Vamos
a hacer un ejercicio deductivo: ¿la iconografía de la Virgen
dolorosa representa un momento evangélico específico, un paso
concreto?, ¿se puede fijar cuál es ese paso? Es más: ¿todas las
Vírgenes están referidas a un mismo paso? Y si no es así, ¿se
podría determinar el paso de cada una?
Puesto
que la idea de la Virgen dolorosa nos remite a la idea de los
dolores, en abstracto, y al concepto de los siete dolores de María,
podría ser esta la referencia, pero entonces no queda resuelta la
cuestión, porque hay dolores que no están en el ámbito de la
Semana Santa.1
Podemos concluir que la representación de los Dolores de María es
alegórica, sintetizando todos los momentos dolorosos, como ocurre
con el Cristo en el caso del Varón de Dolores. Es una conclusión
plausible, pero si nos acogemos a ella se nos acaba el ejercicio
propuesto. Así que, más allá de esta conclusión, podemos
profundizar la reflexión, buscando referencias a pasos concretos. Se
me ocurren dos detalles, dos matices que pueden darnos ideas en este
sentido: la primera es si la Virgen está sola o no, la segunda es la
mirada de la Virgen.
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María Santísima de la Concepción |
Si
la Virgen está con san Juan, la referencia pasionista es patente,
aunque también podría remitirnos a varios momentos, como la Calle
de la Amargura, el Calvario o, incluso, el traslado al sepulcro. Hay
que seguir profundizando. Y, por otro lado, en cambio, si con la
Virgen están san Juan y la Magdalena, en “sacra conversación”,
está clara la idea simbólica, tanto más cuanto que se trata de una
presentación netamente sevillana, que surgió a mediados del siglo
XIX, seguramente con la Virgen del Valle. Luego seguirían el ejemplo
otras, como la Esperanza de Triana. A principios del siglo XX
desapareció el modelo, que ha sido recuperado un siglo después por
la Virgen del Sol. Y el Domingo de Resurrección, la hermandad del
Valle, fiel a su memoria, coloca a san Juan y a la Magdalena junto a
la Virgen, dando a la conversación sagrada un sentido de consuelo,
de recuperación, de regeneración.2 Pero volvamos al amargo diálogo
de la Virgen con san Juan, buscando los momentos, y ahí veremos a la
Amargura, que no puede ni quiere oír al discípulo, y cuyos ojos no
ven, por mucho que miren. Encontraremos los ojos pasmados de la
Virgen de la Concepción, la actitud serena de la Virgen de la Merced
y la mirada frágil y dócil del Mayor Dolor y Traspaso, que ya está
dispuesta para escuchar cómo el evangelista le muestra el camino.3
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Madre de Dios de la Palma |
Busquemos
las claves en los ojos de la Virgen. A veces, Nuestra Señora
mira al cielo, como lo hace María Santísima de los Dolores y
Misericordia, junto a san Juan (¿en la Calle de la Amargura o en el
Calvario?). También está dirigida al Padre la mirada interrogante
de los Dolores de Santa Cruz, como la entregada mirada de los Dolores
de San Vicente o la del Mayor Dolor en su Soledad, que parece levitar
buscando en el cielo la explicación y la solución. A veces –lo
sabemos– la Virgen guarda en sus retinas al Hijo crucificado: así
es la mirada de la Virgen de las Aguas, fija en las alturas, y así
es la mirada grande, cálida y emocionada, de Madre de Dios de la
Palma.4
Si tenemos
la fortuna de poder mirar de frente a la Virgen, podremos contemplar
la épica mirada de la Macarena, frontal pero asimétrica, porque es de dolor y de esperanza a un tiempo. Veremos también el empaque de
la Palma o el señorío de Loreto, la dulzura de la Caridad en su
Soledad o la mansedumbre de Gracia y Amparo; podremos observar la
mirada punzante de la Virgen del Refugio, la perpleja de la Virgen
del Rocío, la soñadora de la Virgen de las Mercedes...
A veces, el rostro de María está
levemente girado y sus ojos están perdidos, como en la contención
de la Virgen de la Presentación o en la tragedia de las Tristezas.
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Nuestra Señora de la Presentación |
Cuando la
Virgen baja los ojos suavemente, nos permite buscar su mirada. Así
veremos la mirada interrogante de la Virgen de Montserrat o de la de
los Ángeles, la secreta expresión de la Virgen de la Cabeza y la
pena rompedora de la Virgen de los Desamparados;
contemplaremos los ojos castizos del Dulce Nombre, los
profundos de la O, los perdidos de la Hiniesta, los
enigmáticos de la Candelaria, los excitados de la Salud. Y veremos
el drama en los ojos azules de Consolación y en los verdes del
Rosario trinitario del Polígono. Lo de menos es que el mirar de la
Virgen sea de cristal o de policromía.
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María Santísima de la Estrella Foto Lito Álvarez Ruiz |
A
veces la Virgen inclina su cabeza a la izquierda, y nos deja
percibir el misterio del Patrocinio, la introspección de la Paz o el
infinito suspiro del Valle con los ojos anegados de lágrimas. Y
muchas veces es al lado derecho a donde se inclina la mirada
virginal, permitiéndonos admirar la entereza del Socorro, la
inmensidad de la mirada de la Victoria o el ensueño que está
presente en los ojos de la Virgen de Regla.
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María Santísima del Rosario en sus Misterios Dolorosos |
Las más de las veces la
mirada baja de la Virgen nos dice que está buscando en su propio
interior, como hace la Virgen del Rosario, con su mirada heroica, o
la Estrella sumida en sollozos. Así son el patetismo de la
Encarnación, el llanto desolado de las Lágrimas, el intimismo del
Subterráneo, la delicadeza de la Angustia, la emoción del Buen Fin,
la ternura de la Esperanza de la Trinidad, el asombro de las
Angustias, el encanto juvenil de Guadalupe, la limpieza de Gracia y
Esperanza, la grandeza de los Dolores del Cerro, la inocencia de los
Dolores de Torreblanca, la resignación del Carmen Doloroso, en
ensimismamiento de la Soledad servita o la contemplativa benevolencia
de los ojos de la Aurora.
Por mucho
que cada uno de los elementos del paso de palio sea una figura,
símbolo o alegoría de la Virgen, no podremos afirmar que
la hemos visto si no la hemos mirado a los ojos. Y es
precisamente cuando estamos ante el paso de palio, y buscamos de
frente los ojos de la Virgen, cuando podemos percibir que estamos
ante su cueva. Porque el paso de palio, además
de ser altar, trono y carroza, es imitación de la cueva original que
dio origen al templo cristiano, es la forma que toma el deseo
sevillano de reproducir cueva y templo en la calle, en la
protestación pública de fe.
Son
innumerables las apariciones de la Virgen en cuevas, en lo profundo
de la tierra. Al fin y al cabo, la cueva, la gruta, dotada de
simbolismo femenino, siempre ha tenido un significado místico. Antes
del Cristianismo, el abismo interior de la montaña siempre fue un
lugar numinoso, de nacimiento de héroes, origen de la religiosidad
universal. Quizá porque la caverna es emblema del inconsciente
profundo, centro espiritual y secreto, como el corazón.5 Según la leyenda, en cuevas estuvo
escondido el Santo Grial.6
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Vidriera del santuario de Nuestra Señora de Sonsoles en Ávila |
Cuenta
la leyenda que la Virgen de Sonsoles, patrona de Ávila, era una
imagen de tez muy oscura, de los tiempos de Cristo. Ya en Roma, san
Pedro se la dio a uno de los apóstoles para que la trajeran a la
Península Ibérica. Cuando vinieron los árabes, los cristianos la
ocultaron. Luego, dos niños pastores, acercándose a un peñasco,
vieron salir una luz de una oquedad. Llamaron su atención los ojos
de la Virgen y la impresionante luz que salía de ellos: “¡Son
soles!”.7
Los
ojos de la Virgen son soles, luminosos y misericordiosos. Por eso, en
la Salve le pedimos que los vuelva a nosotros. Pero en el paso de
palio, Ella no puede mirarnos porque está presa del pasmo, o porque
está presenciando la muerte de Jesús, o porque va a recibir el
cuerpo muerto del Hijo, o porque está sola ya, o porque está en
sacra conversación, tal vez porque está recordando la profecía de
Simeón o la huida a Egipto, o el momento en que Jesús se hizo mayor
en el Templo sin que María ni José se dieran cuenta.8
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Nuestra Señora de la Esperanza de Triana |
Buscando
los ojos de la Virgen, hemos conseguido situarnos delante del paso de
palio de la Esperanza de Triana. Y allí los hemos encontrado,
inmensos y profundos, llenos de magnetismo, en la guapura y el garbo
de la señora trianera, en el tronío y el empaque de la reina
victoriosa sobre los monstruos marinos. Allí hemos comprobado,
felizmente, que Ella los ha vuelto a nosotros, misericordiosamente.
Allí hemos hallado esos ojos que parecen reflejar la luz de la
candelería, pero que en realidad son soles, porque lo trascendente
es más verdad que lo real.
1.
Se recomienda leer el capítulo 4 de
esta serie, titulado Un grial y siete espadas.
2.
Sol,
Inma del. Sacra Conversación
I (www.cofrades.sevilla.abc.es)
3.
Martínez Alcaide, Juan. La
Virgen dolorosa y el paso de palio,
en Sevilla penitente, tomo II.
Muchas ideas sobre la mirada de las Vírgenes recogidas en este
trabajo han encontrado referencia en la obra citada.
4.
Se recomienda leer el capítulo 11 de esta serie, titulado Lacrimosa.
5.
Cirlot, Juan Eduardo. Diccionario
de símbolos
6. Pinkham, Mark Amaru. Los
guardianes del Santo Grial
7. Leyenda
sobre la Virgen de Sonsoles (www.diarium.usual.es)
8. En relación con los Siete
Dolores, se recomienda de nuevo la lectura del capítulo 4 de esta
serie, titulado Un grial y siete
espadas.
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