Las
penas de la Inquisición debían ser ejemplares y ejemplarizantes, además de
útiles y oportunas. Con su publicidad se conseguía el deseado efecto
intimidatorio, en prevención de futuras herejías. Las penas consideradas
arbitrarias eran muy diversas: abjuración, destierro, cárcel, galeras, hábito
penitencial o saco bendito (sambenito, entre nosotros), azotes, confiscaciones,
multas, incapacitaciones y otras penitencias espirituales. Los reos condenados
a azotes recibían su castigo cerca de la catedralicia puerta del Perdón, al día
siguiente al auto de fe.1
A partir de 1503, estando pendiente la conquista de Nápoles, el papa permitió a la Inquisición imponer la condena a galeras. Fue una gran idea, porque vino a resolver varios problemas de un golpe.2
A partir de 1503, estando pendiente la conquista de Nápoles, el papa permitió a la Inquisición imponer la condena a galeras. Fue una gran idea, porque vino a resolver varios problemas de un golpe.2
Puerta del Perdón de la Catedral de Sevilla |
La
pena de sambenito, que implantó el cardenal Cisneros cuando fue inquisidor
general, era especialmente vergonzante. El reo no podía quitarse esta prenda,
con su cruz de San Andrés pintada, mientras durara la condena, que podía ser de
un año o varios, o incluso de por vida. Además, una vez cumplida la condena (aunque
fuera condena de relajación al brazo secular, con la consiguiente quema en la
hoguera), el sambenito se colgaba en la iglesia, para escarnio permanente. Precisamente,
una de las funciones del inquisidor en sus visitas era comprobar que todos los
sambenitos colgados en las distintas iglesias se mantenían en condiciones.3
Y
luego estaba la pena de cárcel, a cumplir en celdas llamadas públicas o de penitencia, aunque también, cuando las penas no eran muy largas, en conventos, hospitales, cartujas, casas de “arrecogidas” y otros lugares por el estilo, aunque es significativa la cercanía sistemática, incluso física, entre la Orden de Predicadores y el Santo Oficio. A partir de 1496, en cuanto se vio que el castillo de San Jorge se
había saturado, el receptor Diego García de Medina estableció la distinción
entre “cárcel mayor” y “cárcel perpetua”. La
cárcel mayor era el castillo, en el que estaban la “cárceles secretas”, que en
realidad eran las cárceles preventivas, en las que el reo permanecía –y recibía
el tormento necesario– mientras se instruía su causa, previamente al auto de
fe. Cuando el reo era condenado a prisión, esta pena no se cumplía en el
castillo, sino en una cárcel perpetua, llamada así porque, en efecto, muchas
condenas eran de cadena perpetua, aunque, en la práctica no solían durar más de
ocho años. La manutención se sufragaba a cargo del reo. Si le habían quedado
bienes no incautados, que se encontraban “bajo secuestro”, y había que
venderlos para atender a los gastos, en cuyo caso se subastaban a voz de
pregonero en las gradas de la Catedral.4
Según
las referencias, la primera cárcel perpetua sevillana estuvo en un corral del
barrio de Pedro Ponce, que ocupaba la parte sur de la actual plaza de la
Encarnación, en la zona cercana a la calle de los Dados (actual Puente y
Pellón).5
Calle Azofaifo |
Sustituyendo a la anterior, en
los primeros años del siglo XVI se utilizó como cárcel perpetua una casa en la calle del Azofaifo, en la
collación del Salvador, alquilada al prócer sevillano Alonso Fernández de
Santillán. El Santo Oficio era moroso en el pago de rentas. Ante una subida en 1562 a 124 ducados al año (46.500 maravedíes), se barajó trasladar la
cárcel a unos almacenes de azúcar en la collación de la Magdalena, o bien
utilizar la pequeña ermita de San Telmo, cerca del quemadero, aunque era del
papa y estaba ocupada por el obispo de Marruecos. Pero, según todos los
indicios, la casa del Azofaifo siguió siendo cárcel
perpetua a fines del siglo XVI, cuando era propiedad de Elvira de Zúñiga y
Guzmán. Cuando surgió el brote de protestantismo, esta cárcel se
quedó chica porque llegó a haber ochocientos presos, y el Santo Oficio tuvo
que alquilar la casa anexa, que era de Antonio de Hervás, para las mujeres. Ambas casas estaban tal vez frente al convento de dominicas de la Pasión. Los presos
iban a misa todos los domingos a la parroquia del Salvador, vigilados por el
alcaide. Los enfermos no recibían mal trato: eran trasladados al hospital de
San Hermenegildo, también llamado del Cardenal por haber sido fundado por el
cardenal Cervantes, y vulgarmente identificado como el de “los heridos”, que
estaba situado en la actual plaza de San Leandro,6 y que fue el más
importante establecimiento quirúrgico de la ciudad en el siglo XVII gracias a
la labor del médico Hidalgo de Agüero, seguidor de Paracelso.7
Galería del antiguo convento de Santa María de los Reyes |
Durante
el siglo XVII existió también una cárcel perpetua en la calle Santiago, en el
lugar que fue después dedicado a convento de dominicas de Santa María de los
Reyes, fundado en 16078 (o 1611 según algunos autores).
Desde
1611 existió una cárcel perpetua en Triana, cerca del castillo y de Santa Ana, en la calle
llamada de las Confesas (tramo de la actual Rodrigo de Triana entre San Jacinto y Victoria), transversal de la calle de Santo
Domingo (actual San Jacinto). Y, según parece, en 1673 se instaló una
segunda cárcel en un grupo de casas y casillas accesorias arrendadas en la misma calle, que en esa época era más conocida como de las Cadenas.9 Se sabe que los inquisidores
sevillanos gestionaron la compra de estos edificios, por lo caros que resultaban
los alquileres y porque, evidentemente, pensaban quedarse largo tiempo.10
Sin
embargo, el siglo XVIII presenció los coletazos de la Inquisición. Hubo una
oleada de represión entre 1720 y 1730, porque aparecieron los curas enemigos de
la causa borbónica,11 pero ya el ceremonial inquisitorial había dejado de
contar con el respeto del pueblo, entre otras razones porque ya eran más
brillantes las procesiones de Semana Santa o del Corpus. En 1731, el tribunal
condenó a relajación a un relapso por judaísmo, y se planteó traer reos de
Llerena para celebrar un auto más solemne y evitar en todo caso sensación de
vacío. Al final, se desistió y el reo fue a Llerena.12
La
Inquisición fue progresivamente más laxa en la aplicación de las penas de
prisión, que se podían cumplir en el propio domicilio o en un convento, permitiendo
generalmente el régimen abierto. Por el contrario, la Inquisición no fue nada
indulgente en la confiscación de bienes. La economía era el problema.13
Retrato de Pablo de Olavide en el Centro de Interpretación de las Nuevas Poblaciones en La Carolina (Jaén) |
Como
una última sacudida, vendría la persecución de los librepensadores y los
masones, de lo que fue paradigma el proceso de Pablo de Olavide. Aunque la
prisión y el autillo del asistente de Sevilla se llevaron a cabo en Madrid, el
Santo Oficio sevillano fue acumulando documentación contra el asistente al
menos desde 1768 (al año siguiente de la toma de posesión de su cargo), por
tener “pinturas provocativas”. Se produjo la confiscación de sus libros y la
delación de su plan de estudios universitarios, y Olavide fue detenido en 1774.
La instrucción terminó en 1776 y el asistente fue encarcelado en la casa de la
Inquisición de Madrid. Hubo inquisidores que pensaron en la hoguera y otros en
azotes. Se dictó sentencia, yendo el inquisidor mayor a ver al rey Carlos III
para informarle personalmente. Olavide cesó como asistente de Sevilla en 1778,
el mismo año en que se celebró el autillo a puerta cerrada en el que fue
declarado “convicto hereje, infame y miembro podrido de la religión” y condenado
a destierro perpetuo a veinte leguas de la corte, de Lima y de “las
Andaluzias”, y a ocho años de reclusión en un monasterio. Se le dispensó del
sambenito. Escuchó la sentencia llorando y enfermó varios días.14
Pocos
meses antes se había autorizado a la Inquisición sevillana el traslado desde el
castillo de Triana hasta el colegio de las Becas, la cuarta sede inquisitorial y cárcel secreta del Santo Oficio en Sevilla, tras San Pablo el Real, el palacio de Tavera y el propio castillo de San Jorge.15 El antiguo colegio de la Concepción de Nuestra Señora, de los expulsados jesuitas, había sido fundado en 1620 para niños pobres, sobre casas antes pertenecientes a los Roelas y a los señores de Almonaster, en la recién urbanizada plaza de la Alameda, al final de la calle de las Palmas (actual Jesús del Gran Poder, ocupando una manzana entre las calles de las Becas coloradas y del Hombre de piedra, y absorbiendo la antigua calle llamada Arquillo de los Roelas, junto a Santa Clara. Se efectuó la toma de posesión en 1782. En la iglesia del colegio estaban enterrados los arzobispos del siglo XVII sevillano Agustín de Spínola Basadone y Ambrosio Ignacio Spínola y Guzmán. Allí residió la Inquisición hasta la primera extinción del tribunal, decretada por los franceses en 1810, y luego volvió a instalarse en 1814, hasta la abolición del Santo Oficio en 1820. Dejó el nombre de la Inquisición al edificio, que fue convertido en cuartel, con su cuadra en la antigua iglesia. Su polvorín estalló en la revuelta de 1823.16
Aspecto actual de las casas de la calle Jesús del Gran Poder, donde estuvo la última residencia de la Inquisición en Sevilla |
Iglesia de San Bartolomé de Almagro (Ciudad Real) (antiguo convento jesuita y prisión de Olavide) www.wikipedia.org |
Volvamos a Olavide, que fue conducido al monasterio de Sahagún, aunque poco después obtuvo la compasión
del inquisidor general para ser trasladado al convento de capuchinos de Murcia
por motivos de salud. Como necesitaba baños sulfurosos, fue llevado a Puertollano. Luego, terminada la cura, fue trasladado a Almagro, pudiendo alquilar con el dinero
que manejaba el antiguo convento y colegio de jesuitas, que antes de ser de la
Compañía de Jesús había pertenecido a la Orden de Calatrava. Casi se puede
afirmar que se realizaba así un antiguo proyecto del sacristán mayor
calatravo de convertir el convento en un hospicio. Olavide fue allí casi libre,
pero se le ordenó volver a Murcia. Siguió argumentando problemas de salud y el
inquisidor se ablandó de nuevo, permitiéndole una nueva cura termal de dos
meses en Caldas, en Cataluña. Antes de los dos meses, Olavide huyó a Francia,
permitiéndose comunicárselo al rey Carlos III.17
El
proceso del afrancesado Olavide fue en realidad el proceso de la peligrosa
Ilustración, el afán de los inquisidores de frenar las ya imparables corrientes
filosóficas del siglo de las luces. Pero la Inquisición no era ya lo que había
sido. La Edad Moderna pronto iba a dejar paso a la que llamamos Contemporánea. En
el momento en que el asistente que tanto había hecho por Sevilla huyó a Francia,
faltaban diez años para la Revolución Francesa.
Menos
mal que algunas de las acusaciones absurdas contra Olavide no pudieron elevarse
a definitivas, como fue la de no rezar el rosario.16 No olvidemos que
para los dominicos el rosario era elemento fundamental de la fe. Hablaremos del
rosario en la próxima entrada.
1.
Las penas en la Inquisición española (www.gabrielbernat.es)
2. González de Caldas, Victoria. ¿Judíos o cristianos? El proceso de fe Sancta Inquisitio
3. Kamen, Henry. La Inquisición española. Una revisión histórica
3. Kamen, Henry. La Inquisición española. Una revisión histórica
4. Ibíd. 2. También Gil, Juan. Los conversos y la Inquisición
sevillana. También Las cárceles de la Inquisición sevillana. Universidad
de Sevilla, y el artículo De la
Inquisición sevillana en el siglo XVI (www.personal.us.es).
5. Ibíd. 2
6. Ibíd. 4
7.
Herrera Dávila, Joaquín. El Hospital del
Cardenal de Sevilla y el Doctor Hidalgo de Agüero (Visión histórico-sanitaria
del Hospital de San Hermenegildo 1455-1837)
8.
Pérez Cano, María Teresa. Patrimonio y
Ciudad. El sistema de los conventos de clausura en el Centro de Sevilla
9. Ibíd. 5. También, sobre la ubicación, Diccionario histórico de las calles de Sevilla. Consejería de Obras Públicas y Transportes de la Junta de Andalucía y Ayuntamiento de Sevilla
10. Ibíd. 2
10. Ibíd. 2
11.
Eslava Galán, Juan. Historias de la
Inquisición
12. Ibíd. 2. Un relapso es un reincidente que con su conducta entra en
contradicción con lo que había declarado.
13.
Ibíd. 2, 4 y 11
14. Defourneax, Marcelin. Pablo de Olavide,
el afrancesado.
15.
Historia de Sevilla. Universidad de
Sevilla, coordinado por Borrego Paín, Dimas. Se recomienda leer al artículo nº 18 de esta serie, titulado Historias y leyendas del castillo que había sido caballeresco.
16. González de León, Félix. Noticia histórica del origen de los nombres de las calles de esta M.N. M.L.Y M.H. ciudad de Sevilla…
17. Ibíd. 14
17. Ibíd. 14
18.
Ibíd. 14
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