El arte ha tenido siempre una
sensibilidad especial por la divina proporción. Y en la Semana Santa de Sevilla
hay mucho arte.
La llamada divina proporción
(proporción áurea, canon áureo, número de oro, regla de oro…) es un número
algebraico irracional, representado por la letra griega fi (o phi), que divide
un segmento en dos, de tal manera que la longitud total del segmento (a+b) es
al segmento parcial más largo (a) como este es al más corto (b). Nada más lejos
de mi intención que extenderme en el campo matemático. Solo señalaré que el
número fi, en el que se cumple la proporción áurea, y que no es una expresión
aritmética, sino una construcción geométrica, es (aproximadamente, ya que es un
número irracional) 1,6180339. Así, cumple la proporción áurea un segmento que mida
2,6180339 (fi+1), con dos segmentos parciales, uno (a) de 1,6180339 y otro (b)
de 1.1
Hombre de Vitruvio, de Leonardo da Vinci www.lucnix.be |
Resulta que esta proporción se
encuentra en la naturaleza, en las plantas, en los animales y el ser humano, y
hasta en las galaxias. El crecimiento armónico de todo lo creado obedece a esa divina proporción. Y resulta también que
esa proporción es extraordinariamente adecuada desde el punto de vista
estético, incluso para la mística. Como es natural, los artistas la han
aplicado a lo largo de la Historia, deliberadamente o de manera intuitiva. Desde
que la formuló en el siglo I a.C. Vitruvio, el arquitecto de Julio César,2 la razón dorada empezó a aparecer descrita en los tratados de arte y de
arquitectura, como prototipo de diseño grato a la vista3 (y, por cierto,
también al oído). En el Quattro-cinquecento
italiano la explicó el franciscano Luca Pacioli,4 y la aplicaron Miguel
Ángel y Leonardo da Vinci. También Alberto Durero se apoyó en ella.5
Partiendo de la regla dorada, el
rectángulo áureo es aquel que tiene entre sus lados una proporcionalidad igual
al canon.6 Calificado por los
griegos como una de las figuras geométricas más bellamente estructuradas, este
cuadrilátero de noble proporción fue utilizado por los arquitectos de forma
generalizada, empezando, en el siglo V a.C., por el Partenón.7
María Santísima de Loreto |
El paso de palio es un sumario de
rectángulos áureos. De abajo a arriba –los pasos están concebidos para ser
contemplados así, elevando la mirada– tenemos los faldones, los respiraderos
más clásicos, los espacios entre varales (frontal, trasero y laterales) y las
bambalinas, especialmente en los palios de cajón. Incluso el plano del paso de
palio es áureo. Baste medir el palio de Nuestra Señora del Valle, cuyas
bambalinas, del siglo XVII, son la obra más antigua de bordado de las cofradías
sevillanas.8 Dejo para otros el estudio matemático pormenorizado de las
aplicaciones concretas de la proporción áurea en los distintos pasos de palio
sevillanos, que sería sin duda muy interesante, pero que excede los límites de
mi exposición. Por otra parte, ya hablaré sobre las formas con figura que
tienen muchos respiraderos y, sobre todo, muchas bambalinas, expresión de
sevillanía en tiempos más modernos.
Hoy prefiero recrearme en las
proporciones divinas del paso de palio, que admiramos como un compendio de
equilibrio y de armonía. El oro de la mesura del paso de palio es, por tanto, expresión
de cómo entiende Sevilla la grandeza de María, su brillo trascendental y su
perfección deslumbrante. Es el mismo oro de la letanía lauretana que
resplandece en la Domus aurea de
María Santísima de Loreto, en San Isidoro, porque ya en la albedo plateada de María
está su oro potencial.9 María, sin ser divina, tenía que ser casa de oro
de divinas proporciones para engendrar el cuerpo del Hijo de Dios.10
Pero, ya que estamos en
geometría, quiero hablar también del pentágono, en el que la diagonal y el lado
están en proporción áurea. Porque a partir del pentágono regular se desarrolla
el pentágono estrellado, pentagrama, pentángulo o pentalfa, formado por cinco
alfas, cinco principios. Efectivamente, de un pentágono asentado sobre uno de
los lados, se genera una pentalfa invertida (con punta abajo); luego, uniendo
los vértices de la pentalfa, se genera un pentágono invertido, que generará una
pentalfa con punta arriba; y así sucesivamente ad infinitum, tanto hacia fuera como hacia dentro. Y en la estrella
pentagonal está el infinito. Pitágoras, en el siglo VI a.C., buscando la noción
de lo inconmensurable, escogió como símbolo para su escuela la estrella
pentagonal, figura geométrica que muestra la sección áurea en todas sus
relaciones. Para los pitagóricos, el número cinco fue signo de unión, cifra de
la hierogamia entre el principio celeste y el principio terreno, número de la
armonía en la salud y en la belleza, de la felicidad y la realización plena.11
El insigne Benito Arias Montano,
sevillano ilustre aunque naciera en la que fuera templaria Fregenal de la
Sierra (después de todo, en tierras del antiguo reino de Sevilla), marcó sus
libros favoritos del Escorial, en la biblioteca que él mismo organizó para
Felipe II, con una fórmula, declarando que el infinito es igual a cinco, sin
duda porque veía en el trazo infinito de la pentalfa una imagen de la infinitud
de la mente humana.12
Este pentagrama, pentalfa o
pentáculo, continente de la quintaesencia alquimista, visión de Ezequiel,13 llave de la ciencia, sello conjurador del mal, valladar que no pudo superar
Mefistófeles,14 fue símbolo de salud y seguridad en las tres religiones
monoteístas,15 Era símbolo del hombre, del microcosmos, revelando su analogía con el macrocosmos.
Como fuente de luz y de inspiración celestial, era considerada emblema del
principio inspirador del bien y la belleza. Era insignia salomónica que anunciaba la sagrada verdad
y nudo sin fin que unía al caballero con sus armas inmaculadas y con la fe en
las cinco llagas de Cristo, con el valor que le otorgaban los cinco gozos de la
Santa Reina del Cielo. Antes de ser demonizado por la Inquisición, el pentagrama
no era otra cosa que la plasmación de la bendición de Dios.16
Pentáculo invertido de la ermita de San Bartolomé de Ucero (Soria) |
En ese centro de poder telúrico que
es el cañón del río Lobos, en la provincia de Soria, existe la ermita de San
Bartolomé de Ucero, seguramente un centro iniciático perteneciente al cenobio
templario de San Juan de Otero, con una enorme carga esotérica, enclavado en un
punto geográfico sorprendemente equidistante del cabo de Creus y del de
Finisterre. En los hastiales del crucero de la ermita hay sendos óculos con la
misma figura: una enigmática celosía, un auténtico mandala de tracería
musulmana proveniente del arte islámico de Al Andalus, con una pentalfa
invertida sobre un pentágono central, y diez corazones (cinco grandes y cinco
pequeños).17 Volvemos a la simbología del corazón, el órgano del
verdadero conocimiento de Dios, la representación en la tierra del trono divino,
“como la luz eterna y la conciencia sublime revelada en la quintaesencia de los
seres creados”.18 En San Bartolomé de Ucero, los diez corazones se unen
en el pentáculo de la salud. Y, cada 24 de agosto, día de San Bartolomé, la
Virgen de la Salud sale en procesión por los alrededores de la ermita templaria.
En los emblemas medievales, se representaba el monte de la salud con una figura encima: una flor de lis, una estrella... o una corona.19
María Santísima de la Salud |
Es probable que la devoción a la
Virgen de la Salud ya existiera en Sevilla en la Edad Media, en el convento de
las religiosas mínimas devotas de san Francisco de Paula. También hay una
Virgen de la Salud en San Isidoro, junto a la Domus aurea. Más recientemente, santa Ángela de la Cruz fue también
devota de la que es Salus infirmorum.
Y no son las únicas.20 También en nuestra Semana Santa tenemos a María
Santísima de la Salud, que sale cada Lunes Santo de San Gonzalo en un luminoso
paso de palio blanco y dorado.
Era obligado este capítulo sobre
geometría. San Pablo ya instó a los efesios a comprender “la anchura, la
longitud, la altura y además la profundidad” del amor de Dios.21 Y, en el
siglo XII, san Bernardo, el que reformó el Císter, el que erigió la bandera del
culto a Nuestra Señora, el que patrocinó y elogio a la nueva milicia que era la
Orden del Temple, el mismo “Doctor melifluo” que se hizo permeable a la
espiritualidad sufí por medio de los propios templarios, se preguntaba “¿Quién
es Dios?”, y se respondía a sí mismo: “Es longitud, anchura, altura y
profundidad”.22
1. www.es.wikipedia.org Número áureo
2. Polión, Marco Vitruvio. De
Architectura
3. Van Mersbergen, Audrey M. Rhetorical
Prototypes in Architecture: Measuring the Acropolis with a Philosophical
Polemic, Communication Quarterly, Vol. 46
4. Pacioli, Luca. De Divina Proportione
5. Ibíd. 1
6. Livio, Mario. La proporción áurea
7. Clemens y coautores. Geometría con aplicaciones y solución de
problemas
8. Carrero Rodríguez, Juan. Anales de las Cofradías sevillanas
9. Se recomienda leer el capítulo 6
de esta serie, La albedo.
10. Cavatoni, Ángel, Pbro. Letanías de la Santísima Virgen (www.mercaba.org)
11.Chevalier, Jean. Diccionario de los símbolos
12. Roso de Luna, Mario. De Sevilla al Yucatán, citado por
Fernández Urresti, Mariano. Felipe II y
el secreto del Escorial: Una biografía maldita
13. Sherif, Mazar I. Nostradamus
14. Goethe, Johann Wolfgang von. Fausto
15. Se recomienda leer el capítulo
9 de la serie de este blog Sevilla
salomónica, titulado Infinito igual a
cinco.
16. Esteban Lorente, Juan
Francisco. Tratado de iconografía
17. Gaya Nuño, Juan Antonio. Obras completas
18. Cita de Jili y de Ibn al Arabî,
por Almazán de Gracia, Ángel en El
mandala templario del río Lobos (www.templespana.org)
19. Cirlot, Juan Eduardo. Diccionario de símbolos. Se recomienda leer el capítulo 2 de esta serie, El centro del mundo.
20. Mena y Calvo, José María de. Todas las Vírgenes de Sevilla
20. Mena y Calvo, José María de. Todas las Vírgenes de Sevilla
21 Efesios 3: 18
22. San Bernardo. De Consideratione ad Eugenium Papam,
citado por Blaschke, Jorge en Los grandes
enigmas del Cristianismo
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