El siglo XVI discurrió en una permanente y a veces
sangrienta dialéctica entre el humanismo innovador y el dogmatismo que
pervivía. El primero era antropocéntrico, en torno a la idea fundamental del hombre,
imagen de Dios y criatura privilegiada, como centro del Universo. El segundo
era intransigente, inquisitorial. Sevilla fue, como no podía ser de otra forma,
escenario principal de este choque entre estas dos formas de entender la vida,
la política y la religión –lo que en España venía a ser lo mismo–. De esta
confrontación surgió una nueva mística, en dos líneas: una afectiva,
cristocéntrica, protagonizada por franciscanos y agustinos, y otra
intelectualista, escolástica y metafísica, protagonizada por dominicos y
jesuitas. Ya en la segunda mitad del siglo, con Felipe II, surgió una síntesis,
ecléctica, genuinamente española, que pretendiendo traer el cielo a la tierra,
floreció, sobre todo, entre los carmelitas, los jardineros de Palestina.1
Stmo. Cristo de la Conversión del Buen Ladrón www.sevilla.abc.es |
Sevilla buscó su propia mística cristocéntrica, afectiva,
pero apoyada en Trento. Puestos a admitir que el hombre era el centro de la
creación, nada mejor que considerar a Cristo, el mejor hombre, como el centro de
todo. Y, si la inteligencia humana era el valor que el hombre podía poner al
servicio de la fe, nada mejor que contar con Cristo. Por eso, a partir de ahí,
Sevilla concibió, incluso físicamente, un nuevo modelo cristífero, y el Cristo
clásico del Renacimiento, prototipo apolíneo de belleza masculina, fue
sustituido por el Cristo contrarreformista, humano pero dulcificado en cuanto a
denotar la huella de la tortura. Esta filosofía de vida y de estética potenció
el teatralismo y las procesiones. Luego, el fluir de la Historia dio paso al
Barroco, una nueva forma de ver el Calvario, que buscaba conmover al pueblo mostrándole
el sufrimiento y la agonía. En los oratorios, por supuesto, no era necesario
exponer el sufrimiento físico de Cristo, sino el metafísico, como se evidencia
en el Cristo de la Clemencia
o de los Cálices, encargado por el arcediano jesuita Mateo Vázquez de Leca para
la cartuja de las Cuevas a Martínez Montañés, en el del Desamparo y Abandono, del Cerro del Águila, que perteneció al noviciado de San Luis de los Franceses, y en el hoy universitario y
procesional Cristo de la
Buena Muerte , tallado por Juan de Mesa para la casa profesa
de la Compañía ,
exento de sufrimiento incluso en su advocación.2
Se recuperaban en los siglos XVI y XVII aspectos del
naturalismo gótico, que habían quedado al margen de la corriente inquisitorial
dominante en el tránsito al Renacimiento. Porque en realidad el cristocentrismo
había nacido con el gótico, en el siglo XIII, cuando la cruz de Cristo era el axis mundi, símbolo máximo de la
contemplación y centro del mundo para Ramon Llull, el mismo que formuló y
sistematizó los principios caballerescos en su Libro de la orden de caballería, un sutil y completo sistema
ideológico dirigidos a los reinos. Recordemos también que, en coherencia con
ese incipiente humanismo medieval, Llull no renuncia a la sensualidad, sino que
la acepta siempre y cuando provenga de Dios.3
En el mismo siglo XIII, san Francisco de Asís, en su
obsesión por ayudar al hombre a realizarse en la naturaleza y como hijo de
Dios, humanizó la celebración de la
Navidad e inventó el Belén. Se había traducido a la escala
humana el heliocentrismo expresado en el “cristianismo cósmico”, proveniente
del sustrato precristiano creyente en la salvación universal. Dios era ya
accesible.4
San Bernardo |
Pero hay que profundizar algo más, porque ¿habría sido así
de no haber existido los Sermones de Navidad de san Bernardo, el “doctor
melifluo” que, impregnado de espíritu caballeresco, predicó la Segunda Cruzada y apadrinó
la Orden del
Temple? Decididamente, no. San Bernardo buscó la humanidad salvadora de Cristo,
que no nos desprecia porque nos comprende. Y en esta búsqueda encontró a la Madre de Jesús, porque la
humanidad de Cristo trae consigo la mediación de su madre terrenal. San
Bernardo fue un decidido promotor de la devoción a la Virgen María , rompiendo con los
recelos anteriores. La orientación de su teología determinó un nuevo
espiritualismo mariano, lleno de ternura, de afectividad y, en definitiva, de
humanidad.5
Pues bien, he aquí que estos son, sencillamente, los valores
de la religiosidad sevillana, cuyo sentimiento barroco, rico en matices y
contrastes, sigue vigente, y cuya alma cofrade, intensamente mariana, está
impregnada de un sentido caballeresco de raíz medieval, consustancial con un
concepto de amor cortés, que, en el plano religioso, se tradujo en la
veneración de María como nueva Eva.6 ¿Acaso no hay amor cortés en los
besamanos de las Vírgenes de Sevilla?
Cruz de guía de la cofradía de Montserrat |
Un claro ejemplo de este barroco sevillano caballeresco, teñido
luego de romanticismo, es la hermandad de Montserrat, que tiene en la Cruz de
Calatrava su emblema.
Sus primeras reglas como cofradía de penitencia se aprobaron
en 1601, aunque es posible que antes existiera como hermandad de luz. En 1650,
la corporación, de orígenes evidentemente catalanes, se trasladó de San
Ildefonso a San Pablo el Real, tras haberle cedido la comunidad dominica un
solar en el compás. Ingresaron en ella los mercaderes de lienzos, que costearon
la capilla, los cultos y la procesión, y propagaron la penitencia de San
Vicente Ferrer. La hermandad rendía ya culto al pasaje de la Conversión del Buen
Ladrón, la segunda palabra de Cristo en la cruz, refrendo del poder de la
oración, tan cara a los predicadores.7
La conversión de Dimas había inspirado al dominico santo Tomás de Aquino a componer una breve oración: “Pido lo que pidió el ladrón arrepentido”. Y sin embargo no es san Dimas una figura muy venerada.8
La conversión de Dimas había inspirado al dominico santo Tomás de Aquino a componer una breve oración: “Pido lo que pidió el ladrón arrepentido”. Y sin embargo no es san Dimas una figura muy venerada.8
Fachada de la capilla de Montserrat, en la que se aprecia la hornacina de los Siete Dolores de María |
El Cristo de la Conversión del Buen Ladrón aparece entre los
ladrones, dialogando con Dimas, en un paso compuesto con las nuevas tendencias
realistas del XVII.15 Lo talló Juan de Mesa, el mismo autor del Cristo de
la Buena Muerte
y del Señor del Gran Poder, entre otros. Basta la simple observación para ver
el parentesco del de la
Conversión con el del Gran Poder, y cómo ambos muestran, a
diferencia del de la Buena Muerte ,
las huellas del dolor físico en su humanidad, junto con su admirable energía.16
Ntra. Sra. de Montserrat www.sevillaatravesdeunobjetivo.es |
La virgen dolorosa de Montserrat podría ser de Martínez
Montañés.17 Su figura no se corresponde con la ortodoxia de la
representación barroca del dolor y de la Virgen dolorosa, que pide asimetría, escorzo; al
contrario, presenta una imagen frontal, vertical y simétrica que no puede ser
ajena a la actitud hierática de la Montserrat catalana, que transmite una distante
majestad, como todas las Vírgenes Negras. La moreneta de Montserrat –de la que hay una miniatura en el paso de
la sevillana– es una talla románica del siglo XII, icono del trono de la
sabiduría, con un orbe en su mano derecha. El Niño bendice con su mano derecha
mientras sostiene en su mano izquierda una piña, símbolo del tercer ojo, la
glándula pineal.18 Un día tendré que empezar a tratar a fondo la
relación de Sevilla con las Vírgenes Negras.
Trasera del paso de Ntra. Sra. de Montserrat |
La cofradía del Viernes Santo tiene cruces de Calatrava en
todo el cortejo. Poco importa si su origen y profusión tienen un fundamento
caballeresco o dominico.
La cruz de guía, con cuatro cruces de Calatrava plateadas, es una magnífica pieza de 1851; y también aparece la cruz de Calatrava, en aspas, en los antifaces de los nazarenos del Cristo, en este caso junto con la cruz blanca de Ocho Beatitudes de San Juan, la cruz de los hospitalarios de las Cruzadas. El característico manto dela Virgen , estrenado en 1866, trae, entre el gran
collar de Carlos III, los símbolos del monarca Borbón, y el Toisón de oro, series
de castillos, leones, flores de lis y cruces de Calatrava, en bordados de oro
sobre el terciopelo azul; y también en el interior del palio y en sus corbatas
lucen cruces calatravas.
La cruz de guía, con cuatro cruces de Calatrava plateadas, es una magnífica pieza de 1851; y también aparece la cruz de Calatrava, en aspas, en los antifaces de los nazarenos del Cristo, en este caso junto con la cruz blanca de Ocho Beatitudes de San Juan, la cruz de los hospitalarios de las Cruzadas. El característico manto de
Orla de cultos de la hermandad de Montserrat |
El libro de Reglas trae cuatro cruces medievales: las
de Calatrava, San Juan, Jerusalén y Santiago. Y la simétrica orla de cultos de
Montserrat, con una corona real portada por dos leones, es una clase de
historia de órdenes militares: de arriba a abajo, tanto en la columna derecha
como en la izquierda, la cruz de Montesa, la de Jerusalén montada por la de San
Juan, las barras catalanas, la cruz de Alcántara, las cadenas de Navarra y la
cruz de Santiago; al pie un escudo no oficial de la hermandad, con la cruz patriarcal, el Toisón y dos
medallones, trayendo el derecho una cruz de Alcántara montada de una cruz de
las Ocho Beatitudes negra y del sello IHS, y el izquierdo las armas de España;
y, flanqueando el emblema corporativo, dos cruces de Calatrava.
Banderas concepcionista y dominica rosariana, en la vitrina de la hermandad de Montserrat |
La Pontificia, Real, Ilustre, Antigua y Primitiva Hermandad
de Nuestra Señora del Rosario y Cofradía de Nazarenos del Santísimo Cristo de
la Conversión del Buen Ladrón y Nuestra Señora de Montserrat es un ejemplo de
síntesis: entre los catalanes y los castellanos, entre la monarquía, la
aristocracia, la burguesía y el pueblo, entre el humanismo cristiano y la
firmeza dominica, entre el cristocentrismo y el culto a la Virgen Negra, entre
el clasicismo y el romanticismo, entre la humanidad de la Verónica y el dogma de la Fe.19
1. Menéndez y Pelayo, Marcelino. La poesía mística en España. También Sainz Rodríguez, Pedro. Introducción a la historia de la literatura
mística en España. Se recomienda también la lectura del capítulo 4 de la
serie de este blog La casa de la Pajería
y sus circunstancias, titulado Tras
la cruz verdadera, templarios, carmelitas y los vecinos franciscanos.
2. Roda Peña, José. El
Crucificado en la
Escuela Procesional Sevillana (Crucificados de Sevilla, tomo
I) y Sebastián, Santiago. Arte y
humanismo. También Mena Hornero, Antonio. Los crucificados. Iconografía e iconología (www.platea.pntic.mec.es)
3. Llull, Ramon. Libro
de la orden de caballería. Vega, Amador. Ramon Llull y el secreto de la vida
4. Barriguín, fr. Hipólito. Francisco de Asís y el Belén de Greccio (www.franciscanos.es)
5. San Bernardo. Sermones
de San Bernardo abad de Claraval… y también De aquaeductu
6. González Gómez, Juan Miguel. Sentimiento y simbolismo en las representaciones marianas de la Semana Santa de
Sevilla. También Las cofradías de
Sevilla: historia, antropología, arte, editado por Sánchez Herrero, José.
7. Evangelio de san
Lucas 23, 39-43. También, aunque con relato más somero, Evangelios de san Mateo 27, 38-40, san
Marcos 15, 32 y san Juan 19, 18
8. Cases, Enrique. Pbro. El
Buen Ladrón (www.encuentra.com)
9. Bermejo y Carballo, José. Glorias Religiosas de Sevilla. Carrero Rodríguez, Juan. Anales de las cofradías sevillanas
10. Roda Peña, José. El
paso procesional sevillano durante el siglo XIX, citado por Romero
Mensaque, Francisco José, en el capítulo correspondiente a la hermandad de
Montserrat en Crucificados de Sevilla,
tomo II.
12. Martínez Carretero, Isabel
O.Carm. Expolio del patrimonio artístico de órdenes religiosas de Sevilla
(1810-1835) (www.dialnet.unirioja.es)
13. Bermejo, ob.cit.
14. Ibíd. 11
15. Moreno Navarro, Isidoro. Las cofradías sevillanas en la época contemporánea, una aproximación
antropológica (VV.AA. Las cofradías
de Sevilla, historia, antropología, arte)
16. Roda Peña, José. Imaginería
procesional de la semana Santa de Sevilla
17. Bernales Ballesteros, Jorge y García de la Concha Delgado , Federico. Imaginereos andaluces de los siglos de oro
18. Cassaro, Richard. La Glándula Pineal.
Secretos Ocultos Detrás del Arte de la Semilla del Pino y la Arquitectura (www.bibliotecapleyades.net)
19. En el cuerpo de nazarenos del Cristo desfila una representación de la mujer Verónica, con su paño, y, en el de la Virgen, una representación de la Fe, con un velo en los ojos.
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