1616 fueron
quemados en Sevilla cincuenta y cinco sodomitas. También, como una constante
durante la historia inquisitorial, fue perseguida la bigamia, al ser
considerado el bígamo “un divorcista en el fondo y un delincuente en la forma”.13
Vista de Sevilla (grabado calcográfico de Joris Hoefnagel).
Execution de Justitia de los cornudos patientes.
Civitates orbis terrarum, volumen V, de Georg Braun y Frans Hogemberg
En el extremo izquierdo, señalado con la letra A, se aprecia el quemadero.
El signo que hacen los chavales es indicativo de cuernos.
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También era castigado, obviamente,
el adulterio. Pero, cuando el adulterio era consentido por el marido, este era
condenado también, como “cornudo paciente”. Él iría a la hoguera adornado con
ramas de vástagos, semejando astas de venado, con banderines, campanillas y
cascabeles, y sería azotado por ella, que a su vez, con el torso desnudo,
recibía azotes de penca. La alcahueta encabezaba esta lamentable comitiva y la
gente le arrojaba excrementos.14
Fernando Niño de Guevara mandó ejecutar
a más de 2.000 personas. En 1609, muerto el cardenal, fueron expulsados los
moriscos. Hubo un rebrote inquisitorial contra los judeoconversos portugueses
que entraron en España por la política del Conde Duque de Olivares de búsqueda de
nuevos acreedores, sobre todo tras la quiebra de 1627, y la persecución se
acentuó con la guerra hispano-lusa de 1640 y con la caída del valido. Pero también
otros extranjeros cayeron en las redes inquisitoriales, con el regocijo de la
población. Y luego estuvieron las brujas, aunque menos hostigadas aquí que, por
ejemplo, en Zugarramurdi.15
Sevilla, que había tenido el honor
de celebrar el primer auto de fe de España, fue también escenario del último,
en 1781. Ante una gran expectación, salió a las 8 de la mañana la procesión,
con el clero parroquial de Santa Ana, la hermandad de San Pedro Mártir
–integradora de los familiares– y los demás religiosos, hacia el tribunal,
instalado en San Pablo. La hereje, María de los Dolores López, la “beata
ciega”, había sido detenida dos años antes mientras vendía huevos en la calle
de los Dados (hoy Puente y Pellón), acusada de quietismo por fingir
revelaciones divinas, y de tener relaciones sexuales con sus confesores. La
pobre vieja iba en un asno, flanqueada por el alguacil mayor y el alcaide de
las cárceles, y no paraba de despotricar, pero cuando oyó la sentencia rompió a
llorar y a implorar clemencia. Estrictamente no había abjurado, pero se le
concedió ser agarrotada, lo que vino a acontecer a las cinco de la tarde. El
cuerpo muerto ardió hasta las nueve de la noche en el quemadero de San Diego.16
El suplicio de Diego Duro (fragmento en el que figura este edificio, tal vez el convento de San Diego). Fresco de Lucas Valdés en la parroquia de Santa María Magdalena |
Seguramente el quemadero era
identificado como de San Diego a raíz de la fundación, en sus proximidades, del
convento de franciscanos descalzos de San Diego, en 1580.17
El franciscano san Diego de Alcalá,
a quien se dedicó este convento, nació no en Alcalá sino en la localidad
sevillana de San Nicolás del Puerto a finales del siglo XIV. Uno de los
milagros que se le atribuyen es el de haber hecho que un niño apareciera fuera
de un horno encendido, en el que se había dormido. No es rara la vinculación.
También el quemadero de la capital de Nueva España, la actual México D.F.,
estaba situado frente al templo de San Diego. Sin duda, san Diego es un símbolo
de la salvación de la quema y de la buena relación entre dominicos y
franciscanos, más allá de la polémica inmaculista. No en balde, los autos de fe
más solemnes y grandiosos de Sevilla se habían celebrado al amparo de las Cinco
Llagas franciscanas, en la plaza de San Francisco, y también se celebraron
autos particulares dentro del convento Casa Grande. Los frailes descalzos franciscanos
abandonaron el convento de San Diego en 1784 y se instalaron en el complejo de
San Luis de los Franceses, que había pertenecido a los recién expulsados
jesuitas. Cuando la Compañía de Jesús fue restablecida, los franciscanos se fueron a la casa del mayorazgo de los marqueses de la Granja, en la calle Imperial. Finalmente, tras la desaparición en 1791 de la orden de los hospitalarios de
San Antonio Abad, el convento advocado de San Antón fue ocupado por los
frailes descalzos de San Diego, mediante un convenio firmado en 1819 con la hermandad del Silencio.18
El lugar del primitivo convento
extramuros está hoy ocupado por el Casino de la Exposición, el teatro Lope de
Vega, parte de la avenida de María Luisa y la glorieta de San Diego, que
conserva el nombre como una reliquia. El quemadero sería derribado en 1809,
estando aún sus cimientos bajo el relleno en el que está la estatua del Cid.19
Fachada de la iglesia de San Antonio Abad a la calle Alfonso XII |
Y el antiguo hospital de San
Antonio Abad y convento de San Antón es hoy la iglesia de la hermandad del
Silencio. En la puerta que da a la calle Alfonso XII, está presente san Diego
de Alcalá, flanqueado por los emblemas de las órdenes mendicantes: a su
izquierda, las Cinco Llagas de la Orden Franciscana; a su derecha, como una
deferencia especial, la Cruz de Calatrava blanca y negra de la Orden de
Predicadores.
1. Eslava Galán, Juan. Historias de la Inquisición
2. Está generalmente asumido que el
camino al quemadero pasaba por la puerta de Jerez, lo cual es lógico por ser el
camino más corto (a pesar del “tapón”, desde principios del siglo XVI, del
colegio de Santa María de Jesús). Sin embargo, Joris Hoefnagel, en su grabado
calcográfico titulado Vista de Sevilla,
incluido en el volumen V de Civitates
orbis terrarum, retrata claramente el recorrido extramuros de la puerta de
Minjoar al quemadero.
3. Ibíd.1. Eimeric, Nicolau. Directorium Inquisitorum. También el
artículo Recorrido histórico: Auto de Fe
por las calles de Sevilla (www.edc.evidenciasdelcristianismo.com)
4. Morales Padrón, Francisco. La Sevilla del Quinientos. González de
Caldas, Victoria. ¿Judíos o cristianos?: el proceso de fe Sancta Inquisitio.
Mena y Calvo, José María de. Historia de Sevilla
5. Álvarez García, Carlos. Un registro de Francisco Fernández de
Sevilla, escribano de cámara y contador de Hacienda, converso sevillano
(1458-1465). La leyenda, con pretensión de historia, aparece escrita en un
mural de azulejos en la casa de la calle hoy llamada Susona (antes de la
Muerte), donde se supone que vivió. Se cita en el mural que su padre y los
demás conjurados fueron apresados por Diego de Merlo y sus alguaciles, y que
murieron ahorcados.
6. Caro Baroja, Julio. Ob.cit.
7. Llorente, Juan Antonio. Ob.cit.
8. Mena Calvo, José María. Historia de Sevilla. El autor cita que
estas cifras están igualmente avaladas por autores como Lafuente, Mariana,
Menéndez y Pelayo, Ballesteros y otros “de máxima seriedad y erudición”.
9. Gil,
Juan. Los conversos y la Inquisición sevillana
10. Ibíd. 1
11. Sánchez Herero, José. Sevilla del Renacimiento (VV.AA. Historia
de la Iglesia de Sevilla de VV.AA.).
Se recomienda leer el artículo 8 de la serie de este blog Sevilla
salomónica, titulado Salomonismo en la Reforma, salomonismo en la
Contrarreforma… salomonismo enfín.
12. Boeglin, Michael. Inquisición y
Contrarreforma. El Tribunal del Santo Oficio de Sevilla (1560-1700)
13. Contreras Contreras, Jaime. El Santo Oficio de la Inquisición de Galicia
14. García Arranz, José Julio. El castigo del “cornudo paciente”: un detalle iconográfico en la Vista de Sevilla de Joris Hoefnagel (1593). Hoefnagel, Joris. Vista
de Sevilla (grabado calcográfico incluido en el volumen V de Civitates orbis terrarum)
15. Ibíd. 1 y 9. Llorente, Juan
Antonio. Histoire critique de l’Inquisition d’Espagne, citado por Caro
Baroja, Julio. Los judíos en la España moderna y contemporánea, Volumen 1
16. La Parra López, Emilio y
Casado, María Ángeles. La Inquisición en
España. Agonía y abolición. El quietismo fue una propuesta mística del
sacerdote español Miguel de Molinos en su Guía
espiritual que desembaraza el alma y la conduce por el interior camino para
alcanzar la perfecta contemplación y el rico tesoro de la paz interior,
publicada en 1675. La corriente también es conocida como “molinismo” o
“molinosismo”, por el apellido de su promotor.
17. Pérez Cano, María Teresa. Patrimonio y Ciudad. El sistema de los
conventos de clausura en el Centro Histórico de Sevilla. Se recomienda leer el capítulo 16 de esta serie, titulado Administrando la justicia de Dios y la devoción a su Madre.
18. Ibíd. 17. También artículo de Guevara Pérez, Enrique, en el Boletín de las Cofradías de Sevilla, nº 544 ( www.artesacro.org)
19. Matute y Gaviria, Justino. Relación histórica de la judería de Sevilla,
establecimiento de la Inquisición en ella, su extinción y colección de los
autos que llamaban de fe celebrados desde su erección.
Muy interesante, curioso y certero el artículo. Muy recomendable también para conocer cómo era la Sevilla barroca en el siglo XVIII, la novela de Antonio Miguel Abellán "La beata ciega", que, como una máquina del tiempo, me ha paseado por aquella anquilosada sociedad dominada por la Iglesia y por el temor a la delación ante la Inquisición.
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