martes, 20 de octubre de 2015

LA CUEVA LUMINOSA (20: VUELVE A NOSOTROS ESOS TUS SOLES)

Vamos a hacer un ejercicio deductivo: ¿la iconografía de la Virgen dolorosa representa un momento evangélico específico, un paso concreto?, ¿se puede fijar cuál es ese paso? Es más: ¿todas las Vírgenes están referidas a un mismo paso? Y si no es así, ¿se podría determinar el paso de cada una?

Puesto que la idea de la Virgen dolorosa nos remite a la idea de los dolores, en abstracto, y al concepto de los siete dolores de María, podría ser esta la referencia, pero entonces no queda resuelta la cuestión, porque hay dolores que no están en el ámbito de la Semana Santa.1

Podemos concluir que la representación de los Dolores de María es alegórica, sintetizando todos los momentos dolorosos, como ocurre con el Cristo en el caso del Varón de Dolores. Es una conclusión plausible, pero si nos acogemos a ella se nos acaba el ejercicio propuesto. Así que, más allá de esta conclusión, podemos profundizar la reflexión, buscando referencias a pasos concretos. Se me ocurren dos detalles, dos matices que pueden darnos ideas en este sentido: la primera es si la Virgen está sola o no, la segunda es la mirada de la Virgen.

María Santísima de la Concepción
Si la Virgen está con san Juan, la referencia pasionista es patente, aunque también podría remitirnos a varios momentos, como la Calle de la Amargura, el Calvario o, incluso, el traslado al sepulcro. Hay que seguir profundizando. Y, por otro lado, en cambio, si con la Virgen están san Juan y la Magdalena, en “sacra conversación”, está clara la idea simbólica, tanto más cuanto que se trata de una presentación netamente sevillana, que surgió a mediados del siglo XIX, seguramente con la Virgen del Valle. Luego seguirían el ejemplo otras, como la Esperanza de Triana. A principios del siglo XX desapareció el modelo, que ha sido recuperado un siglo después por la Virgen del Sol. Y el Domingo de Resurrección, la hermandad del Valle, fiel a su memoria, coloca a san Juan y a la Magdalena junto a la Virgen, dando a la conversación sagrada un sentido de consuelo, de recuperación, de regeneración.2 Pero volvamos al amargo diálogo de la Virgen con san Juan, buscando los momentos, y ahí veremos a la Amargura, que no puede ni quiere oír al discípulo, y cuyos ojos no ven, por mucho que miren. Encontraremos los ojos pasmados de la Virgen de la Concepción, la actitud serena de la Virgen de la Merced y la mirada frágil y dócil del Mayor Dolor y Traspaso, que ya está dispuesta para escuchar cómo el evangelista le muestra el camino.3

Madre de Dios de la Palma
Busquemos las claves en los ojos de la Virgen. A veces, Nuestra Señora mira al cielo, como lo hace María Santísima de los Dolores y Misericordia, junto a san Juan (¿en la Calle de la Amargura o en el Calvario?). También está dirigida al Padre la mirada interrogante de los Dolores de Santa Cruz, como la entregada mirada de los Dolores de San Vicente o la del Mayor Dolor en su Soledad, que parece levitar buscando en el cielo la explicación y la solución. A veces –lo sabemos– la Virgen guarda en sus retinas al Hijo crucificado: así es la mirada de la Virgen de las Aguas, fija en las alturas, y así es la mirada grande, cálida y emocionada, de Madre de Dios de la Palma.4

Si tenemos la fortuna de poder mirar de frente a la Virgen, podremos contemplar la épica mirada de la Macarena, frontal pero asimétrica, porque es de dolor y de esperanza a un tiempo. Veremos también el empaque de la Palma o el señorío de Loreto, la dulzura de la Caridad en su Soledad o la mansedumbre de Gracia y Amparo; podremos observar la mirada punzante de la Virgen del Refugio, la perpleja de la Virgen del Rocío, la soñadora de la Virgen de las Mercedes...

Nuestra Señora de la Presentación
A veces, el rostro de María está levemente girado y sus ojos están perdidos, como en la contención de la Virgen de la Presentación o en la tragedia de las Tristezas.

Cuando la Virgen baja los ojos suavemente, nos permite buscar su mirada. Así veremos la mirada interrogante de la Virgen de Montserrat o de la de los Ángeles, la secreta expresión de la Virgen de la Cabeza y la pena rompedora de la Virgen de los Desamparados; contemplaremos los ojos castizos del Dulce Nombre, los profundos de la O, los perdidos de la Hiniesta, los enigmáticos de la Candelaria, los excitados de la Salud. Y veremos el drama en los ojos azules de Consolación y en los verdes del Rosario trinitario del Polígono. Lo de menos es que el mirar de la Virgen sea de cristal o de policromía.

María Santísima de la Estrella
Foto Lito Álvarez Ruiz

A veces la Virgen inclina su cabeza a la izquierda, y nos deja percibir el misterio del Patrocinio, la introspección de la Paz o el infinito suspiro del Valle con los ojos anegados de lágrimas. Y muchas veces es al lado derecho a donde se inclina la mirada virginal, permitiéndonos admirar la entereza del Socorro, la inmensidad de la mirada de la Victoria o el ensueño que está presente en los ojos de la Virgen de Regla.

María Santísima del Rosario en sus
Misterios Dolorosos

Las más de las veces la mirada baja de la Virgen nos dice que está buscando en su propio interior, como hace la Virgen del Rosario, con su mirada heroica, o la Estrella sumida en sollozos. Así son el patetismo de la Encarnación, el llanto desolado de las Lágrimas, el intimismo del Subterráneo, la delicadeza de la Angustia, la emoción del Buen Fin, la ternura de la Esperanza de la Trinidad, el asombro de las Angustias, el encanto juvenil de Guadalupe, la limpieza de Gracia y Esperanza, la grandeza de los Dolores del Cerro, la inocencia de los Dolores de Torreblanca, la resignación del Carmen Doloroso, en ensimismamiento de la Soledad servita o la contemplativa benevolencia de los ojos de la Aurora.

Por mucho que cada uno de los elementos del paso de palio sea una figura, símbolo o alegoría de la Virgen, no podremos afirmar que la hemos visto si no la hemos mirado a los ojos. Y es precisamente cuando estamos ante el paso de palio, y buscamos de frente los ojos de la Virgen, cuando podemos percibir que estamos ante su cueva. Porque el paso de palio, además de ser altar, trono y carroza, es imitación de la cueva original que dio origen al templo cristiano, es la forma que toma el deseo sevillano de reproducir cueva y templo en la calle, en la protestación pública de fe.

Son innumerables las apariciones de la Virgen en cuevas, en lo profundo de la tierra. Al fin y al cabo, la cueva, la gruta, dotada de simbolismo femenino, siempre ha tenido un significado místico. Antes del Cristianismo, el abismo interior de la montaña siempre fue un lugar numinoso, de nacimiento de héroes, origen de la religiosidad universal. Quizá porque la caverna es emblema del inconsciente profundo, centro espiritual y secreto, como el corazón.5 Según la leyenda, en cuevas estuvo escondido el Santo Grial.6

Vidriera del santuario de
Nuestra Señora de Sonsoles en Ávila
Cuenta la leyenda que la Virgen de Sonsoles, patrona de Ávila, era una imagen de tez muy oscura, de los tiempos de Cristo. Ya en Roma, san Pedro se la dio a uno de los apóstoles para que la trajeran a la Península Ibérica. Cuando vinieron los árabes, los cristianos la ocultaron. Luego, dos niños pastores, acercándose a un peñasco, vieron salir una luz de una oquedad. Llamaron su atención los ojos de la Virgen y la impresionante luz que salía de ellos: “¡Son soles!”.7

Los ojos de la Virgen son soles, luminosos y misericordiosos. Por eso, en la Salve le pedimos que los vuelva a nosotros. Pero en el paso de palio, Ella no puede mirarnos porque está presa del pasmo, o porque está presenciando la muerte de Jesús, o porque va a recibir el cuerpo muerto del Hijo, o porque está sola ya, o porque está en sacra conversación, tal vez porque está recordando la profecía de Simeón o la huida a Egipto, o el momento en que Jesús se hizo mayor en el Templo sin que María ni José se dieran cuenta.8

Nuestra Señora de la Esperanza de Triana
Buscando los ojos de la Virgen, hemos conseguido situarnos delante del paso de palio de la Esperanza de Triana. Y allí los hemos encontrado, inmensos y profundos, llenos de magnetismo, en la guapura y el garbo de la señora trianera, en el tronío y el empaque de la reina victoriosa sobre los monstruos marinos. Allí hemos comprobado, felizmente, que Ella los ha vuelto a nosotros, misericordiosamente. Allí hemos hallado esos ojos que parecen reflejar la luz de la candelería, pero que en realidad son soles, porque lo trascendente es más verdad que lo real.



1. Se recomienda leer el capítulo 4 de esta serie, titulado Un grial y siete espadas.
2. Sol, Inma del. Sacra Conversación I (www.cofrades.sevilla.abc.es)
3. Martínez Alcaide, Juan. La Virgen dolorosa y el paso de palio, en Sevilla penitente, tomo II. Muchas ideas sobre la mirada de las Vírgenes recogidas en este trabajo han encontrado referencia en la obra citada.
4. Se recomienda leer el capítulo 11 de esta serie, titulado Lacrimosa.
5. Cirlot, Juan Eduardo. Diccionario de símbolos
6. Pinkham, Mark Amaru. Los guardianes del Santo Grial
7. Leyenda sobre la Virgen de Sonsoles (www.diarium.usual.es)
8. En relación con los Siete Dolores, se recomienda de nuevo la lectura del capítulo 4 de esta serie, titulado Un grial y siete espadas.


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